jueves, 27 de enero de 2011

La Síntesis Anarquista x Volin


Se entiende por "síntesis anarquista" una tendencia desarrollada actualmente en el seno del movimiento libertario, que trata de conciliar y "sintetizar" las diferentes corrientes de ideas que dividen a estos movimientos en diversas fracciones más o menos hostiles entre sí. Se trata, en el fondo, de unificar en cierta medida tanto la teoría como el movimiento anarquistas en un conjunto armonioso, ordenado, acabado. Y digo en cierta medida porque, naturalmente, la concepción anarquista no podría ni debería jamás hacerse rígida, inmutable, estancada. Debe permanecer ligera, viva, rica en ideas y tendencias. Pero ligereza no debe significar confusión. Y, por otra parte, entre inmovilidad y fluctuación existe un estado intermedio. Es precisamente ese estado intermedio el que la síntesis anarquista trata de precisar, de fijar y de alcanzar.

Fue sobre todo en Rusia, durante la Revolución de 1917, cuando la necesidad de tal unificación, de tal síntesis, se hizo sentir. Muy débil ya materialmente (pocos militantes, escasos medios de propaganda, etc.) en relación a otras corrientes políticas y sociales, el anarquismo se vio aun más debilitado durante la Revolución Rusa como consecuencia de las luchas intestinas que lo desgarraban. Los anarcosindicalistas no querían entenderse con los anarquistas comunistas y, al mismo tiempo, unos y otros se enfrentaban con los individualistas (sin hablar de otras tendencias). Ese estado de cosas impresionó dolorosamente a varios compañeros de tendencias diversas. Perseguidos y finalmente expulsados de la gran Rusia por el gobierno bolchevique, algunos de estos compañeros fueron a militar a Ucrania, donde el ambiente político era más favorable y donde, de acuerdo con otros compañeros ucranianos, decidieron crear un movimiento anarquista unificado, reclutando militantes serios y activos por todas partes, sin distinción de tendencia. El movimiento adquirió enseguida una amplitud y un vigor excepcionales. Para consolidarse e imponerse definitivamente, sólo le faltaba una cosa: una cierta base teórica.

Sabiéndome un adversario decidido de las nefastas querellas entre las diversas corrientes del anarquismo, sabiendo que pensaba como ellos en la necesidad de conciliarlas, algunos compañeros acudieron a buscarme en una pequeña ciudad de la Rusia central y me propusieron que fuera a Ucrania para tomar parte en la creación de un movimiento unificado, proporcionarle un fondo teórico y desarrollar la tesis en la prensa libertaria.

Acepté la proposición. En noviembre de 1918, el movimiento anarquista unificado de Ucrania se puso en marcha. Se formaron varios grupos y enviaron a sus delegados a la primera conferencia constituyente, que creó la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat (toque a rebato). Esta conferencia elaboró y adoptó por unanimidad una Declaración que proclamaba los principios fundamentales del nuevo organismo. Se decidió que muy pronto se ampliaría esa breve declaración de principios y se completaría y comentaría en la prensa libertaria. Los tempestuosos acontecimientos no impidieron ese trabajo teórico. La Confederación de Nabat hubo de sostener luchas ininterrumpidas y encarnizadas. Pronto se vio "liquidada" por las autoridades bolcheviques que se instalaron en Ucrania. Aparte de algunos artículos de periódicos, la Declaración de la primera conferencia de Nabat fue y seguirá siendo la única muestra de la tendencia unificadora (o "sintetizadora") del movimiento anarquista ruso.

Las tres ideas clave que, después de la Declaración, deberían ser aceptadas por todos los anarquistas serios con el fin de unificar el movimiento son las siguientes:

1. La admisión definitiva del principio sindicalista, que indica el verdadero método de la revolución social;

2. la admisión definitiva del principio comunista (libertario), que establece la base organizativa de la nueva sociedad en formación;

3. La admisión definitiva del principio individualista; la emancipación total y la felicidad del individuo son el verdadero objetivo de la revolución social y de la nueva sociedad.

Desarrollando estas ideas, la Declaración trata de definir con claridad la noción de "revolución social" y de destruir la tendencia de ciertos libertarios que buscan adaptar la anarquía al llamado "período transitorio".

Dicho esto, preferimos, en lugar de retomar los argumentos de la Declaración, desarrollar la argumentación teórica de la síntesis.

La primera cuestión a resolver es la siguiente:

La existencia de diversas corrientes anarquistas enemigas, que disputan entre sí ¿es un hecho positivo o negativo? La descomposición de la idea y movimiento libertarios en diversas tendencias que se oponen ¿favorece u obstaculiza el éxito de la concepción anarquista? Si se considera favorable, es inútil toda discusión. Si, por el contrario, se considera perjudicial, habrá que extraer las necesarias conclusiones.

Respondemos así a esta primera cuestión:

Al principio, cuando la idea anarquista aun estaba poco desarrollada, confusa, fue natural y útil analizarla bajo todos los aspectos, descomponerla, examinar a fondo cada uno de sus elementos, confrontarlos, oponerlos etc. Y eso es lo que se hizo. El anarquismo se descompuso en diversos elementos (o corrientes). Así el conjunto, demasiado general y vago, fue diseccionado, lo que ayudó a profundizar, a estudiar a fondo ese conjunto de elementos. Por aquel entonces, la desarticulación de la concepción anarquista fue por tanto un hecho positivo. Diversas personas se interesaron por las diferentes corrientes del anarquismo; los detalles y el conjunto ganaron en profundidad y en precisión. Pero, por eso mismo, una vez se llevó a cabo esta primera parte, una vez que se examinaron todos los elementos del pensamiento anarquista (comunismo, individualismo, sindicalismo), había que pensar en reconstruir, con esos elementos bien trabajados, el conjunto orgánico del que provenían. Tras un análisis fundamental, había que volver (conscientemente) a la síntesis beneficiosa.

Un hecho curioso: no se volvió a pensar en esta necesidad. Las personas que se interesaron por ese elemento dado del anarquismo acabaron por sustituirlo. Naturalmente, pronto tuvieron desacuerdos y, al final, conflicto con quienes trataban del mismo modo otras parcelas de la verdad entera. Así, en lugar de abordar la idea de la fusión de los elementos dispersos (que, tomados por separado, no podían servir de mucho) en un conjunto orgánico, los anarquistas emprendieron durante muchos años la estéril tarea de oponer enconadamente sus "corrientes". Cada uno consideraba "su" corriente, "su" parcela, como la única verdad y combatía encarnizadamente contra los partidarios de las otras corrientes. Así empezó, en las filas libertarias, ese pataleo caracterizado por la ceguera y la animosidad, que continúa en nuestros días y que debe considerarse perjudicial para el desarrollo normal de la concepción anarquista.

Nuestra conclusión es clara. La división de la idea anarquista en diversas corrientes ha cumplido su papel. Ya no tiene ninguna utilidad. Ahora mantiene al movimiento estancado, le causa enormes perjuicios y no ofrece ya -no puede- nada positivo. El primer período -en el que el anarquismo buscaba, se precisaba y se fraccionaba inevitablemente en su tarea- ha terminado. Es el momento de ir más lejos.

Si la dispersión del anarquismo es actualmente un hecho negativo, perjudicial, hay que tratar de ponerle fin. Se trata de recobrar el conjunto entero, de unir los elementos desperdigados, de encontrar y reconstruir conscientemente la síntesis abandonada.

Entonces surge otra cuestión: ¿es posible actualmente esta síntesis? ¿No será una utopía? ¿Se le podría proporcionar una cierta base teórica?

Respondemos que sí. Es perfectamente posible una síntesis del anarquismo (o, si se prefiere, un anarquismo "sintético"). No es en absoluto una utopía. Sólidas razones de orden teórico hablan en su favor. Anotemos brevemente algunas de estas razones, las más importantes, en su sucesión lógica:

1. Si el anarquismo aspira a la vida, si confía en un futuro mejor, se quiere llegar a ser un elemento orgánico y permanente de la vida, una de sus fuerzas activas, fecundas, creadoras, deberá entonces tratar de situarse lo más cerca posible de la vida, de su esencia, de su última verdad. Sus bases ideológicas deben concordar lo más posible con los elementos fundamentales de la vida. Está claro, en efecto, que si las ideas primordiales del anarquismo se encontraran en contradicción con los verdaderos elementos de la vida y de la evolución, el anarquismo no podría ser vital. Ahora bien ¿qué es la vida? ¿Se podría, de algún modo, definir y formular su esencia, fijar sus rasgos característicos? Sí, es posible. No se trata, ciertamente, de una fórmula científica de la vida -fórmula que no existe- sino de una definición más o menos pura y justa de su esencia visible, palpable, concebible. Es este orden de ideas, la vida es, antes que nada, una gran síntesis: un conjunto inmenso y complicado, orgánico y original, de múltiples elementos variados.

2. La vida es una síntesis. ¿Cuáles son, pues, la esencia y la originalidad de esta síntesis? Lo esencial de la vida es que la más grande variedad de sus elementos -que se encuentran además en movimiento perpetuo- realiza al mismo tiempo, y también perpetuamente, una cierta unidad, o más bien un cierto equilibrio. La esencia de la vida, la esencia de su síntesis sublime, es la tendencia constante hacia el equilibrio, incluso la realización constante de un cierto equilibrio, en la más grande diversidad y en un movimiento perpetuo (advirtamos que la idea de un equilibrio de ciertos elementos como la esencia biofísica de la vida está confirmada por experiencias científicas físico-químicas).

3. La vida es una síntesis. La vida (el universo, la naturaleza) es un equilibrio (una especie de unidad) en la diversidad y en el movimiento (o, si se prefiere, una diversidad y un movimiento en equilibrio). Por lo tanto, si el anarquismo desea marchar a la par que la vida, si trata de ser uno de sus elementos orgánicos, si aspira a concordar con ella y a llegar a un verdadero resultado en lugar de estar en oposición con ella, deberá, sin renunciar a la diversidad ni al movimiento, realizar también, y siempre, el equilibrio, la síntesis, la unidad.

Pero no basta con afirmar que el anarquismo puede ser sintético: debe serlo. La síntesis del anarquismo no sólo es posible, no sólo es deseable: es indispensable. Conservando la diversidad viva de sus elementos, evitando el estancamiento, aceptando el movimiento -condiciones esenciales de su vitalidad- el anarquismo debe buscar, al mismo tiempo, el equilibrio en esta diversidad y este movimiento mismo.

La diversidad y el movimiento sin equilibrio es el caos. El equilibrio sin diversidad ni movimiento es el estancamiento, la muerte. La diversidad y el movimiento en equilibrio es la síntesis de la vida. El anarquismo debe ser variado, móvil y, al mismo tiempo, equilibrado, sintético, unido. En el caso contrario, no será vital.

4. Por último, hagamos observar que el verdadero fondo de la diversidad y del movimiento de la vida es la creación, es decir, la producción constante de nuevos elementos, de nuevas combinaciones, de nuevos movimientos, de un nuevo equilibrio. La vida es una diversidad creadora. La vida es un equilibrio en una creación ininterrumpida. Por lo tanto, ningún anarquista podría pretender que "su" corriente fuera la verdad única y constante, y que todas las demás tendencias en el anarquismo fueran absurdas. Es, por el contrario, absurdo que un anarquista se deje atrapar en la limitación de una sola pequeña "verdad", la suya, y que olvide así la gran verdad real de la vida: la perpetua creación de formas nuevas, de combinaciones nuevas, de una síntesis constantemente renovada.

La síntesis de la vida no es estacionaria: crea, modifica constantemente sus elementos y sus relaciones mutuas.

El anarquismo pretende participar, en los terrenos que le son accesibles, en los actos creadores de la vida. Por lo tanto, debe ser, dentro de los límites de su concepción, amplio, tolerante, sintético, como movimiento creador.

El anarquista debe observar atentamente, con perspicacia, todos los elementos serios del pensamiento y movimiento libertarios. Lejos de precipitarse en un solo elemento cualquiera, debe buscar el equilibrio y la síntesis de todos esos elementos recibidos. Debe, además, analizar y controlar constantemente esa síntesis, comparándola con los elementos de la vida con el fin de estar siempre en armonía perfecta con ésta última. En efecto, la vida no se mantiene quieta, cambia. Y, en consecuencia, el papel y las relaciones mutuas de los diversos elementos de la síntesis anarquista no serán siempre los mismos: en los diversos casos, será tanto uno como otro de los elementos los que habrá que subrayar, apoyar, poner en marcha.

Algunas palabras sobre la realización concreta de la síntesis.

1. No hay que olvidar nunca la realización de la revolución, que la creación de las formas nuevas de la vida no nos incumbirán a nosotros, anarquistas aislados o ideológicamente agrupados, sino a las amplias masas populares, que cumplirán esa inmensas tarea destructora y creadora. Nuestro papel en esta realización se limitará al de fermento, de elemento de consejo, de ejemplo. En cuanto a las formas en las que se desarrollará el proceso, sólo podemos entreverlas de forma aproximada. No tiene sentido pelearse por los detalles en lugar de prepararnos, en un esfuerzo común, para el futuro.

2. Tiene menos sentido reducir toda la inmensidad de la vida, de la revolución, de la creación futura, a pequeñas ideas de detalle y a disputas mezquinas. Ante las grandes tareas que nos esperan es ridículo y vergonzoso ocuparse de esas tonterías. Los libertarios deberán unirse sobre la base de la síntesis anarquista. Deberán crear un movimiento anarquista unido, entero, vigoroso. Mientras no lo creen, estarán al margen de la vida.

¿En qué formas concretas podremos prever la reconciliación, la unificación de los anarquistas y, luego, la creación de un movimiento libertario unificado?

Antes que nada, debemos subrayar que no nos imaginamos esta unificación como un ensamblado mecánico de los anarquistas de las diversas tendencias en una suerte de campamento abigarrado en el que cada uno permanezca en su posición intransigente. Semejante unificación no sería una síntesis sino un caos. Desde luego, un simple acercamiento amistoso de los anarquistas de las diversas tendencias y una mayor tolerancia en sus relaciones mutuas (cese de la polémica violenta, colaboración en las publicaciones anarquistas, participación en los mismos organismos activos, etc.) sería un gran paso adelante en relación con lo que sucede actualmente en las filas libertarias. Pero consideramos ese acercamiento y esa tolerancia como, únicamente, el primer paso hacia la creación de la verdadera síntesis anarquista de un movimiento libertario unificado. Nuestra idea de la síntesis y de la unificación va mucho más lejos. Prevé algo más fundamental, más "orgánico".

Creemos que la unificación de los anarquistas y del movimiento libertario deberá perseguirse, paralelamente, en dos sentidos, especialmente:

a) Hay que comenzar inmediatamente un trabajo teórico que concilie, combine y sintetice nuestras ideas que a primera vista parecen heterogéneas. Es necesario encontrar y formular en las diversas corrientes del anarquismo, por una parte todo los que debe ser considerado falso, que no coincide con la verdad de la vida y debe ser rechazado; por otra parte, todo lo que debe constatarse como justo, apreciable, admitido. A continuación, hay que combinar todos esos elementos justos y de valor, creando con ellos un conjunto sintético. Es sobre todo en este primer trabajo preparatorio donde los acercamientos de los anarquistas de las diversas tendencias y su tolerancia mutua podrán tener la gran importancia de un primer paso decisivo. Y, en fin, ese conjunto sintético deberá ser aceptado por todos los militantes serios y activos del anarquismo como base de la formación de un organismo libertario unido, cuyos miembros estarán así de acuerdo con un conjunto de tesis fundamentales aceptadas por todos.

Ya hemos citado el ejemplo concreto de un organismo así: la Confederación Nabat, en Ucrania. Añadamos aquí a lo que ya hemos dicho antes que la aceptación por todos los miembros de Nabat de ciertas tesis comunes no impedía a los compañeros de las diferentes tendencias apoyar sobre todo, en su actividad y su propaganda, las ideas que les interesaban. Así unos (los sindicalistas) se ocupaban sobre todo de los problemas concernientes al método de la organización de la revolución; otros (los comunistas) se interesaban preferentemente por la base económica de la nueva sociedad; los terceros (los individualistas) destacaban especialmente las necesidades, el valor real y las aspiraciones del individuo. Pero la condición obligatoria para ser aceptado en Nabat era la admisión de esos tres elementos como partes indispensables del conjunto, y la renuncia a la hostilidad entre las diversas tendencias. Los militantes estaban unidos de manera "orgánica", porque todos aceptaban una serie de tesis fundamentales. Así es como nos imaginamos nosotros la unificación concreta de los anarquistas sobre la base de una síntesis de las ideas libertarias teóricamente establecida.

b) Simultánea y paralelamente al mencionado trabajo teórico deberá crearse la organización unificada sobre la base del anarquismo comprendido sintéticamente.

Para terminar, subrayemos de nuevo que no renunciamos en absoluto a la diversidad de las ideas y las corrientes en el seno del anarquismo. Pero hay diversidad y diversidad. Esta, especialmente, que existe entre nuestras filas actualmente, es un mal, un caos. Consideramos su presencia como una falta muy grave. Somos de la opinión de que la variedad de nuestras ideas sólo podrá ser y será un elemento progresivo y fecundo en el seno de un movimiento común, de un organismo unido, edificado sobre la base de ciertas tesis generales admitidas por todos los miembros y sobre la aspiración a una síntesis.

Sólo en el ambiente de un impulso común, sólo en las condiciones de búsqueda de tesis justas y de su aceptación, tendrán valor, serán útiles y fecundas nuestras aspiraciones, nuestras discusiones y nuestras disputas. Así sucedió precisamente en Nabat. En cuanto a las disputas y las polémicas entre las pequeñas capillas, predicando cada una "su" verdad única, no podrán llegar sino a la continuación del caos actual, de las luchas intestinas interminables y del estancamiento del movimiento.

Hay que discutir esforzándose por encontrar la unidad fecunda, y no por imponer a toda costa "su" verdad contra la de los otros. No es esa discusión la que conduce a la verdad. En cuanto a la otra discusión, sólo llevará a la hostilidad, a las querellas vanas y al fracaso.

La Síntesis Anarquista x Sébastien Faure


Las tres corrientes anarquistas

En Francia, como en la mayor parte de los países, se distinguen tres grandes corrientes anarquistas, que se pueden designar del modo siguiente:
- el anarcosindicalismo
- el comunismo libertario
- el individualismo anarquista
Era natural y fatal que, llegados a un cierto desarrollo, una idea tan amplia como el anarquismo condujera a esa triple manifestación de vida.

Un movimiento filosófico y social, es decir, de idea y de acción, que se propone hacer tabla rasa de todas las instituciones autoritarias, debía necesariamente dar lugar a esas distinciones que determinan obligatoriamente la variedad de situaciones, de medios y de temperamentos, la diversidad de fuentes de las que beben las innumerables formaciones individuales y la prodigiosa multiplicidad de acontecimientos.

Anarcosindicalismo, comunismo libertario e individualismo anarquista, estas tres corrientes existen y nada ni nadie pueden impedirlo. Cada una de ellas representa una fuerza que no es posible ni deseable derribar. Para convencerse, basta con situarse en el corazón mismo del gigantesco esfuerzo por terminar de arruinar el principio de autoridad. Así, se tiene conciencia del papel indispensable que, en el combate que hay que librar, desempeña cada una de esas tres corrientes.

Las tres corrientes son distintas, pero no opuestas

Ahora tengo tres cuestiones que plantear:

La primera va de los anarcosindicalistas a los comunistas libertarios y a los individualistas anarquistas.
La segunda va de los comunistas libertarios a los anarcosindicalistas y los individualistas anarquistas.
La tercera va de los individualistas anarquistas a los anarcosindicalistas y los comunistas libertarios.

He aquí la primera:

"Considerado como movimiento social y acción popular, el anarquismo, cuando se enfrente a la hora en que, inevitablemente, librará con el mundo capitalista y autoritario el asalto decisivo que expresamos con estas palabras, Revolución Social, ¿puede prescindir de la participación de las masas que agrupan en su seno, en el terreno del trabajo, a las organizaciones sindicales?

Creo que sería una locura esperar la victoria sin la participación en la conmoción liberadora -participación activa, eficaz, brutal y persistente- de esas masas trabajadoras, más interesadas en bloque que nadie en la transformación social.

No digo ni pienso que, en previsión de la necesaria colaboración, en período de fermentación y de acción revolucionarias, de las fuerzas sindicalistas y las fuerzas anarquistas, las unas y las otras deberán unirse a partir de ahora, asociarse, confundirse, formar un todo homogéneo y compacto. Pero pienso y digo, como mi viejo amigo Malatesta:

Los anarquistas deben reconocer la utilidad e importancia del movimiento sindical, deben favorecer su desarrollo y constituir una de las palancas de su acción, esforzándose por conseguir la cooperación del sindicalismo y de las otras fuerzas del progreso con una revolución social que comporta la supresión de las clases, la libertad total, la igualdad, la paz y la solidaridad entre todos los seres humanos. Pero sería una ilusión funesta creer, como muchos creen, que el movimiento obrero llevará de por sí, en virtud de su propia naturaleza, a una revolución. Al contrario: en todos los movimientos fundados sobre intereses materiales e inmediatos (y no se puede establecer sobre otros fundamentos un amplio movimiento obrero) es necesario el fermento, el empujón, la obra concertada de hombres e ideas que combatan y se sacrifiquen por un ideal venidero. Sin esa palanca, todo movimiento tiende a condiciones mejores. A menudo, las nuevas clases privilegiadas se adaptan fatalmente a las circunstancias, engendran el espíritu conservador, el temor a los cambios entre quienes han conseguido mejores condiciones; a menudo se crean nuevas clases privilegiadas que se esfuerzan por apoyar y hacer consolidar el estado de cosas que habría que derribar.

De ahí la necesidad urgente de organizaciones propiamente anarquistas que, tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos, luchen por la realización total del anarquismo y traten de esterilizar todos los gérmenes de corrupción y de reacción.

Ya lo vemos: no se trata ya de ligar orgánicamente el movimiento anarquista al movimiento sindicalista; no es cuestión de actuar, tanto desde dentro como desde fuera de los sindicatos, en pro de la realización total del ideal anarquista.

Y yo pregunto a los comunistas libertarios y a los individualistas anarquistas ¿qué razones de principio o de hecho, razones esenciales, pueden oponer a un anarcosindicalismo así concebido y practicado?

Esta es la segunda cuestión:

"Enemigo irreductible de la explotación del hombre por el hombre, engendrada por el régimen capitalista, y de la dominación del hombre sobre el hombre, propiciados por el Estado, ¿puede el anarquismo concebir la supresión efectiva y total de la primera sin la supresión del régimen capitalista y la puesta en común (el comunismo libertario) de los medios de producción, de transporte y de intercambio? ¿Y puede concebir la abolición total de la segunda sin la abolición definitiva del Estado y de todas las instituciones que de él se desprenden?"

Y pregunto a los anarcosindicalistas y a los individualistas anarquistas cuáles son las razones de principio o de hecho, razones fundamentales, que pueden oponer a un comunismo libertario así concebido y practicado.

Esta es la tercera cuestión:

"El anarquismo, al ser, por una parte, la expresión más alta y más pura de la reacción del individuo contra la opresión política, económica y moral que hacen pesar sobre él todas las instituciones autoritarias y, por otra parte, la afirmación más firme y precisa del derecho de todo individuo a su desarrollo integral por la satisfacción de sus necesidades en todos los terrenos, ¿puede concebir la realización efectiva y total de esta reacción y de esta afirmación por un medio mejor que el de una cultura individual creada en lo posible en el seno de una transformación social, quebrando todos los engranajes de represión?"

Y yo pregunto a los anarcosindicalistas y a los comunistas libertarios cuáles son las razones de principio o de hecho, razones fundamentales, que pueden oponer a un individualismo anarquista así concebido y practicado. Esas tres corrientes están llamadas a combinarse.

La síntesis anarquista


De todo lo que precede y, especialmente, de las tres cuestiones anteriores, resulta que:

1. Esas tres corrientes -anarcosindicalismo, comunismo libertario e individualismo anarquista- corrientes distintas, pero no contradictorias, no tienen nada que las haga irreconciliables, nada que las haga oponerse sustancialmente, nada que proclame su incompatibilidad, nada que les impida vivir en buena inteligencia, concertarse para una propaganda y una acción comunes.

2. La existencia de esas tres corrientes no solamente no sabría, de ninguna manera ni en ningún grado, perjudicar al anarquismo, movimiento filosófico y social planteado, como conviene, en todo su esplendor, sino que además puede y, lógicamente debe, contribuir a la fuerza de conjunto del anarquismo.

3. Cada una de esas corrientes tiene su lugar señalado, su papel, su misión en el seno del movimiento social ancho y profundo que, bajo el nombre de "anarquismo", tiene por objeto la instauración de un medio social que asegure a todos y a cada uno el máximo de bienestar y de libertad.

4. En esas condiciones, el anarquismo puede asimilarse a lo que, en química, se llama un cuerpo compuesto, es decir, un cuerpo formado por la combinación de varios elementos. Ese cuerpo compuesto está constituido por la combinación de esos tres elementos: el anarcosindicalismo, el comunismo libertario y el individualismo anarquista. Su fórmula química podría ser S.2, C.2, I.2. Según los acontecimientos, los medios, las múltiples fuentes de las que se nutren las corrientes que componen el anarquismo, la dosis de esos tres elementos variará. Analizándolo, la experimentación revela esas dosis; en la síntesis, el cuerpo compuesto se reforma. La fórmula puede alcanzar proporciones variables, local, regional, nacional o internacionalmente. Pero siempre esos tres elementos -anarcosindicalista, comunista libertario e individualista anarquista- están hechos para combinarse y constituir lo que yo llamo la "síntesis anarquista".

¿Cómo es posible que la existencia de esas tres corrientes haya debilitado el movimiento anarquista?

Llegada mi demostración a este punto, hay que preguntarse cómo puede ser que, en estos últimos años sobre todo, en Francia especialmente, la existencia de esos tres elementos anarquistas, lejos de haber fortalecido el movimiento libertario, haya tenido por resultado su debilitación.

Y este problema, planteado en términos claros, tiene que ser estudiado y resuelto de manera igualmente límpida. La respuesta es fácil, pero exige por parte de todos una gran lealtad.

Yo digo que no es la existencia de esos tres elementos -anarcosindicalismo, comunismo libertario y anarquismo individualista- la que ha causado la debilidad o, más exactamente, el debilitamiento relativo del pensamiento y de la acción anarquistas, sino únicamente la posición que han tomado unos y otros en relación a los demás: posición de guerra abierta, encarnizada, implacable.

Cada fracción, en el curso de esos nefastos enfrentamientos, ha desplegado la misma mala voluntad. Cada una se las ha ingeniado para desnaturalizar las tesis de las otras dos, para ridiculizar sus afirmaciones y negaciones, para hinchar o atenuar las líneas esenciales hasta hacer de ellas una caricatura odiosa. Cada tendencia ha dirigido contra las otras las maniobras más pérfidas y se ha servido de las armas más mortíferas.

Si, a falta de un acuerdo entre ellas, al menos se hubieran puesto a guerrear con menos rabia las unas contra las otras, si la actividad consumida en luchar se hubiera destinado a batallar, aunque fuera por separado, contra el enemigo común, el movimiento anarquista de este país habría adquirido, con el favor de las circunstancias, una amplitud considerable, una fuerza sorprendente.

Pero la guerra intestina, de tendencia contra tendencia, a menudo incluso de personalidad contra personalidad, lo ha envenenado todo, lo ha corrompido, viciado, esterilizado; incluso las campañas, que habría debido agrupar en torno a nuestros ideales los corazones y conciencias desprovistos de libertad y de justicia que son, en los medios populares sobre todo, mucho menos raros de lo que se desearía.

Cada corriente ha escupido, baboseado y vomitado sobre sus corrientes vecinas, con el fin de ensuciarlas y hacer creer que la única limpia era la suya.

Y, ante ese lamentable espectáculo de divisiones y actuaciones odiosas, que suscitaban de una parte a otra nuestros grupos, tanto unos como otros se han vaciado de lo mejor de su contenido y sus fuerzas se han agotado unas contra otras en lugar de unirse en la batalla que hay que librar contra el enemigo común: el principio de la autoridad. Esa es la única verdad.

El mal y el remedio


El mal es grande: puede, y debe, ser sólo pasajero, y el remedio está a nuestro alcance. Quienes hayan leído atentamente y sin tomar partido las líneas precedentes lo adivinarán sin esfuerzo: el remedio consiste en penetrarse de la idea de la síntesis anarquista y aplicarla cuanto antes y lo mejor posible.

¿De qué sufre el movimiento anarquista? De la guerra que han mantenido los tres elementos que lo componen. Si por su origen, carácter, métodos de propaganda, organización y acción, estos elementos se ven condenados a enfrentarse, la solución que propongo no sirve para nada; sería inaplicable; sería inoperante; abstengámonos de emplearla y busquemos otra.

Si, por el contrario, la oposición no existe y, con más razón, si los elementos -anarcosindicalista, comunista libertario e individualista anarquista- están hechos para combinarse y formar una especie de síntesis anarquista, habrá que intentar su realización, y no mañana sino hoy.

No he descubierto ni propongo nada nuevo: Luigi Fabbri y otros compañeros rusos (Volin, Flechin, Mollie Steimer) con los que he charlado mucho estos días, me han confirmado que este intento de realización se ha llevado a cabo en Italia, en el seno de la Unión Anarquista Italiana, y en Ucrania, en el seno de Nabat, y que esas dos tentativas han dado los mejores resultados, que solas han roto el triunfo del fascismo en Italia y la victoria del bolchevismo en Ucrania.

En Francia existen, como un poco por todas partes, numerosos grupos que ya han aplicado y aplican corrientemente los datos de la síntesis anarquista (no voy a citar ninguno para no omitir alguno), grupos en los que los anarcosindicalistas, comunistas libertarios e individualistas anarquistas trabajan en armonía, y estos grupos no son los menos numerosos ni los menos activos.

Estos hechos (y podría citar otros) demuestran que la aplicación de la síntesis es posible. No digo ni pienso que pueda hacerse sin lentitud ni dificultades. Como todo lo nuevo, chocará con la incomprensión, la resistencia e incluso la hostilidad. Si hay que mantenerse impasible, nos mantendremos; si hay que resistir a las críticas y a las malas intenciones, resistiremos. Somos conscientes de que la solución está ahí y estamos seguros de que, tarde o temprano, los anarquistas llegarán. Por eso no nos dejamos desanimar.

Lo que, en circunstancias memorables, se ha hecho en Italia, en España o en Ucrania, lo que se ha hecho en varias localidades de Francia, podrá hacerse y, bajo el empuje de los acontecimientos, se hará en todo el país.

Primera Conferencia de las Organizaciones Anarquistas de Ukrania [sic] "Nabat" DECLARACIÓN Y RESOLUCIONES

documento para la historia del anarquismo en la Revolución Rusa
Editorial La Protesta
Buenos Aires, 1922 [Paginación de la edición argentina]

[Nota técnica : en el texto “Ukrania” se ha corregido como “Ucrania” y “bolcheviqui” por “bolchevique”, “conferencia” por Conferencia, asicomo “fué, dió, etc.”]

[Las pocas partes no traducidas del ruso están entre [], una corrección igualmente]


Introducción

Dos hechos descollantes hay en la revolución rusa que los anarquistas tenemos el deber de esclarecer y de reivindicar contra la difamación y las calumnias sistemáticas del gobierno ruso: el movimiento anarquista de Ucrania y la insurrección de Kronstadt. Esos dos hechos constituyen la más formidable de las requisitorias contra el bolcheviquismo y la táctica autoritaria de la revolución. Con la publicación de este folleto, traducido expresamente para LA PROTESTA, del ruso, nos proponemos señalar a los trabajadores el espíritu que orientaba al calumniado movimiento de los anarquista de Ucrania.

¡Estos son los "bandoleros" a quienes llenaron de lodo los gobernantes rusos! ¡Estos son los "contrarrevolucionarios" a quienes infamaron. canallescamente los sacerdotes moscovitas del marxismo ortodoxo! Son los mismos que engrosaron las filas heróicas del makhnovismo! Son los que al grito de " !Viva la anarquía!" vencieron a los Denikin y a los Petlura y a los Wrangel y reivindicaban la libertad de los soviets contra el avasallamiento centralista del gobierno de Moscú. Son los más fieles intérpretes de la naturaleza anárquica de la gran revolución rusa. / - p. 3 -

A los compañeros El movimiento revolucionario en Ucrania, paralizado momentáneamente por la invasión alemana en la primavera de este año, no pudo ser aniquilado por completo. La población no se dio clara cuenta de las consecuencias de la conquista del país por los austro-alemanes, y no demostró por consiguiente, una resistencia suficientemente vigorosa a su intromisión ; la población de Ucrania inició los preparativos de la sublevación, tan pronto como comprendió la naturaleza del cambio producido. Bajo el silbido de las disciplinas puestas en manos de la burguesía ucraniana por el militarismo alemán, que martirizaban el cuerpo ensangrentado del campesino insumiso, nació, creció y fortificóse el pensamiento de la necesidad de un nuevo cambio, de una nueva etapa de la revolución. Las tentativas de la reiniciación y prosecución de la revolución en Ucrania se hacen ya por la población en los momentos actuales.

El éxito de la revolución en Ucrania depende, indudablemente, del éxito de la revolución internacional, cuyo incendio invade cada vez nuevos paises. Pero a su vez puede la revolución en Ucrania influir, en gran parte, en el carácter de la revolución internacional. Mientras la revolución en los diversos países lleva todavía el carácter político-partidista, conduciendo, de esta manera, al fortalecimiento momentáneo del bolcheviquismo en la escala mundial - de cuya impotencia creadora no está aún convencido el proletariado mundial - Ucrania ya pasó el régimen bolchevique, lo ha experimentado en sí misma y más o menos ha sentido su incapacidad para reconstruir y cimentar la sociedad en los principios de la libertad integral y la igualdad económica. Y este he / - p. 5 - cho nos hace pensar que la revolución próxima en Ucrania podrá desde un principio dirigirse por el camino de la creación de las masas sin partido; convirtiéndose en revolución social, que deberá crear inevitablemente el régimen anarquista comunista. La potencia, vitalidad, fecundidad e invencibilidad de la revolución, que se dirija por este camino, será un ejemplo, digno de ser imitado, para los demás países, influyendo con ello mismo en el carácter de la revolución internacional, impulsándola por el camino de la revolución anárquica.

Estas conclusiones, obligaron a los compañeros que trabajan en Ucrania, a pensar en el modo más serio de encaminar su actividad, en el momento presente, para que ella no resulte estéril, como sucedió hasta ahora casi en todas partes. Es evidente que si no queremos que la revolución fracase, es necesario determinar, con toda precisión, el papel que tienen que llenar los anarquistas en el proceso revolucionario. Se hizo de necesidad imprescindible determinar clara e inequívocamente el objeto que persigue el movimiento anarquista y hallar los medios apropiados para la consecución del objeto perseguido, encontrar aquellos medios del trabajo práctico, que nos den la posibilidad de transportar nuestra actividad de la región critíco-destructiva a la región creadora y constructiva. Se hizo indiscutiblemen te necesario llenar tres exigencias, puestas al movimiento anarquista por la misma vida:

1) delimitarse bien distintamente de aquellos elementos, que bajo la bandera dei anarquismo pescan en río revuelto, los cuales, de una o de otra manera, se anexaron al movimiento anarquista, persiguiendo los fines más distintos y que nada tienen que ver con el objeto que nuestro movimiento persigue;

2) el minucioso conocimiento del anarquismo, como de una doctrina que se presenta como resultado de la investigación, generalización, profundización y sistematización, que aparecen en todos los tiempos de la historia de las aspiraciones instintivas e indefinidas de los desposeídos a la reconstrucción de la sociedad en los principios de la, justicia, - para aquellos compañeros que quieren, real y sinceramente, trabajar en la obra dei desarrollo del movimiento anarquista, pero que no tienen una clara concepción sobre el anar / - p . 6 - quismo, cómo de una forma determinada de organización de la vida social;

3) organizar todas las fuerzas vivas del anarquismo, unir a los partidarios de distintas corrientes anarquistas, juntar para el trabajo común a todos los anarquistas, los cuales quieren tomar seriamente parte activa en la revolución social y anarquista a desencadenarse, revolución que se concibe como un proceso de creación, más o menos prolongado, de nuevas formas de la vida social por las masas organizadas.

El grupo iniciador de anarquistas de Ucrania, Nabat, viendo la efectividad de aspiraciones análogas en organizaciones de anarquistas, que actúan en distintas partes de Ucrania, tomó la iniciativa de llamar a la primera confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania Después de una serie de trabajos preparatorios, minuciosa elaboración de la orden del día y gira por Ucrania de los miembros del grupo iniciador, dando a conocer el congreso a realizarse y los problemas a resolver, realizóse la Conferencia, empezando sus deliberaciones el 12 y terminando el 16 de noviembre.

A la Conferencia asistieron los delegados de las siguientes organizaciones anarquistas:

Del grupo de los anarquistas de Alejandrovsk. 1, de tendencia: A. C. (= Anarquista Comunista, nota del traductor NDT). Del grupo de los anarquistas de Sernoff, 1, de tendencia: A. C. De la Federación de Elisabetgrad. 1, de tendencia: A. S. (Anarquista Sindicalista NDT) Del grupo iniciador redacción del Nabat, 4, de tendencia: 3 A. S. C. y 1 A. C. Del grupo de Kamenez-Padolsk, 1, de tendencia A. C. Del grupo del departamento Kam. Padolsk, 1, de tendencia: A. C. De la Asociación de Kieff, 7, de tendencia : A. -C. Del grupo-de Konotop, 2, de tendencia: A. C. Del grupo volante para la organización del terror y sublevación en Ucrania, 1, de tendencia : A. C. Del grupo de Nicolaieff, 1, de tendencia : A. S. C. Del grupo de Khakoff, 1, de tendencia: A. S. C. y cinco compañeros transeuntes, de los cuales uno era A. S. y-los cuatro restantes: A. C.

El delegado de la federación de Odesa (A. C.) vino por razones particulares,` después de la Conferencia, y se adhirió a todas las resoluciones tomadas. Los delegados que se esperaban de Ekaterinoslav; Kre / - p. 7 - menchug y Chernigoff no llegaron a la Conferencia.

De acuerdo con los problemas a resolver, elaboró el grupo iniciador una orden del día la cual, después de algunos agregados, quedó aceptada por la Conferencia, como sigue: [Informe de actividad] II Apreciación de la situación creada: a) De la situación internacional; b) De la situación rusa en general; c) De la situación de Ucrania.

III Movimiento de sublevación: a) Participación en los comités de guerra -revoluciovarios; b) Participación en los batallones de sublevados; c) Terror politico y económico (de fábrica y rural) ; d) Organización de la Cruz Negra.

IV Movimiento anarquista: a) Condiciones del trabajo anarquista en conjunto. Fines y medios del movimiento anarquista. Régimen transitorio. Soviets y autoridad de los mismos. Comités de fábricas y usinas. Uniones profesionales e industriales. Cooperativas. Comunas de Campesinos. b) Organización: grupos, federaciones, confederaciones; c) Agitación y propaganda: trabajo cultural-educativo. Periódico. Edición. d) Medios: cuotas de miembros, subsidios, expropiaciones. e) Organización del movimiento anarquista de toda Rusia.

V Lucha contra el mal empleo del nombre "anarquismo". a) Posesionamiento. Expropiaciones.

VI Varios.

[Listas de las resoluciones definitivamente adoptadas]

Declaración sobre las condiciones de trabajo en común de los anarquistas

Resolución adoptada por la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania, convocada a iniciativa del grupo anarquista de Ucrania Nabat y que tuvo lugar del 12 al 16 de noviembre de 1918

I -Informe de actividad

II -Análisis de la situación creada : internacional, rusa y ucraniana

III -El movimiento insurreccional

IV -El movimiento anarquista (ver la “ Declaración sobre ...anarquistas ”)

V -Nuestras relaciones con las organizaciones económica y políticas existentes

VI -Organización interna de los anarquistas [1) Objetivo de la organización ; 2) Constitución de la organización ; 3) Forma de la organización ; 4) Disciplina ; 5) Grupos de combate ; 6) Nombre de la organización.]

VII -La agitación y la propaganda

VIII -Los medions

IX - Organización del movimiento anarquista ruso

X -Lucha contra el abusivo del nombre anarquista

[Aparentemente el punto “ Varios ” no fue tratado]

Todos los asuntos indicados fueron considerados de la manera más acabada. Todas las resoluciones tomadas lo fueron por unanimidad. Fue creada en la Conferencia la Confederación de las Organizaciones Anarquistas / - p. 8 - de Ucrania, Nabat, eligiéndose el secretariado de la Confederación, compuesto por seis compañeros.

El punto preponderante de la orden del día y que más preocupó a la Conferencia, fue el problema sobre la obra de los anarquistas en conjunto. Todos los delegados presentes comprendían la necesidad de la unión. Pero nadie de ellos quería llegar a la unificación por el camino del silenciamiento de los problemas fundamentales o mediante compromisos en el terreno de los principios. Todos reconocían que la unión obtenida a este precio sería sumamente inestable, que resultaría pompa de jabón, castillo de naipes, que se derrumbaría al menor soplo de la realidad. De ahí que la Conferencia no tratase de suavizar las divergencias, de no ahogarlas, por el contrario, las descubría, las discutía minuciosamente, deshaciéndolas hasta los menores detalles. Y solamente después de que en las cuesciónes teóricas abstractas generales fue introducido un contenido vivo y real, quedó en claro que las divergencias que hasta ahora separaban a los anarquistas no existan más que en su imaginación, pero en manera alguna en la realidad. Los problemas irresolubles resultaron ser molinos de viento, para abatir a los cuales gastaron los anarquistas exceso de fuerza, de energía y de tiempo. La Conferencia reconocíó la posibilidad y necesidad de la unión y adoptó por unanimidad la declaración que esboza el tipo del anarquismo único.

La unificación de los anarquistas que trabajan en Ucrania, realizóse con suma facilidad, porque el trabajo vivo en el país reclamaba imperiosamente esta unión. Sabemos de antemano que parte de los compañeros consideran el hecho realizado de la unificación muy negativamente. Pero esto no nos confunde en lo más mínimo, porque sabemos también que estos compañeros están apartados de la realidad. Lejos del contacto con la vida, se queman ellos en su propio fuego, enredándose inútilmente en construcciones filosóficas caducas. Apreciando más la frase y la fórmula que el contenido y el fondo, y condenados por ende a vagar en el círculo encantado, han muerto sin esperanza para el movimiento anarquista. Pero todas los compañeros, que con seriedad se dedican al problema de la participación / - p. 9 - de los anarquistas en la revolución, pueden únicamente saludar con júbilo la cancelación definitiva del problema del trabajo en conjunto; resolución que encontró su expresión en la declaración de la Conferencia, y que abre de esta manera una nueva era en el movimiento anarquista.

Por lo pronto no se ha conseguido la unión más que para el movimiento anarquista en Ucrania. Pero la Conferencia no se limitó a esto solo. El secretariado de la Confederación quedó encargado de iniciar los trabajos para la unificación del movimiento anarquista en toda Rusia y después en el mundo entero. La creación de un movimiento anarquista internacional único, he ahí el problema vital, para la realización del cual dio el primer paso la primera Conferencia de las organizaciones anarquistas de Ucrania. Y todo compañero serio, sincero y leal, no puede menos que desear que los pasos sucesivos en esta dirección, tengan tanto éxito como el primero, y que los anarquistas unidos de todo el mundo puedan hacer lo que les sea posible, para el triunfo de la revolución social a desencadenarse, la cual, con la creación de un nuevo mundo de justicia, destruirá el viejo mundo de opresión y violencia.

El Secretariado de la Confederación de las organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat. (Aceptado por unanimidad por la primer Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania en la sesión del 16 de noviembre de 1918).

[Declaración] sobre las condiciones del trabajo en conjunto de los anarquistas [adoptada por unanimidad por la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania en la sesión del 16 de noviembre de 1918]

El reinado universal de la esclavitud, la ignorancia y el estancamiento, que predominó en las relaciones sociales y en la convivencia de la humanidad, - debido a toda una serie de causas - durante miles de años, empieza a derrumbarse. Tiende radicalmente, al mismo / - p. 10 - tiempo, a convertirse en reinado universal de la libre unión y el trabajo voluntario, de la luz y el movimiento creador en general. La humanidad entra ahora en la época de esta conmovedora y gigantesca destrucción creadora: en la época de la gran Revolución.

Una vez iniciada esta revolución - debido a las condiciones excepcionales en las que se desenvuelve - tiene grandes probabilidades de abarcar, en un porvenir más o menos próximo, todos los países, volviéndose, de esta manera, verdaderamente universal, y por ende, firme y definitivamente victoriosa. La victoria definitiva de la revolución universal - cualesquiera que sean las formas primarias que adoptara esta revolución - en los distintos países -, significará su imprescindible transformación ulterior en revolución social.

El inconmensurablemente importante y sobresaliente fondo del proceso de la revolución universal que de esta manera se perfila consista en que este proceso, a medida que se va realizando, significa el principio de la evolución consecuente de la humanidad: el amplio movimiento de las masas y convivencia humana en dirección a las formas más completas de la sociabilidad, al más amplio y multiforme desarrollo de cada individualidad humana, a la consecución de toda la armonía ideal posible entre la sociedad, como medio - como base material indispensable - y el individuo, como fin, como el tesoro más preciado de la creación y de la realización espiritual de la humanidad.

Aunque la historia de las sociedades humanas era, hasta ahora, (en cierto - bastante relativo - sentido de la palabra y en cierto - bastante débil - grado) movimiento de avance, fue, sin embargo, este proceso de avance en todo momento tan estrecho, ligado, oculto, limitado, deformado y alcanzaba a un número de hombres tan reducido y tan comparativamente insignificante, que - desde el punto de vista del movimiento de las formas de convivencia social de millones de seres humanos, desde el punto de vista general histórico, mundial y humano - aparecía este avance en realidad casi como "marcando el paso", casi inmóvil.

Ahora se abre por fin la posibilidad de evolución íntegra, amplia, abierta y libremente humana; - la evo / - p. 11 - lución de las masas, de las agrupaciones- y de las individualidades.

Por fin emprende la humanidad resueltamente el camino. Por fin empieza a caminar. Por fin se encuentra en el estado de movimiento general, incesante y creador.

No es difícil - con más o menos dosis de verosimilitud, - prever las fases más próximas, las formas y la naturaleza de este gran movimiento. Consecuentemente (ya por el tempestuoso avance desolador, ya por el crecimiento de la conciencia y por la tranquila actividad creadora), venciendo todas las dificultades, obstáculos y errores que se le opongan en su camino (la resistencia de la burguesía y de la contrarrevolución; el estancamiento del conglomerado político-estatal "socialista-comunista", impotente para la creación, introducido por los partidos políticos extremos, tenderán implacablemente las innumerables masas laboriosas a crear ahora ellas mismas "su" asociación libre, real y consiguientemente fecunda, por el camino de la edificación de clases (y no partidaria), económica (y no política) de una unión viva, armoniosa y que abarque a todas las infinitamente multiformes organizaciones de la humanidad trabajadora, productora y consumidora.

Así, a la par que con la consecuente destrucción y anulación de la asociación artificial y autoritaria (imperialista-burguesa y socialista-estatal), convivencia impotente para destruir de hecho el viejo régimen y construir el nuevo, e incapaz de satisfacer las aspiraciones y exigencias de las masas en liberación - el pueblo. una vez conmovido, se verá en la necesidad de crear por su propia cuenta una asociación realmente nueva, auténticamente comunista, basada y ligada económicamente, sin autoridad. La misma vida los conducirá a la necesidad de esta forma de organización. Porque sentirán y comprenderán inevitablemente que, en caso contrarío; su obra está condenada a perecer.

Todo este proceso del derrumbamiento de la forma de convivencla político-autoritaria (la capitalista-burguesa o pseudo-comunista) y su paulatina suplantación creadora por una forma nueva, económica-popular, anti / - p. 12 - autoritaria, auténticamente comunista, - incluso la llegada de la era del tranquilo desarrollo ulterior de la nueva organización social definitivamente formada -es lo que llamamos revolución social. (Toda otra revolución, puede únicamente tener una mezcla más o menos grande de contenido social). Y afirmamos, que la revolución social puede realizarse (si posee suficientes fuerzas objetivas) solamente en estas formas y únicamente por este camino, - o no se realizará, y será, al final de cuentas, aplastada (o sea, terminada en un fracaso y en la resurrección - bajo unas u otras formas del régimen capitalista-burgués). O la revolución social, destruyendo y venciendo las formas revolucionarias pervertidas y desarrollándose incesantemente, hallará, a pesar de todos los obstáculos, su auténtica antes descripta forma, o la revolución social no se realizará.

De esta manera es evidente que la revolución social es un proceso destructivo-constructivo (revolucionarlo-evolucionista) más o menos largo, únicamente realizable mediante la intervención en el mismo del amplio movimiento de grandes masas populares que vencen los obstáculos, destruyen las vallas, subsanan los errores, y que se encaminan - poco a poco - por el camino verdadero de la construcción social y que crean nuevos modos de convivencia entre los hombres.

Es también evidente, que en su parte creadora es el proceso éste la germinación, el desarrollo, fortalecimiento y unificación de una manera real de organizaciones de trabajo y económicas, que tomarán en sus manos - o sea bajo su vigilancia y administración - tanto todos los medios, materiales y herramientas de labor, como también la organización de la nueva producción, el consumo, transporte y cambio de productos.

Es indudable que un problema tan colosal como la creación - sobre lo destruido - de una nueva agricultura, de una nueva industria, de un nuevo intercambio, transporte, comercio, etc., pueden únicamente realizarlo las masas rurales y ciudadanas bien organizadas y estrechamente ligadas entre sí.

Y es, finalmente, claro que el fondo de todo este proceso no puede ser otra cosa más que una aspiración tenaz, profundamente real y consciente y el principio / - p. 13 - de la creación de la convivencia libre, sin autoridad, económicamente igualitaria y libremente organizada.

Si ahora intentáramos hacer un esbozo de la comuna anarquista y de su composición, resultaría que este cuadro estaría en concordancia con todo lo que hemos expuesto hasta aquí. Y quedaría en claro para nosotros, que todo el proceso que veníamos exponiendo y su resultado directo - que venía creciendo a medida del desarrollo del, mismo proceso - no es otra cosa que la construcción inmediata de la comuna anarquista y la comuna anarquista misma.

En realidad, ¿qué es en el fondo la construcción de una ciudad-comuna sino la creación correspondiente de una red potente de organizaciones económico-sociales (de trabajo, de producción y de consumo), las cuales, creciendo, ampliándose e integrándose, buscan de unirse, en los principios de la unión igualitaria y sin autoridad, toda la población de la ciudad, tomando bajo su administración y asegurándole los medios de subsistancia? ¿Qué es la misma ciudad-comuna sino un gran mecanismo administrativo, puesto en movimiento por la libre e incesante actividad creadora de la población, unida sin imposición en innumerables uniones económicas, que posee en común todas las herramientas del trabajo, que produce, consume y exporta al exterior - los materiales sobrantes?

No cuesta más ver que también la aldea - en el mismo proceso de la revolución social - se verá en la necesidad ineludible de abocarse a la construcción (o la libre asociación comunal sin autoridad o sea, de la comuna anarquista, que poseerá la tierra y los útiles de labranza, de acuerdo a los principios comunistas y que organizará su trabajo sobre bases comunistas. El análisis más superficial nos muestra que sin estas condiciones no puede la pobreza campesina ni trabajar como es debido la nueva tierra, ni sacar de ella todo lo necesario, ni encauzar un intercambio regular de productos con la ciudad-comuna. En este proceso de comunización de la aldea será rápidamente absorbida la parte más rica de los campesinos, ya sea quitándoles la tierra y las herramientas comunales, como también por su adhesión voluntaria; convirtiéndose, de esta manera, también la / - p. 14 - aldea, directamente y en corto espacio de tiempo (durante el proceso de la revolución social) en aldea-comuna.

La necesidad efectiva de un ligamiento estrecho y de un intercambio mutuo de mercaderías no tardará en crear uniones sólidas de aldeas-comunas con las ciudades-comunas, o sea, nada menos que la libre federación de las comunas de ciudades y aldeas.

Resumiendo: el mismo proceso de la revolución social - destructivo, por cuanto destruye las viejas y mentirosas formas de organización -, aparece, en su parte creadora, desde un principio, anarcocomunista por su contenido, no pudiendo ser de otra manera. La revolución social es ya de por sí el proceso de construcción de la comuna anarquista. Su principio es el principio de esta construcción, el principio de la formación de la comuna anarquista.

La conclusión que sacamos es clara: no cabe discusión alguna sobre "periodo transitorio" alguno entre el "capitalismo destruido" y el "régimen anarquista". En realidad no hay tal periodo transitorio. No bien empezamos a representarnos la construcción de la comuna anarquista, cuando ante nosotros se levanta el lado creador de la misma revolución social, no habiendo donde meter esta pretendida época intermedia entre el final de la revolución social y el principio del régimen anarquista. El paso desde el momento del derrumbamiento del régimen capitalista burgués al comunismo anárquico no es el "estado transitorio", sino el principio inmediato de la construcción de la misma comuna anarquista El dominio temporal del partido político no puede en manera alguna considerarse "estado transitorio" y entra correlativamente en el trabajo de los anarquistas. Esto no es aún la revolución social. En realidad es continuación y remate de la revolución política, la cual, o hará sucumbir toda la revolución, o será desechada y suplantada por la revolución social. La tempestad aun no amaina. Tranquilidad no hay, no pudiéndose hablar de ningún periodo transitorio. Si el bolchevismo sale vencedor en la lucha, se iniciará pronto la revolución social (o sea, la anarquista comunista), la impotencia creadora del bolcheviquismo (del parti / - p. 15 - do) hará que las masas lo abandonen. La actividad propia creadora de las masas que prosiguen la revolución integral las sacará del camino amplio de la construcción anarquista comunista. [Por supuesto aquí aparece un error. El texto ruso es "La actividad creadora continua de las masas sin dañar a la revolución, las conducirá por la amplia vía de edificación del anarcocomunismo. "]

La revolución social puede no realizarse. Pero en la revolución social (dado el caso que se produzca) no hay lugar para el "período transitorio".

La adaptación de este axioma es la primera condición indispensable para que las corrientes anarquistas antagónicas puedan, al fin, darse la mano y laborar en conjunto.

Pues, siendo anarcocomunista por su contenido, deberá ser, como hemos visto, la revolución social, por el principio de organización que germina dentro de ella, eminentemente "sindicalista" (partiendo del principio de la organización de las masas) por su método de organización. Únicamente la masa organizada, mediante la creación, afianzamiento y conjunción de sus organizaciones de clase, es capaz de resolver el gran problema creador de la revolución social, la construcción de la comuna anarquista.

Precisamente como método de organización es como hay que interpretar la palabra sindicalismo, del anarcosindicalismo ruso, y reconocer que sin la acción conjunta de las organizaciones de las masas (las cuales, durante la revolución social, se convertirán inevitablemente en revolucionarias), es imposible resolver el problema de la revolución social, es imposible socializar, organizar y asegurar el nuevo aparato económico.

El reconocimiento de esta particularidad es la segunda condición de la posibilidad del trabajo de los anarquistas en conjunto.

[Observemos de paso, que todo lo expuesto antes permite afirmar con fuerza otras dos posturas, reconocidas hace tiempo por todos los pensadores anarquistas :

1) La revolución social y la construcción de la comuna anarquista son un trabajo organizacional y creador, y en una gran medida constructivo, y no un proceso espontáneo insurreccional.

2) La revolución social no podrá ser llevada a cabo sino por las masas trabajadoras y no por anarquistas (o partidos). El reconocimiento de estas posturas permitirá también un acercamiento de todos los anarquistas.

Por fin, es indispensable prestar una gran atención a la siguiente condición, el “yo ” individual nunca podrá florecer en el marco de un proceso únicamente material.

La revolución social en sí, como proceso liberador de la vida social de todo lo que obstaculiza su camino y como transformación en unión de comunas libertarias, dará un estímulo poderoso al espíritu de liberación y desarrollo de cada personalidad. La individualidad libre, viviente y creadora, aparecerá y empezará distintamente a plantear sus peticiones, sus intereses y sus aspiraciones. Cada individuo se convencerá enseguida del objetivo prioritario que seguir : la participación activa en la edificación de la nueva sociedad, para orientarla hacia las posibilidades individuales más grandes, para incorporarle la libertad bajo todos sus aspectos; para conseguir de la sociedad que respete cada vez más el tesoro que representa el desarrollo amplio, libre y creador de cada individuo. Y conforme satisfagan las condiciones materiales a todos los miembros de la sociedad, habrá por otra parte la respuesta a todas las necesidades individuales, y por otra (para todos de modo igual) la liberación individual será cada vez más exigida, como meta. Su libre desarrollo es, en efecto, el sentido real de cualquier proceso de la organización social (y su misma existencia).

Sobre la base de todo lo expuesto anteriormente, llegamos a la conclusion de que para el anarquista no hay razón alguna de descartar, en teoría o provisionalmente, el individualismo del comunismo, o el comunismo del sindicalismo. Estimamos que es hora, en definitiva, para todos los verdaderos anarquistas de aceptar y reconocer esta orientación, verdad completamente acabada.

Estos tres elementos (el sindicalismo, el comunismo, y el individualismo) son tres aspectos de un único y mismo proceso la construcción, por el método de la organización de clase de los trabajadores (el sindicalismo), de la sociedad anarcocomunista que no es más que la base material necesaria a la plenitud completa del individuo libre. Estos tres elementos coinciden cronológicamente, y se manifiestan con fuerza desde el inicio de la revolución social.

A esta triple orientación, cualquier anarquista debe estar siempre él mismo preparado en todas las fases, y preparar a los demás.

Por eso afirmamos que el tipo de anarquista, real, completo y fuerte, no debe ser ni particularmente “sindicalista”, ni precisamente “comunista” o específicamente “individualista”. Tiene que ser los tres a la vez. Tiene que ser simple y solamente anarquista. Debe jugar con todos los rayos que representa el sol de la anarquía. Debe crear y actuar con estos tres elementos del anarquismo completo. Debe ser anarco-comunista, aceptando el anarcocomunismo como inmediato, sin ninguna “etapa transitoria”, como base mate-rial organizacional de la nueva sociedad que se construye con el proceso de la revolución social. Y debe ser anarcosindicalista, en el sentido de la aceptación de la organización sin partidos de las masas, porque es la palanca de la edificación de la revolución social. Y debe ser anarcoindividualista, reconociendo que sólo el interés del desarrollo espiritual completo de la individualidad libre justifica este proceso material.

Pensamos que así, hasta los representantes de ciertas categorías del anarcoindividualismo (sino todas) hallaron su lugar en los rangos de los trabajadores anarquistas.

La revolución social puede suceder o no. Pero si ocurre efectivamente, no plantea ninguna duda para nosotros que será anarcocomunista por su forma organizacional, sindicalista por el método, e individualista en sus aspiraciones espirituales. Por ello los anarquistas - que son los apóstoles y los iniciadores de la revolución- se esfuerzan desde hace mucho, en lugar de un inútil distanciamiento recíproco sobre profundas razones, en encontrar un lenguaje común, darse la mano y unirse por un trabajo colectivo a partir de una plateforma de anarquismo único y completo. (adoptado por unanimidad)

[Resoluciones adoptadas en la primera Conferencia de organizaciones anarquistas de Ucrania, a iniciativa del grupo de anarquistas ucranianos Nabat, que tuvo lugar los 12 - 16 de noviembre de 1918

I informe de las delegaciones

Tras escuchar los informes de los delegados de grupos locales, la primera Conferencia de Organizaciones Anarquistas de Ucrania constata :

1) Que grandes masas de la población de Ucrania, bastante decepcionadas durante el momento del régimen estatal y político del partido bolchevique, sienten simpatía y muestran un gran interés por la propaganda anarquista y existe una aceptación extraordinaria de la militancia anarquista;

2) Que el Grupo de Iniciativas de Anarquistas de Ucrania Nabat, poco tiempo después de su formación, echó las bases de un trabajo organizacional para los anarquistas en Ucrania, y que las tareas inmediatas consisten en continuar ampliando y ahondando este trabajo, al participar activamente en el movimiento insurgente en Ucrania contra los enemigos de la revolución;

3) Que ante ciertos aspectos negativos inherentes al movimiento anarquista que se abordan más lejos en las resoluciones sobre la organización, sobre el empleo abusivo de la palabra anarquismo, y sobre las expropiaciones, los mayores obstáculos a la realización de las tareas indispensables indicadas son en la actualidad: la ausencia entre los trabajadores de una concepción clara de las orientaciones anarquistas positivas y creadoras, asicomo la de medios materiales impresicindibles para amplias aplicaciones a largo plazo, y por fin la presencia de conceptos erróneos entre los trabajadores.]

Constatando este déficit considerable en el movimiento anarquista en Ucrania en el momento actual, considera la Conferencia absolutamente indispensable dirigir los más enérgicos esfuerzos para hacer desaparecer paulatinamente los obstáculos indicados y expresar la esperanza en la actividad fecunda en esta dirección del grupo iniciador y las demás organizaciones anarquistas de Ucrania. (Aceptada por unanimidad). / - p. 16 -

II. Apreciación de la situación creada: internacional, rusa en general y ucraniana

Constatando que la mayoría aplastadora de los anarquistas se puso, desde el principio de la guerra mundial, en el punto de vista de la revolución internacional y conceptuaba la guerra como prólogo a la inevitable revolución mundial y posiblemente social; constatando, más adelante, que la extensión de la revolución más allá de Rusia aparece ahora, con el principio de la revolución en Alemania y en otras partes, como un hecho realizado, la Conferencia aprecia la situación creada de la siguiente manera: -1-

a) Una vez pasados los límites de Rusia y empezando a desenvolverse en el plano internacional, tiene la revolución grandes probabilidades de abarcar, en un futuro más o menos próximo, todos los paises, volviéndose, de esta manera, universal, o sea, firme y definitivamente victoriosa.

b) La probable victoria definitiva de la revolución universal - cualesquiera que sean las formas primarias que adopte en los diversos países - asegurará su inevitable transformación ulterior en Revolución social internacional.

c) Una vez iniciada en el plano internacional, tendrá la revolución social grandes probabilidades - no deteniéndose en el funesto callejón sin salida del impotente para la creación, policiaco-estatal socialista-comunista, en implantación por el partido político extremo (bolchevique) - de volver del falso camino del partido polííico y salirse del atolladero al amplio camino creador de la revolución verdaderamente social, impartidista y antiautoritaria, económica y de clase, o sea, revolución anarquistacomunista. [- 2 -]

Colocándose en este punto de vista, considera la Conferencía que el camino recorrido hasta ahora por la revolución rusa, es la primera etapa, el primer salto de la gran revolución, que tiene grandes probabilidades de convertirse en universal, social, y, al final de cuentas, en anarquista.

La Conferencia, cree, que transitoriamente rematada / - p. 17 - por la victoria del partido político-autoritario estatal, quedó la revolución rusa por un tiempo encerrada en un callejón sin salida; quedó parada en un punto muerto. La primera etapa de la gran revolución ha, de esta manera, pasado. Experimentándose esta parálisis temporal, han tenido las masas trabajadoras de Rusia que sentir inevitablemente (y ya lo sienten y reconocen) toda la impotencia para la creación y organización de la revolución autoritaria, politico-partidista y estatal. Y si este debilitamiento de la revolución no la hace, a pesar de todo, volver atrás, es solamente porque están presentes grandes fuerzas objetivo-materiales, que la sostienen temporariamente en este punto muerto y aseguran su ulterior movimiento de avance.

Las revoluciones que actualmente se llevan a cabo en Alemania y otros países centrales (Austria-Hungría, Bulgaria, etc) las considera la Conferencia como la segunda etapa, el segundo salto de la revolución, que tiende a convertirse en universal, social y anarquista.

La Conferencia cree, que aunque esta segunda etapa dará un poderoso impulso al desarrollo ulterior de la revolución internacional, no la sacará sin embargo del atolladero de la revolución politico-estatal, partidista y autoritaria. Antes al contrario: la victoria de la revolución en los países centrales fortalecerá y afianzará momentáneamente el triunfo del partido político extremo (bolchevique).

Recién cuando en la arena de la revolución salgan Francia, Inglaterra, Italia y España, - o sea países con un aparato de partido débilmente desarrollado y en cambio con un fuertemente desenvuelto movimiento impartidista, obrero, de clases y anarquista - iniciaráse la tercera y última etapa fundamental, el tercer salto de la revolución. Únicamente este salto podrá dar a la revolución internacional el vivificante empuje final en dirección a la revolución verdaderamente social y anarquista. Solamente este salto indicará a Rusia, Alemania y otros países, la salida del atolladero creado por la revolución del partido político.

La Conferencia cree que la revolución en Francia, Inglaterra, Italía, España (y después en América y así sucesivamente) se presenta, a pesar de todos los obs / - p. 18 - táculos que pueda oponérsele, inevitable, no siendo más que cuestión de más o menos tiempo.

En lo que se refiere a Ucrania, cree la Conferencia que aquí, en fuerza de condiciones absolutamente excepcionales, es el terreno para la revolución social anarquista extraordinariamente favorable ahora mismo. En Ucrania se presenta la nueva, segunda revolución, después de la enseñanza y experimento de la primera, después de hacer la prueba del régimen del partido político bolchevique. En fuerza a estas condiciones - ya estalle la revolución ucraniana ahora mismo o se desenvuelva después de la lucha con el imperialismo aliado - tendrá esta revolución grandes probabilidades de convertirse rápidamente en verdaderamente social y anarquista e influir, por su parte, de un modo decisivo, en el desarrollo ulterior de la revolución, tanto en Rusia como en el resto del mundo.

Y finalmente, tocante al temor que abrigan algunos compañeros respecto de América, Japón y China, cree la Conferencia : aún en el caso, harto improbable, de la no adhesión inmediata de estas partes del mundo a la revolución internacional y tentativas de ataque á la última, apenas podrán oponerse al proceso de la revolución universal, siendo lo más probable, que tarde o temprano se verán, a su vez absorbidos por el proceso revolucionario.

[- 3 -]

Atendiendo lo antedicho, e incluyendo toda una serie de deducciones teóricas de carácter general, llega la Conferencia a la conclusión siguiente :

Aunque las probabilidades de la contrarrevolución universal, y especialmente las probabilidades de la perversión político-estatal de la revolución, son bastante grandes, son no obstante, extraordinariamente grandes también las probabilidades de la victoria integral y definitiva de la revolución universal, que posee enormes fuerzas objetivas, y su transformación ulterior en revolución auténticamente social y anarquista.

Razón por la cual invitamos á todos los anarquistas rusos y a sus organizadores a que dirijan el máximum de sus emergías sobre los siguientes problemas prácticos más inmediatos:

a) Reanudación inmediata e intensificación de las / - p. 19 - relaciones con los anarquistas de otros países, especialmente con anarquistas, organizaciones anarquistas y obreros de Alemania, Francia e Inglaterra y la más pronta implantación de la agitación anarquista en el plano internacional:

b) Organización inmediata del trabajó anarquista, único y regular en Rusia en la más amplia escala,

y c) La participación más activa en el movimiento de sublevación y revolución en Ucrania, con el fin de fundir la obra puramente de sublevación con el movimiento revolucionario en general de las amplias masas de la población y encauzar uno y otro en el lecho común de la revolución y organización verdaderamente social, anarquista comunista. (Aceptado por unanimidad).

III. SOBRE EL MOVIMIENTO DE SUBLEVACIÓN

Atendiendo:

a) la necesidad de la lucha más activa contra las fuerzas contrarrevolucionarias de toda especie que se enseñorearon en Ucrania y la utilizan como punto de apoyo;

b) la necesidad de introducir, lo más posible, en esta lucha el espiritu anarquista, encauzando, de esta manera, en dirección anarquista la victoria próxima y la organización de las fuerzas de la revolución, reconoce la Conferencia la necesidad de una participación amplia y activa de los anarquistas en el movimiento de sublevación en Ucrania.

Atendiendo la inutilidad o hasta el significado negativo de los batallones puramente anarquistas, de mostrado por la experiencia, reconoce la Conferencia la inutilidad de los mismos.

Tocante a la participación de los anarquistas en toda clase de batallones de sublevados y organizaciones no anarquistas, la Conferencia reconoce:

1) Indispensabilidad de la participación de los anarquistas en los batallones de sublevados de toda especie y, particularmente, en los batallones de sublevados (obreros, campesinos) impartidarios, organizados por los anarquistas; 2) Es posible la participación de los anarquistas en toda clase de organizacion de sublevados (comités re / - p. 20 - volucionarios de guerra, estados mayores, etc.), en las siguientes indicaciones:

a) Los comités revolucionarios de guerra y otras organizaciones similares pueden ser interpretados por los anarquistas únicamente como órganos técnico-ejecutivos (que aparecen como directores dentro de las actividades de operaciones puramente militares), pero bajo ningún punto de vista como órganos administrativos o díspositivos, que plantean - en cualquier forma que sea - el problema de la autoridad o la toman en sus manos;

b) En las organizaciones (comités revol. de guerra, estados mayores, etc.), que llevan carácter de instituciones de partidos políticos y autoritarios, no pueden tomar parte los anarquistas. En las partes donde existieren deben los anarquistas hacer todo lo posible para crear organizaciones análogas impartidarias;

c) Los anarquistas pueden colaborar en organizaciones que no tienen carácter político-partidario ni autoritario. Pero, en el caso de transformación de las organizaciones en las que ellos tomen parte en organizaciones partidario-políticas, deberán los anarquistas abandonarlas y tratar de crear organizaciones análogas impartidarias por separado;

d) Los anarquistas organizarán comités revolucionarios de guerra allá, donde no hubiere ninguno.

Nota. En casos excepcionales - como por ejemplo, en momentos críticos de la lucha, cuando la revolución es decisiva para su salvación - es permitida la participación provisoria de los anarquistas en las organizaciones revolucionario-militares que llevan el carácter de partido político, pero únicamente con fines puramente informativos.

La Conferencia llama la atención especial de los compañeros sobre la necesidad ineludible de:

1) no contentarse, encontrándose en los batallones de organizaciones revolucionario-militares, con ser simple combatiente; sino que consagrar todo su tiempo disponible a la actividad de propaganda, tratando de desarrollar y fortalecer en los miembros de los batallones y organizaciones ideas y hábitos de carácter anarquista; despertar el espíritu de iniciativa y actividad propia, inculcar / - p. 21 - ciertos principios morales y culturales y tratar, finalmente, de ayudar a que se apropien los principios fundamentales del anarquismo y

2) no encerrarse en el círculo estrecho del batallón o de la organización, síno que siempre tender a ligar la vida y la actividad del batallón y de la organización con la vida de la población, tratando por la palabra y el hecho excitar y fortalecer en la población la simpatía a los sublevados, desarrollar en la población una dedicación consciente a ¡a obra de la sublevación, atraer la población al apoyo efectivo de los sublevados y - sobre todo - despertar en la población una simpatía consciente a la idea y organización anarquista,

Esta actividad de los compañeros es sumamente importante, a los fines de preparación de la población trabajadora a utilizar la próxima revolución en el sentido anarquista.

Sobre el terror político y económico En el momento actual de la lucha ilegal y armada de la revolución contra sus violadores en Ucrania, reconoce la Conferencia la necesidad de la aplicación más amplia del terror tanto en el terreno politico como - y especialmente - en el económico, con las miras a ampliarlo hasta las proporciones del terror de las masas. Llama, en esto, la atención de los compañeros sobre la necesidad de observar una conducta extremadamente cuidadosa para con el patriotismo popular.

Sobre la ayuda a los anarquistas perjudicados Atendiendo, que en la lucha ilegal y armada que se está llevando a cabo en Ucrania hay y habrá más vlctimas de esta lucha, recomienda la Conferencia a todas las organizaciones anarquistas en Ucrania destinar fondos especiales para la ayuda de los compañeros perjudicados y a sus familias. (Aceptado por unanimidad).

IV. SOBRE EL MOVIMIENTO ANARQUISTA (Condiciones del trabajo de los anarquistas en conjunto. - Fines y medios del movimiento anarquista. - Régimen transitorio). Véase la declaración correspondiente. / - p. 22 -

V. NUESTRA RELACIÓN PARA CON LAS ORGANIZACIONES ECONÓMICAS POLÍTICAS EXISTENTES (Soviets y el poder de los mismos. - Comités de fábricas y usinas. - Uniones profesionales e Industriales, cooperativas. - Comunas campesinas de labor).

Basándose en las consideraciones generales, expresadas en la declaración, encuentra la Conferencia:

Es totalmente deseable la participación de los anarquistas en toda clase de organizaciones económicas impartidarias, - de ciudades y aldeas - aún desfiguradas, alteradas y debilitadas por la revolución política-partidaria, pero que a pesar de ello, siguen aparentemente el camino inequívoco de la construcción de nuevas formas de vida y que se unen entre sí de abajo arriba, desde las pequeñas organizaciones que germinan en las poblaciones hasta los grandes consejos regionales de organización que abarcan, todas las empresas. Entre estas organizaciones pueden, en el momento actual, ser incluidas las siguientes: Comités de fábricas y usinas y otras organizaciones de fábricas, usinas, ferrocarriles, etc., y sus anexos; los comités de pobreza, comunas campesinas de trabajo y otras organizaciones campesinas y sus anexos. Es sumamente deseable la creación de consejos comunes de las organizaciones económicas de obreros y campesinos.

En lo que se refiere a las cooperativas, es completamente permitido a los anarquistas participar en las mismas; pero, atendiendo su carácter semi-burgués en los momentos actuales la Conferencia recomienda tratarlas con precaución. Las uniones profesionales son consideradas por la Conferencia como una forma envejecida de la organización obrera, incapaz por su propia naturaleza, de desarrollar una acción revolucionaria y crear algo vivo, que no responde a las exigencias de la época y que no merecen, por consiguiente, especial atención.

La unificación de las empresas por industria (uniones industriales) como parte integral con los propuestos consejos de las organizaciones obreras de las empresas / - p. 23 - del esquema común de la construcción económica, de nuevas formas de vida, cree la Conferencia ser bastante adecuada.

Tocante a los consejos de diputados actuales, están tan lejos del tipo del soviet regular, que une a las organizaciones revolucionarias sociales y están tan impregnadas del espíritu del partido, político, burócrata y autoritario, que la Conferencia niega la posibilidad (a excepción, quizás, de algunos - bien pocos - soviets, donde las tendencias autoritarias no son tan evidentes) de la participación en ellos de anarquistas.

La Conferencia llama especialmente la atención de los compañeros sobre los siguientes puntos importantes:

1) En unas o en otras organizaciones, debe el anarquista dirigir continuamente sus esfuerzos para desarrollar en ellas hábitos y principios anarquistas, espíritu anarquista y, dentro de lo posible, conciencia y acción anarquista.

2) En caso de transformación total de organizaciones semejantes en perdidamente partidistas y autoritarias, lo mejor que pueden hacer es abandonarlas.

3) Encontrándose en toda clase de organizaciones, no debe el anarquista unir su voz a ningún lema y salida autoritaria de estas organizaciones, explicando lo más claramente posible, en estos casos, la razón de su negativa.

4) El anarquista debe agitar tenaz y constantemente por la creación, en lugar de los consejos de diputados actuales, de consejos verdaderos de las organizaciones de obreros y campesinos, impartidistas y antiautoritarias, que unan enverdad las organizaciones de las poblaciones por empresas y aldeas, y efectivamente capaces de traer a la realidad la organización del nuevo régimen social. (Aceptado por unanimidad).

VI. SOBRE LA ORGANIZACIÓN INTERIOR ANARQUISTA

Considerando, que una de las razones principales del fracaso del movimiento anarquista en la revolución actual, fue la ausencia de organizaciones anarquistas, li / - p. 24 - gadas entre sí, debido a lo cual no dejó el trabajo anarquista huella demasiado profunda en las masas obreras, la primer Conferencia de las organizaciones anarquistas de Ucrania cree que es de una necesidad ineludible la unificación de los anarquistas mediante la creación de un armonioso movimiento anarquista. Llamando la atención de los compañeros sobre el hecho que, viviente, y fecunda puede ser tan sólo aquella organización en la que la unificación no lleva un carácter de formalidad, sino en la que sus mismos miembros están unidos por la comunidad del objeto y unidad de los medios de su consecuclón, adopta la Conferencia el siguiente esquema de organización:

1. OBJETO DE LA ORGANIZACIÓN La organización de los ánarquistas tiene por objeto fundamentar el trabajo del ideal anarquista entre las masas laboriosas. La organización de los anarquists en ningún momento pretende jugar el papel de los partidos políticos, que prometen la liberación de las masas oprimidas mediante el apoderamiento de la autoridad por el partido político, ya que los anarquistas están firmemente convencidos de que la emancipación de los obreros será obra de los obreros mismos.

2. COMPOSICION DE LA ORGANIZACIÓN Todo compañero, que conoce la doctrina anarquista, que participa de sus conclusiones fundamentales y se coloca en el punto de vista de la primer Conferencia de los- anarquistas de Ucrania, puede ser miembro de la organización anarquista.

Las condiciones de recepción de nuevos miembros son elaboradas por cada grupo.

Los simpatizantes del anarquismo se organizan en grupos y círculos de simpatizantes y, por la ilustración de la enseñanza anarquista, puede, por recomendación de miembro del grupo, ser aceptado en las organizaciones anarquistas. / - p. 25 -

3. FORMA DE ORGANIZACIÓN Los partidarios del anarquismo se organizan en grupos en sus poblaciones respectivas. Los grupos se unen en federaciones de ciudades o regionales. Las federaciones se unen en la Confederación.

Cada grupo elige entre sí un secretario, que administra sus asuntos y mantiene las relaciones con otras organizaciones. Las federaciones de ciudades y regionales organizan un secretariado, que es elegido en la.asamblea general de los miembros de las federaciones y delegados de los grupos. El secretariado cuida de abastecer a los grupos de literatura, agitadores, lectores y propagandistas; administra, en general, los asuntos de la federación.

Los delegados de los grupos forman el consejo federal el cual discute todos los asuntos correspondientes al movimiento anarquista de la ciudad o región. Las resoluciones del consejo federal son llevadas a la práctica por el secretariado general.

El secretariado de la Confederación es elegido en el congreso de las organizaciones anarquistas y conserva sus atribuciones hasta el nuevo congreso. Es obligación del secretariado de la Confederación: la edición del órgano impreso, edición de libros, organización de escuelas de propagandistas, distribución de los miembros activos por las organizaciones, convocación de congresos, relaciones con las organizaciones anarquistas de otros países.

Nota: Luchando con todas sus fuerzas contra la centralización y presentando la completa autonomia a las organizaciones adheridas, cree sin embargo conveniente la Conferencia que las partes editora y financiera de nuestro movimiento sean, dentro de lo posible, concentradas en manos del secretariado de la Confederación, para que las organizaciones, libres de estas preocupaciones, puedan dedicarse en absoluto al trabajo entre las masas.

4. DISCIPLINA Entrando en la organización, todo compañero tiene / - p. 26 - la obligación moral de tratar de aplicar en la vida los principios y problemas de la organización. La obligación de los que se encargan de algunas diligencias es cumplirla. Todas las acciones en nombre del grupo tienen que ser consideradas en la reunión general de los miembros del grupo. Los que salen en nombre del grupo, tienen que ser suficientemente autorizados por el grupo. Los compañeros darán cuenta del cumplimiento de lo que se les ha encargado.

5. DESTACAMENTO DE COMBATE La Conferencia propone a las organizaciones de las poblaciones la creación de destacamentos de combate por compañeros aptos para la actividad guerrera, para el cumplimiento de diversos problemas de carácter militar.

6. NOMBRE DE LA ORGANIZACIÓN Nuestras organizaciones sé llamarán: grupos y federaciones anarquistas Nabat. La Confederación se llamará: Confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat. (Aceptado por unanimidad).

VII. SOBRE LA AGITACIÓN Y PROPAGANDA Reconociendo toda la gran importancia de la propaganda y agitación anarquista planteada metódica y regularmente, indica la Conferencia en esta parte los próximos pasos a seguir.

1) Encarga al recientemente elegido secretariado de la Confederación de las organizaciones anarquistas de Ucrania, Nabat, organizar, anexo al mismo, la sección editora para la edición en breve de una serie de folletos y libros sobre los problemas teóricos y prácticos, [Una línea en blanco, falta “ del anarquismo. Por eso se propone al secretariado preparar”] esta edición de tal manera que llegue a interesar en ella a las grandes masas obreras y campesinas;

2) Encarga al secretariado continuar y ampliar, la obra empezada por el grupo iniciador de la edición del periódico (Nabat), haciendo todos los esfuerzos, para / - p. 27 - que este órgano sea lo más pronto posible semanal, y si las circunstancias lo permiten, diario. El periódico Nabat es reconocido hasta ahora como el órgano de la Confederación de organizaciones anarquistas de Ucrania.

3) Encarga al secretariado iniciar, lo más antes posible, la edición de la revista teórica periódica, bajo el título Put k Anarji [Camino hacia la anarquía] ;

4) Encarga al secretariado organizar, lo antes posible, la escuela de propagandistas;

5) Encarga al secretariado regularizar debidamente la distribución de periódicos y literatura en general por las fábricas, aldeas, etc.;

6) Recomienda al secretariado, como a las organizaciones de poblaciones, mantener un cierto control sobre la agitación y propaganda que se hagan en nombre dei anarquismo, y que muchas veces nada tienen que ver con el mismo;

7) Recomienda a las organizaciones de las poblaciones crear células propias de agitación y propaganda, dirigiéndose - toda vez que lo necesite - al secretariado en demanda de fuerzas, apoyo, consejo, etc.;

8) Encarga al secretariado que organice, en la primera oportunidad, una serie de conferencias públicas sobre el anarquismo.

La Conferencia cree que sería conveniente que la Confederación editaran [sic] un solo órgano común, para no desmenuzar las fuerzas y medios por los pequeños órganos de grupos. (Aceptado por unanimidad).

VIII. SOBRE LOS MEDIOS (Cuotas de miembros, subsidios, expropiaciones)

Expropiaciones No encerrando el problema sobre expropiaciones en la estrechez de los principios, y considerando, que la práctica de todo el movimiento anarquista pasado demostró lo inadecuado, perjudicial y funesto de este sistema, rechaza la Conferencia las expropiaciones por completo.

Atendiendo, sin embargo, las condiciones excepcional / - p. 28 - mente difíciles del trabajo ilegal en Ucrania y la necesaria ayuda de medios materiales para la favorable prosecución de esa obra, admite la Conferencia - en el útimo extremo - la realización de expropiaciones, pero con la condición única de que se realice con el conocimiento y control del secretariado y en el nombre de la Confederación; debiendo cada uno de estos casos ser publicados en el órgano de la Confederación.

Subsidio Atendiendo el.compromiso que se contrae al recibir subsidios, la Conferencia rechaza toda clase de subsidios por parte de partidos, instituciones u organizaciones no anarquistas.

Cuota de miembros Uno de los medios de obtención para los grupos, federaciones y Confederación de medios materiales necesarios para el trabajo de los mismos, puede servir - fuera de las donaciones - las regulares y voluntarias cuotas de los miembros. (Aceptado por unanimidad)

IX SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL MOVIMIENTO ANARQUISTA RUSO EN GENERAL

Considerando indispensable la unificación del movimiento anarquista de todos los países, encarga la Conferencia al secretariado de la Confederación tomar las medidas correspondientes para instaurar relaciones con organizaciones anarquistas del exterior. El primer paso en esta dirección, además de la propaganda de la idea de un anarquismo único en la prensa periódica y en la edición de folletos que se dediquen a agotar este tema, debe ser incluido en la orden del día del segundo congreso anarco-sindicalista de toda Rusia, a realizarse el 25 de noviembre, en Moscú, y en caso de su resolución definitiva, convocar, por los esfuerzos unidos, a un congreso de unificación de las organizaciones anarquistas de toda Rusia. La Conferencia encarga al secretariado de la Confederación preparar un informe sobre este problema, y presentarlo al congreso de los anarcosindicalistas, delegando, a este efecto, algunos de los miembros. (Aceptado por unanimidad) / - p. 29 -

X. LUCHA CONTRA EL ABUSO DEL NOMBRE ANARQUlSMO

1) Creyendo que, siendo la creación de grupos anarquistas en los principios que informa la resolución sobre este asunto, y la resolución de la Conferencia sobre las expropiaciones; motivada por diversos casos de abuso del nombre anarquismo, una garantía suficiente contra la intromisión en las organizaciones anarquistas de elementos no deseables, recomienda la Conferencia a los grupos de las poblaciones, tener presente todos estos hechos y darles la mayor publicidad posible, tanto oral como escrita.

2) La Conferencia considera que en manera alguna, en ningún caso pueden los anarquistas ocupar puestos en las comisiones extraordinarias (cheka), en la milicia civil y crimínal, tribunales, cárceles, comisiones investigadoras y otras instituciones similares. 3) Los anarquistas no pueden ser directores u ocupar puestos de responsabilidad en instituciones legislativas y otras que tengan un carácter burocrático y autoritario.

Negando el método de apoderamiento (de viviendas, materiales, etc.) por las organizaciones anarquistas la Conferencia lo justifica únicamente en el caso de la más extrema necesidad, no de otra manera que por la resolución de la reunión general de la organización, bajo su control y en las condiciones de utilizar lo tomado en el trabajo puramente de idea; debiendo, además, cada caso de expropiación, ser dado a la más amplia publicidad con la explicación de las causas que motivaron la necesidad de ella. (Aceptado por unanimidad) / - p. 30 -

Entre la Plataforma y el Partido: las tendencias autoritarias y el anarquismo x Patrick Rossineri


George Fontenis, lider de la conspiración plataformista dentro de la Federacion Anarquista Francofona

Publicado en Libertad! Nº 48 Junio-Julio 2008.


Introducción
1. ¿Qué es un partido político?
2. La falacia del partido bakuninista
3. La artimaña del “partido de Malatesta”
4. Lenin y la concepción bolchevique de Partido
5. Algunas críticas a la concepción leninista de Partido
6. En el comienzo, La Plataforma.
7. Las propuestas de La Plataforma Organizacional
8. Las reacciones contra la Plataforma.
9. La crítica de Volin, Fleshin y otros exiliados rusos.
10. Otras criticas a la plataforma
11. La polémica con Malatesta
12. La primera muerte de la Plataforma
13. Francia: un retorno turbulento
14. El neo-plataformismo desde 1968
15. Conclusiones: entre el extravío teórico y el fraude ideológico
16. Notas


Introduccion

El anarquismo es un movimiento -es decir, una multiplicidad de tendencias- cuyo fin general es fundar una sociedad sin explotados ni oprimidos, aboliendo toda forma de gobierno y de propiedad de los medios de producción, eliminando las clases sociales y sus privilegios, las desigualdades raciales, sexuales, económicas, políticas y sociales. Este esbozo descriptivo comprende a la mayoría de las tendencias que se denominan anarquistas: individualistas, organizacionistas, comunistas, colectivistas, plataformistas, anarcosindicalistas, etc. No obstante este carácter movimientista inherente al anarquismo, algunas tendencias tienen una visión no tan inclusiva, sino que apuntan a la conformación de una organización anarquista de tipo partidaria: un partido anarquista.

Estas propuestas toman generalmente como punto de partida a la Plataforma Organizacional que allá por los años ’20 pergeñaran en el exilio Makhno, Archinov y otros destacados militantes anarquistas rusos, que habían logrado salir de la Rusia bolchevique. Este documento proponía la reorganización del anarquismo en Rusia incorporando –sin reconocerlo- elementos de neto corte leninista, con la intención de superar los errores que habían llevado a la derrota anarquista frente a la preponderancia bolchevique durante la Revolución Rusa. Dentro de esta línea plataformista se destacan el Workers Solidarity Movement de Irlanda y la NEFAC norteamericana, siendo algunos de sus referentes más conocidos en América Latina la Alianza de los Comunistas Libertarios de México, la Organización Comunista Libertaria de Chile, la Federación Anarquista Gaucha brasileña y la OSL argentina. Pero también han habido en los ‘60 y ‘70 otras tendencias que sin reconocerse abiertamente plataformistas, han esbozado un sendero paralelo influenciados por la revolución cubana. El principal referente de esta línea ha sido la Federación Anarquista Uruguaya, organización paradigmática y fuente de inspiración de organizaciones anarco-marxistas y anarquistas de estilo partidario, como fue el caso en Argentina de Resistencia Libertaria, así como de varias organizaciones plataformistas.

En la mayoría de estas tendencias y organizaciones existen ciertos presupuestos compartidos, patrones comunes y elementos afines, que permiten englobarlas como una única corriente. Su elemento más destacado es la concepción de que la revolución anarquista debe ser propulsada por organizaciones de tipo partidario. Esta concepción ha sido justificada desde diversos ángulos y con argumentaciones diferentes, no siempre congruentes entre sí. De todos modos, los puntos en común prevalecen por sobre las diferencias, que parecen más bien matices de un mismo color.

Provisoriamente digamos que, entendemos por partido político a un grupo de personas conformando una organización política adscripta a una ideología y con un programa de acción, cuya finalidad es la toma del poder político, es una organización independiente del Estado y tiene como pretensión ser representante de la voluntad general y los intereses de la mayoría. El partido político se nos presenta como un vehículo de transformación social, como un medio para alcanzar un fin (el gobierno). La concepción del partido anarquista se ajusta a los parámetros generales de los partidos políticos en lo teórico, salvo en lo que respecta a la toma del poder político; el medio de transformación social es la organización partidaria, que establecería la dirección revolucionaria. Frente a esta concepción representativa, directiva, externa y mediadora del plataformismo y el anarco-partidismo, se erige la mayor parte del movimiento anarquista en todas sus otras vertientes. A continuación, examinaremos algunos de los presupuestos básicos y argumentos que estas tendencias utilizan para justificar la necesidad organizarse bajo la forma de partido.

¿Qué es un partido político?

Los partidos políticos surgieron como agrupaciones o clubes de individuos colaboradores que apoyaban la candidatura parlamentaria de un político. Desde sus orígenes, a principios del siglo XIX, los partidos políticos se vincularon a la idea de gobierno (acceso al poder) y a la idea de elecciones representativas. Eran facciones o grupos políticos organizados en torno a un candidato, pero con el tiempo fueron adquiriendo un carácter mucho menos provisorio o circunstancial, convirtiéndose en organizaciones más formales, estratificadas y burocratizadas, ya no organizándose en torno a un individuo sino más bien a un programa o a una ideología. En un sentido más moderno -según sostiene el estudioso Francisco de Andrea Sánchez- un partido político presenta ciertas características que lo diferencian de otro tipo de agrupamientos políticos: “a) una organización permanente, completa e independiente, b) una voluntad para ejercer el poder, y c) una búsqueda del apoyo popular para poder conservarlo”. Este autor sostiene que, al igual que dentro de la categoría medios de transporte se incluye a diversas clases de vehículos, se podría decir que “todo partido político es un grupo político, pero no todo grupo político es un partido político.” Un grupo político puede ser una ONG, una agrupación sindical, una agrupación universitaria, un club, etc., no necesariamente un partido político.

Esta distinción es esencial cuando se trata de abordar el por qué del rechazo de los anarquistas a la conformación de un partido. Todas las definiciones de partido político llevan como ingrediente ineludible la voluntad de acceder a un gobierno. Veamos las siguientes definiciones:

1- “un partido político es un grupo de seres humanos que tiene una organización estable con el objetivo de conseguir o mantener para sus líderes al control de un gobierno y con el objeto ulterior de dar a los miembros del partido, por medio de tal control, beneficios y ventajas ideales y materiales” (Friedrich, Carl. J. Teoría y realidad de la organización constitucional democrática, México, FCE: 297).

2- “la forma de socialización que, descansando en un reclutamiento libre, tiene como fin, proporcionar poder a su dirigente dentro de una asociación y otorgar por ese medio a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales” (Weber, Max. Economía y sociedad, México, FCE, 1969: 228).

3- “Un partido es un grupo, cuyos miembros se proponen actuar en concierto en la competencia por el poder político” (E. Schumpeter, citado en de Andrea Sánchez. Los partidos políticos: 61).

Estas son solo algunas de las definiciones que la teoría sociológica moderna admite para la categoría de partido político. Entonces, un partido es una organización estructurada para dirigir, administrar, representar, gobernar, es una entidad esencialmente mediadora (promueve la acción indirecta). Atendiendo a lo anterior, la forma partido resulta contradictoria con algunas de las finalidades básicas del anarquismo: acabar con todo tipo de poder político, eliminar al Estado y toda forma de gobierno. Esta es la principal objeción que se puede hacer a la idea de partido anarquista.

La falacia del partido bakuninista


Pero esta incongruencia entre medios y fines suele ser sorteada por los anarco-partidistas objetando que cuando hablan de partido se refieren al sentido que le dio Bakunin, como es el caso de la ACL mexicana. En un documento denominado El Anarquismo Revolucionario y los Partidos Políticos sostienen que Mikhail Bakunin “comprendía a la perfección la necesidad histórica de un partido revolucionario, formado únicamente por los elementos más entregados y abnegados a la causa revolucionaria. Bakunin no solo comprendía la necesidad de una organización de tales características, sino que además la construyó en el año de 1868 bajo el nombre de Alianza de la Democracia Socialista”.

En primer lugar, es absolutamente falso que Bakunin “comprendiera a la perfección la necesidad histórica de un partido revolucionario”, más aún cuando lo que se señala como un partido político de su creación, no lo era en el sentido moderno. La Alianza era una agrupación política de vanguardia nacida para la acción y la lucha y como lo dice el propio Bakunin: “el único objetivo de la sociedad secreta tiene que ser no la constitución de una fuerza artificial fuera del pueblo, sino el despertar y organizar las fuerzas populares espontáneas”. El papel de la vanguardia no es dirigir o conducir a las masas hacia la revolución sino influir en las clases populares para auto-organizarse y emanciparse a sí misma, desde dentro de las masas y no externamente, estimulando la acción directa espontánea. Bakunin se refiere en realidad a pequeños grupos independientes e interconectados entre sí, que responden a un mismo ideal revolucionario. Lo que se proponía la Alianza era influenciar a las masas, no dirigirlas desde una posición de poder. A Bakunin le interesaba mucho menos aún la continuidad de tal organización después de producida la revolución, lo cual concuerda con su visión insurreccionalista y espontánea de la revolución social. La permanencia en el tiempo o la participación reformista estaban excluidas de las actividades de la Alianza.

Tomando algunas de sus frases aisladas, podría interpretarse que existen puntos de contacto entre el vanguardismo de Bakunin y la “dirección revolucionaria” de Lenin. Y esto es posible porque la obra de Bakunin es asistemática, dispersa, fragmentaria, discontinua y muchas veces confusa (lo que se trasluce en expresiones como “la Alianza, tiene por misión el dar a estas masas una dirección realmente revolucionaria”) . En cambio, la obra de Lenin es considerablemente más compacta y estructurada y ofrece menos lugar a dudas. El británico Christopher Hill –el más brillante historiador marxista de su generación- describe sucintamente la idea de partido que defendía Lenin en el célebre ¿Qué Hacer? de 1902: “sólo un partido político de la clase obrera podría ser instrumento de la revolución. (…) no podía haber movimiento revolucionario sin una rigurosa orientación teórica. Pero la conciencia de clase no podía brotar espontáneamente en la clase obrera; debía ser introducida desde fuera por un partido político que constituyese la vanguardia y guía consciente de esa clase”. Por eso, cuando la ACL sostiene la “necesidad histórica” de un partido revolucionario, más que seguir a Bakunin, se encolumna claramente dentro del pensamiento leninista. Por otra parte, la ACL declara que renuncia a autodenominarse partido solo por cuestiones tácticas, “puesto que hoy en día se entiende por partido la noción burguesa de: elecciones, parlamento, poder político, y toda una serie de conceptos que van en contra de la emancipación popular.” Lo que en realidad no puede significar otra cosa que decir: “somos un partido, pero no lo reconocemos públicamente para evitar objeciones”.
Para la ACL los partidos políticos autoritarios son los burgueses y los leninistas, considerados verticales y centralistas, en oposición un supuesto partido anarquista que, de todos modos, no dejaría de lado la división entre dirigidos y dirigentes, emancipados y emancipadores, inconscientes y conscientes; en esto se resume esta supuesta “tendencia bakuninista”. Como bien sostiene al respecto el consejista Roi Ferreiro: cuando la ACL afirma que su pretensión es "insertar nuestro programa socialista libertario en [los movimientos populares] y conducir las luchas populares por un sendero anti-capitalista", lo está diciendo todo. Quien no sepa ver aquí a un "partido revolucionario" más, sin ninguna diferencia esencial con todos los demás que así se proclaman, es que está ciego.

Lo paradójico del caso, es que la ACL pretenda diferenciarse del leninismo, atribuyendo al propio Bakunin la paternidad del pensamiento leninista: “la concepción de una Organización de los elementos de vanguardia, no es, como muchos piensan, expuesta por vez primera por Lenin. Con décadas de antelación Bakunin entendió que las organizaciones de defensa y resistencia del Frente de Masas (por ejemplo los sindicatos o las asociaciones obreras internacionales) no eran suficientes para emprender una lucha revolucionaria, sino que hacían falta, además, los núcleos de los revolucionarios mas conscientes que les disputaran la dirección de los movimientos populares a las tendencias reformistas y a las abiertamente burguesas” (subrayado nuestro). Aquí se revela en toda su esencia un partido político que compite por el poder con otras fuerzas de similares características. De más está decir que nunca fue este el pensamiento de Bakunin.

Si bien la ACL sostiene que su principal diferencia con el pensamiento leninista consiste en que la organización anarquista no pretende tomar el poder, debemos tener presente que si bien los fines son opuestos, los medios para conseguirlos son similares. Y esto debería prender una luz de alerta en todos aquellos que con buenas intenciones adhieren a este tipo de propuestas, porque el salto que va de la dirección de los movimientos populares a la dirección político-económica de la sociedad por una organización anarquista, puede ser en realidad tan solo un paso.

La artimaña del “partido de Malatesta”

Evidentemente el contenido contradictorio del término partido anarquista tampoco se escapa a otras agrupaciones que tienden a justificar su utilización. Por ejemplo, en Hijos del Pueblo, Nº 7 (Buenos Aires, junio de 2007) se afirma que en los años ’70 la Liga Anarco Comunista y Resistencia Libertaria “levantaban como estrategia, la necesidad de la construcción de una Organización Específica Anarquista, siendo la primera una tendencia o línea, un grupo más que participaría del proceso de la construcción de dicha organización, que era caracterizada como un partido. Esto se hacía retomando los planteos de Bakunin y de Malatesta, quien se refería a la necesidad de formar un partido anarquista, entendiendo por tal la organización de los anarquistas”.
En primer lugar se hace necesario aclarar que Resistencia Libertaria, según quienes la integraron, era un partido de cuadros en la acepción moderna del término, inspirada en los partidos de la izquierda revolucionaria de los ’70. Por eso es incorrecto acudir a Malatesta –mucho más a Bakunin- para justificar la “necesidad de formar un partido anarquista”. El término partido tal como lo usaba Malatesta no tenía el sentido de la forma histórica “partido político”, sino que era utilizado como sinónimo de organización, agrupación, grupo político o facción. Un partido en su acepción moderna es un tipo, una clase de organización bien definida.
La propia FAU –que propicia una versión de anarco-partidismo de cuño propio- en su página Web aclara que el sentido que le dio Malatesta al término partido es “el conjunto de todos aquellos que combaten por un objetivo político-social dado, con los mismos criterios y acuerdos, independientemente de las formas específicas de organización, y también de su existencia o no”. Cuando Malatesta hablaba de partido no hablaba de otra cosa que de organización, frente a las posturas individualistas de su época. No se refería a un partido político de ninguna especie, sino que se refería a “conjunto de individuos que tienen un objetivo común y se esfuerzan por alcanzar ese objetivo”. Porque lo que se discutía en esos años era si se debía actuar en organizaciones o actuar individualmente; no se planteaban cuestiones como partido sí o partido no.

Por ejemplo, veamos la forma de organización que Malatesta concibe: “Deseamos que los grupos anarquistas se multipliquen y se ensanchen. Hágase una federación, háganse dos, háganse cien: lo importante es que cada uno halle el ambiente que le conviene, que cada uno pueda trabajar según sus ideas y su temperamento, y halle en la asociación no un límite a su libertad, sino el modo de hacer más eficaz su actuación, más verdadera su libertad... Libertad del individuo en el grupo y del grupo en la federación”. Esta acepción abierta del término partido en Malatesta no se corresponde en absoluto con la acepción restringida de partido político, sino que es aplicable a diversos tipos de organizaciones y asociaciones.

Además, Malatesta condenó explícitamente el tipo de organización partidaria de corte leninista –como lo hizo con el plataformismo-, y advertía que si la revolución era obra de la organización anarquista y no de los trabajadores por sí mismos “entonces ya no habría triunfo del anarquismo sino un triunfo nuestro. Por mucho que nos llamáramos anarquistas, en realidad no seríamos más que simples gobernantes y seríamos impotentes para el bien como lo son todos los gobernantes” (V. Richards: 128). Entonces, utilizar la expresión partido anarquista en el sentido malatestiano es un anacronismo perfectamente reemplazable por los actuales términos de organización o colectivo anarquista; es atribuir a la expresión un significado diferente al que le daba su autor. Este disparate no encuentra mayores justificativos cuando Vernon Richards y Angel Cappelletti, los más sobresalientes comentaristas de Malatesta, nunca interpretaron el enunciado partido anarquista como la propuesta de conformar un partido político como forma organizativa de los anarquistas.

Entonces, ¿cuál es el sentido de insistir en la utilización del término partido anarquista, para luego tener que aclarar que en realidad se hace referencia a una agrupación política completamente diferente a lo que se entiende usualmente por un “partido político”? Quizás la respuesta sea que, lo que en verdad se está buscando es la naturalización del término partido entre los anarquistas, como un primer paso hacia la conformación de partidos políticos anarquistas propiamente dichos.

Lenin y la concepción bolchevique de Partido

Hemos dicho que la concepción de partido de vanguardia que asumen algunos grupos anarquistas se encolumna claramente en una concepción leninista, en lugar de hacerlo –como declaman- sobre el pensamiento de Bakunin o el de Malatesta. Veamos cuáles son los elementos principales de la concepción leninista de partido, que luego de la revolución rusa de Octubre de 1917 adoptarán los bolcheviques como doctrina oficial.
El primer punto a destacar es que Lenin creía que la conciencia revolucionaria debía ser introducida al proletariado desde fuera, externamente. El proletariado por sus propios medios solo llevaba adelante la lucha económica, que se empantanaba en la lucha sindicalista, de finalidad reformista. Sin un partido revolucionario que la dirigiese, la lucha de clases no se desarrollaría plenamente y quedaría en una fase embrionaria. Esta concepción de exterioridad del partido con respecto al proletariado, que inculca la conciencia revolucionaria verdadera (marxista, según sostienen) a una masa incapaz de generar su propia autoconciencia revolucionaria y sus propias ideas, se complementa con el papel dirigente del partido como vanguardia revolucionaria del proletariado.

Estas ideas fueron nítidamente expresadas en 1902 en el capítulo II del folleto ¿Qué Hacer? en referencia a las formidables huelgas de la década anterior en Rusia:
“Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde fuera. La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar al gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas elaboradas por intelectuales, por hombres instruidos de las clases poseedoras. Por su posición social, los propios fundadores del socialismo científico moderno, Marx y Engels, pertenecían la intelectualidad burguesa. De igual modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independiente por completo del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e ineludible del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas” (Lenin, op. cit.)

“La teoría de Marx puso en claro la verdadera tarea de un partido socialista revolucionario: (…) organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del Poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista” (Nuestro programa, Pág. 127).

Según Lenin, entonces, no es posible la autoemancipación de la clase obrera, porque no puede tener conciencia revolucionaria si no se le inserta desde afuera. ¿Y quienes son aquellos que sí tienen conciencia socialista?: los intelectuales revolucionarios socialistas, es decir, una vanguardia esclarecida que guiará al triunfo a la clase obrera. Esta vanguardia se organiza en un partido revolucionario encargado de dirigir la lucha obrera contra el capitalismo. El partido revolucionario se convierte en históricamente necesario, en el eslabón ineludible entre la clase obrera y la obtención del socialismo.
Otro punto destacable de la teoría leninista es el papel orientador de la teoría revolucionaria. Sin una teoría rigurosa no hay revolución posible. Y son precisamente elementos de origen burgués quienes proporcionarán sus capacidades intelectuales para forjar esa teoría.

“No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción. Defender esta teoría que según su más profundo convencimiento es la verdadera, contra los ataques infundados y contra los intentos de alterarla, no significa, en modo alguno, ser enemigo de toda crítica” (ibidem, Pág. 128).

Aunque Lenin no lo exprese como una condición necesaria, de facto, son los intelectuales de los estratos burgueses quienes ocupan las tareas de dirección del partido revolucionario, que a su vez dirige la lucha del proletariado. En otras palabras, el partido es la vanguardia de la revolución social y los intelectuales son la vanguardia del partido.

También Lenin se encargó de detallar la forma organizativa del partido comunista. Sostenía que los fines del partido sólo podrían ser alcanzados a través de una forma de organización disciplinada denominada centralismo democrático. El partido era concebido como un ejército disciplinado de revolucionarios, los elementos más concientes del proletariado, aptos para desenvolverse en cualquier tipo de situaciones: la vanguardia revolucionaria.

El centralismo democrático combina el centralismo de un aparato militarizado con el funcionamiento democrático, exaltando la disciplina conciente y la renuncia voluntaria a la libertad con el fin de alcanzar unidad de acción y una máxima eficacia en el accionar del partido. En teoría las discusiones circularían de abajo hacia arriba y viceversa en la estructura vertical del partido, garantizando que las decisiones que implemente la dirección hayan sido discutidas por toda la organización. El marco general de estas discusiones sería el de una organización de autoridades electivas y revocables, con estricta disciplina de partido, libertad de crítica interna, responsabilidad individual del integrante, trabajo colectivo, soberanía de la mayoría sobre la minoría, subordinación a las decisiones de la dirección, las cuales son vinculantes para los organismos inferiores.

Como dijimos, así sería el funcionamiento del centralismo democrático en lo teórico, aunque es preciso subrayar que históricamente nunca hubo alguna organización leninista que llegara a funcionar dentro este planteo, sino que siempre lo han hecho exacerbando el centralismo jerárquico, el rol esclarecido de la dirigencia, anulando la disidencia interna, priorizando el “aspecto militar” de la organización, la disciplina rígida y anulando la iniciativa individual de los militantes. El centralismo democrático es una ficción histórica y un eufemismo que enmascara el burocratismo concreto de los partidos leninistas.

Otro aspecto destacable de la doctrina leninista consiste precisamente en su repugnancia a toda forma de espontaneísmo popular o a la pérdida del control de la lucha obrera por parte del partido:

“nuestra "táctica-plan" consiste en rechazar el llamamiento inmediato al asalto, en exigir que se organice "debidamente el asedio de la fortaleza enemiga" o, dicho en otros términos, en exigir que todos los esfuerzos se dirijan a reunir, organizar y movilizar un ejército regular” (Qué hacer, capítulo V).

Como se puede apreciar, Lenin siempre resalta los aspectos militares, táctico-estratégicos, logísticos, las relaciones de fuerzas, los planes de asalto, es decir, lo que en la jerga político-militar se denomina la Técnica del Golpe de Estado, que fue eficientemente empleada por Trotsky en octubre de 1917 y brillantemente explicada por Curzio Malaparte. Cabe resaltar que la mención al ejército regular que hace Lenin se refiere a las fuerzas armadas del Estado burgués, cuando no es posible que el propio partido conforme un ejército revolucionario.

Quien más teorizó y promovió este aspecto militarista del marxismo-leninismo fue Mao Tse-tung, quien dedicó interminables páginas a exponer los fundamentos y las “leyes” de la Guerra Popular y Prolongada en un tedioso manual militar llamado Problemas Estratégicos de la Guerra Revolucionaria de China, en 1936. Todo el corpus teórico leninista referente a las tácticas y estrategias de la guerra revolucionaria, si bien ha quedado completamente desactualizado por razones históricas, continúa siendo fuente de referencia principal y de estudio en los partidos leninistas. Todo un ejemplo de dogmatismo a-histórico y cientificista, de parte de quienes se consideran poseedores exclusivos de métodos infalibles para lograr revoluciones y conocedores del devenir materialista-dialéctico de la Historia humana.

Toda la terminología militar que emplea Lenin no está divorciada de su concepción de cómo funciona la política, ni de sus ideas sobre la importancia de la disciplina dentro del partido. En el fondo, la concepción leninista no difiere de la que popularizara von Clausewitz: la guerra es la continuación de la política por otros medios. Para Lenin:

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento (…) la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única. (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Pág. 6-7).

Frente a la reprobación que alguna vez se le hiciera sobre la utilización de estos modismos castrenses, en particular de la palabra agente, Lenin se jactaba de ello con sorna:

“Me gusta esta palabra, porque indica de un modo claro y tajante la causa común a la que todos los agentes subordinan sus pensamientos y sus actos, y si hubiese que sustituir esta palabra por otra, yo sólo elegiría el término "colaborados", si éste no tuviese cierto deje de literaturismo y de vaguedad. Porque lo que necesitamos es una organización militar de agentes” (¿Qué Hacer?, Cáp. V).

Y esa visión marcial de la política, lejos de presentar escrúpulos en su accionar utiliza cualquier medio a su alcance para conseguir su objetivo, es decir la toma del poder del Estado y la instauración de la dictadura del proletariado. En su concepción, los medios se subordinan a los fines, máxima de la que Lenin fue un maestro dando lecciones de oportunismo y arribismo sin igual. Una de sus anécdotas más conocidas es que se valió del agente alemán, teórico socialista y financista judío Helphand-Parvus –al que despreciaba profundamente- para obtener medios económicos y materiales para ingresar clandestinamente a Rusia, como es sabido, con dinero proporcionado por los imperialistas alemanes, quienes sabían que un triunfo bolchevique sacaría a Rusia de la guerra y frenaría la contingencia de una revolución protagonizada por los consejos obreros auténticamente radicalizada.
La disciplina partidaria –al igual que en un ejército- era una de las piedras angulares del proyecto revolucionario leninista. Sin una centralización severa y una disciplina férrea, no sería posible una revolución. Resulta difícil conjugar la obediencia ciega que Lenin y sus seguidores exigían a sus subordinados con la democracia interna, la libertad de crítica y el espíritu autocrítico que recomendaban implementar dentro del partido. Esta disciplina partidaria no se limitaba a la autodisciplina consciente y a la exacerbación de las responsabilidades del militante. Luego de la revolución, Lenin se preguntaba cómo había que hacer para mantener la disciplina del partido revolucionario, cómo se controlaba y cómo se reforzaba. La respuesta era previsible: por la conciencia, la firmeza y el espíritu de sacrificio de la vanguardia proletaria y “por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad” (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Pág. 8). Las represiones que Lenin y Trotsky se encargaron de encabezar contra los revolucionarios que se oponían a la autocracia bolchevique y, posteriormente, el salvaje genocidio dirigido por Stalin para disciplinar a las masas, llenan a la expresión por experiencia propia, de un contenido funesto.

El unitarismo partidista es otro aspecto no menos destacable de la teoría leninista. Para Lenin un único partido revolucionario es el encargado de llevar adelante la dirección revolucionaria, porque cada partido representa un interés de clase diferente. Como es lógico deducir, si dos partidos socialistas representan a la clase obrera, al menos uno de los dos declama una representación falsa y no responde a los intereses de clase de los obreros. En la visión de Lenin el periódico tendrá un papel central y unificador, señalando la línea correcta al resto del partido y unificando criterios hacia adentro y hacia fuera de la organización:

“…el contenido fundamental de las actividades de la organización de nuestro partido, el centro de gravedad de estas actividades debe consistir (…) en una labor de agitación política unificada en toda Rusia que arroje luz sobre todos los aspectos de la vida y que dirija a las más grandes masas. Y esta labor es inconcebible en la Rusia actual sin un periódico central para toda Rusia que aparezca muy a menudo. La organización que se forme por sí misma en torno a este periódico, la organización de sus colaboradores (en la acepción más amplia del término, es decir, de todos los que trabajan en torno a él) estará precisamente dispuesta a todo, desde salvar el honor, el prestigio y la continuidad del partido en los momentos de mayor "depresión" revolucionaria, hasta preparar la insurrección armada de todo el pueblo, fijar fecha para su comienzo y llevarla a la práctica” (ibidem).

Por supuesto que semejante unidad de criterios, unidad teórico-ideológica y de acción solo puede ser alcanzada con el más estricto grado de disciplina militante y de obediencia a la línea que preconiza el Comité Central.

Desde el unitarismo partidista de los bolcheviques, los anarquistas y social-revolucionarios rusos eran percibidos como una aberración pequeño-burguesa, mientras que se percibían a sí mismos como el partido de la vanguardia proletaria. A pesar de que las condiciones históricas de Rusia fueran únicas, algo que no puede dejar de reconocer en muchos escritos, sin ningún desparpajo sostenía Lenin que “la experiencia ha demostrado que en algunas cuestiones esenciales de la revolución proletaria todos los países pasarán inevitablemente por lo mismo que ha pasado Rusia” (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Pág. 15). Teniendo en cuenta el destino final del castillo de naipes comunista que Lenin inaugurara y la pléyade de partidos únicos marxistas-leninistas (trotskistas, estalinistas, maoístas, guevaristas, etc.) que presumen de ser la verdadera vanguardia proletaria, no podemos menos que asombrarnos frente al patético grado de senilidad que evidencian las fórmulas leninistas.

Algunas críticas a la concepción leninista de Partido

Dejando de lado las críticas provenientes de elementos burgueses o autoritarios, las principales objeciones a las tesis de Lenin fueron formuladas desde el comunismo de consejos y desde el anarquismo. Si bien el comunismo de consejos se adscribía dentro de la corriente marxista, renegaba de la concepción vanguardista y autoritaria de Lenin como del colaboracionismo socialdemócrata de Bernstein. Quizás una de las peculiaridades que presentan las críticas al bolchevismo desde estos sectores comprometidos con una visión antiautoritaria de la revolución social, sea el carácter profético de muchas de sus proposiciones con respecto a la posterior evolución de la dictadura del proletariado, o mejor dicho, la dictadura del Partido Comunista soviético.

La pregunta que se hacían los comunistas de consejos alemanes y holandeses era: quién debe ejercer la dictadura, ¿el proletariado como clase o el Partido Comunista? Según su óptica había dos partidos comunistas: el partido de los jefes (organiza y dirige la lucha desde arriba, participando del poder) y el partido de las masas (que lucha desde abajo rechazando el parlamentarismo y el colaboracionismo). Según uno de sus voceros, el alemán Karl Erler, "la clase obrera no puede destruir el Estado burgués sin aniquilar la democracia burguesa, y no puede aniquilar la democracia burguesa sin destruir los partidos" (citado en, ibidem, pág. 15). Para Lenin esta posición era un claro ejemplo de “infantilismo de izquierda”. El líder bolchevique respondía a estas críticas con argumentos que aún hoy continúan pareciendo familiares:

“Negar la necesidad del partido y de la disciplina del partido, he aquí el resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a desarmar completamente al proletariado en provecho de la burguesía. Esto da por resultado los vicios pequeño burgueses: dispersión, inconstancia, falta de capacidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los esfuerzos, para la acción organizada que producen inevitablemente, si se es indulgente con ellos, la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado” (ibidem, pag. 33).

Según creía Lenin las diferencias entre los comunistas de consejos alemanes y las proposiciones anarquistas eran casi inexistentes. Pero los anarquistas no merecían el honor de ser blanco de sus ataques debido a que su rechazo al marxismo y a la dictadura del proletariado demostraba su esencia ideológica pequeño burguesa. “La concepción del mundo de los anarquistas es la concepción burguesa vuelta del revés. Sus teorías individualistas y su idea individualista están en oposición directa con el socialismo” Lenin, Socialismo y anarquismo, 1905).

Uno de los teóricos más brillantes del consejismo, el holandés Antón Pannekoek, sostenía que:

“El viejo movimiento obrero está organizado en partidos. La creencia en los partidos es la razón principal de la impotencia de la clase obrera; por lo tanto, nosotros evitamos la creación un nuevo partido. No porque seamos demasiado pocos -un partido de cualquier tipo comienza con pocas personas-, sino porque un partido es una organización que apunta a dirigir y controlar a la clase obrera. En oposición a esto, nosotros mantenemos que la clase obrera sólo puede alzarse a la victoria cuando afronta de modo independiente sus problemas y decide su propio destino. Los obreros no deben aceptar ciegamente las consignas de otros, ni de nuestros propios grupos, sino que deben pensar, actuar y decidir por sí mismos” (Partido y Clase, escrito en 1936, Edición Electrónica por CICA, 2005).

Después de ver la lucha de clases como una lucha de partidos –argumentaba Pannekoek- se hace difícil considerarla como una lucha de clases. Además, es una ficción la identidad entre un partido (personas que están de acuerdo en sus concepciones sobre los problemas sociales) y una clase (el papel de las personas en el proceso de producción) que proponen los bolcheviques, ya que las contradicciones no tienden a resolverse entre ellos, como lo muestra la realidad inexcusable de encontrar partidos obreros vacíos de obreros y partidos burgueses integrados por obreros. Este problema es expuesto por Pannekoek mediante la sentencia: “la clase obrera no es débil porque esté dividida, sino que está dividida porque es débil”. Una de las causas de esta debilidad es el accionar de las organizaciones de tipo partidario sal interior de la clase obrera. Existe una contradicción en el término partido revolucionario, ya que por su forma, contenidos y objetivos estos partidos nunca pueden serlo. “Podemos decirlo de otra manera: en el término partido revolucionario, revolucionario siempre significa una revolución burguesa. Siempre que las masas derrocan un gobierno y entonces permiten a un nuevo partido tomar el poder, tenemos una revolución burguesa -la sustitución de una casta gobernante por una nueva casta gobernante.” El objetivo de los partidos es tomar el poder para ellos y declamar que la revolución consiste en ese acto, en lugar de ayudar a auto-emancipar a la clase proletaria. Con una magistral claridad describe Pannekoek a los partidos revolucionarios:

“deben ser estructuras rígidas con líneas de demarcación claras a través de fichas de afiliación, estatutos, disciplina de partido y procedimientos de admisión y expulsión. Pues ellos son instrumentos del poder -luchan por el poder, refrenan a sus miembros por la fuerza y buscan constantemente extender el alcance de su poder-. Su tarea no es desarrollar la iniciativa de los obreros; en lugar de eso, aspiran a entrenar a miembros leales e incondicionales de su fe. Mientras la clase obrera en su lucha por el poder y la victoria necesita de la libertad intelectual ilimitada, la dominación del partido tiene que suprimir todas las opiniones excepto la suya propia. En los partidos "democráticos", la supresión está velada; en los partidos dictatoriales es una supresión abierta y brutal” (ibidem).

Entonces, el partido es un obstáculo para la revolución porque no sirve como medio de propaganda y esclarecimiento, sino que por el contrario el gobierno es su función principal. Y toda autoproclamada vanguardia revolucionaria cuya intención sea dirigir y dominar a las masas a través del partido revolucionario es un elemento reaccionario.

Los partidos son formas burguesas de organización y –como sostiene Roi Ferreiro en Por qué necesitamos ser anti-partido- estos partidos no son otra cosa que el ala izquierda del reformismo de izquierda, la extrema izquierda del capital. Los partidos existen en lucha y oposición a otros partidos y justifican su existencia precisamente en ese punto; de este modo, pretenden convertirse en los sujetos ejecutivos de un poder de clase. Los partidos no surgen de la lucha de clases sino desde la creencia en una teoría acerca de la lucha de clases, desde un punto de vista exterior a la misma. Y agrega Ferreiro: “Al luchar por cambiar las relaciones de poder, el partido lucha implícitamente por ocupar un lugar en esas relaciones de poder cambiadas -incluso aunque, en teoría, se pueda plantear renunciar al poder-.” Y cierra con la fórmula de: a mayor poder del partido, menor poder real tiene la clase trabajadora.

Este último punto es especialmente importante porque comprende algunos planteamientos de sectores anarco-partidistas –que ya mencionamos anteriormente- que creen que con solo quitar de su programa la toma del poder, ya han conjurado al fantasma del leninismo y el autoritarismo dentro de su organización. No se trata de una cuestión de palabras, o acepciones de una misma palabra. Se trata de concepciones diametralmente opuestas, podríamos decir excluyentes, de concebir un proyecto revolucionario.

Desde el anarquismo las críticas al bolchevismo han sido pródigas, pero aquí solo mencionaremos algunas de las referidas al partido revolucionario. Quizás la crítica mejor formulada a toda la concepción leninista haya sido la de Luigi Fabbri en su imprescindible obra Dictadura y Revolución; aunque estaba enfocada más que nada a refutar las tesis marxista-leninsta sobre la dictadura del proletariado, más que en criticar el carácter partidario del bolchevismo. No obstante, Fabbri desmiente rotundamente las afirmaciones de los anarco-partidistas a las que nos referimos anteriormente, sobre la viabilidad de conformar organizaciones partidarias anarquistas:

“Los anarquistas tienen escaso espíritu de partido; no se proponen ningún fin inmediato que no sea la extensión de su propaganda. No son un partido de gobierno ni un partido de intereses –a menos que por interés se entienda el del pan y la libertad para todos los hombres-, sino sólo un partido de ideas. Es ésta su debilidad, por cuanto les está vedado todo éxito material, y los otros, más astutos o más fuertes, explotan y utilizan los resultados parciales de su obra.
Pero ésta es también la fuerza de los anarquistas, pues sólo afrontando las derrotas, ellos –los eternos vencidos- preparan la victoria final, la verdadera victoria. No teniendo intereses propios, personales o de grupo para hacer valer, y rechazando toda pretensión de dominio sobre las multitudes en cuyo medio viven y con las cuales comparten las angustias y las esperanzas, no dan órdenes que ellas deban obedecer, no les piden nada, pero les dicen: Vuestra suerte será tal cual la forjéis; la salvación está en vosotros mismos; conquistadla con vuestro mejoramiento espiritual, con vuestro sacrificio y vuestro riesgo. Si queréis, venceréis. Nosotros no queremos ser, en la lucha, más que una parte de vosotros”.

Después de citar tan extensamente a Fabbri, casi no haría falta agregar que cuando los italianos Malatesta, Fabbri o Berneri utilizan el término partido, no se refieren a organizaciones políticas partidarias sino al mencionado partido de ideas. Nada más lejano de la concepción leninista acerca del papel de la vanguardia, las organizaciones revolucionarias y la actuación de las masas. La lectura de la obra de Fabbri, además de esclarecedora sobre la calidad reaccionaria del bolchevismo, es sorprendentemente actual, debido al carácter casi premonitorio de muchas de sus proposiciones acerca de cómo se iba a desarrollar la revolución rusa, y que aún hoy encuentran validez extraordinaria cuando aplicadas a supuestos “procesos revolucionarios” como el caso cubano o el bolivariano en la Venezuela de Chávez.
Durante la revolución rusa los anarquistas mantuvieron una actitud crítica hacia el Partido Comunista y a su actuación gubernativa. Uno de los voceros más radicalizados del anarquismo ruso fue Golos Truda, periódico dirigido por Volin. Los anarquistas publicaban rabiosamente las arbitrariedades de los bolcheviques, interviniendo en la autonomía de los comités de fábricas y de talleres, impidiendo el control obrero de la producción. Los anarcosindicalistas de Moscú denunciaban al partidismo bolchevique proclamando ¡abajo la lucha partidista!; ¡Abajo la Asamblea Constituyente, donde los partidos volverán una y otra vez sobre “criterios”, “programas”, “consignas” –y sobre el poder político!; ¡Vivan los soviets locales, reorganizados, de nuevo, sobre una línea verdaderamente revolucionaria, obrera y no-partidista! (En Paul Avrich, Los anarquistas rusos, Pág. 165).
Durante la revolución de octubre, los partidos podían estar representados en los soviets y consejos de trabajadores por delegados individuales, reemplazando de hecho a los soviets de campesinos, obreros y soldados por soviets de partidos políticos (finalmente quedando tan solo el partido bolchevique). “Oradores como Lenin y Trotsky no eran por cierto obreros ni soldados, y mucho menos campesinos. Llegaron a ser líderes de sus consejos en virtud de que eran líderes de su partido. Su ascenso al poder se cumplió a través de años de intrigas partidarias. Como periodistas (si esa era su profesión) tenían una escasa chance de representar a los soviets de tipógrafos. Como líderes de su partido eran figuras prominentes” (A. Meltzar-S. Christie, Anarquismo y lucha de clases, Pág. 141). Más que periodistas, revolucionarios profesionales, nos permitimos agregar.

En realidad es inevitable algún tipo de organización exterior a los comités de fábrica, sindicatos, consejos, comunas, sociedades de resistencia, soviets, o como quiera que se llame a la unidad organizativa popular de base. No se pueden cerrar los ojos y simplemente afirmar que la propaganda política no existe. Para los anarquistas se hace importante una organización exterior de apoyo, pero eso no implica la necesidad de conformar partidos. Es decir, los miembros de un comité de fábrica que son anarquistas actúan dentro del mismo por su condición de trabajadores, con adscripción ideológica anarquista; pero no hablan ni actúan en nombre de una organización, ni deben consultar a ese organismo cual será la política a adoptar. Una organización –aunque carezca de líderes o jefes- que actúe como un partido político revolucionario dentro de las organizaciones obreras y comunales, devendrá inevitablemente en un dirigente fantasma, en un titiritero oculto tras el decorado, en un líder invisible alimentado por el culto a la organización como fin en sí misma.

Como dicen los anarquistas británicos Meltzer y Christie, cierto grado de sectarismo no solo es necesario sino que también es positivo. La pretensión de unidad con otras organizaciones de izquierda con mayor caudal de afiliados tiende a diluir la revolución, no a intensificarla. “La lucha que cuenta es la que ayuda a construir una nueva sociedad, y esto sólo puede hacerse mediante una acción revolucionaria individual o de grupo que propague persistentemente su propaganda mediante la palabra y la acción. Por nuestro sectarismo podemos estar en la actualidad separados del resto del mundo. Pero en caso contrario seríamos parte de ese mundo. No aceptamos la absurda afirmación del trotskismo de que es necesario unirse al partido Laborista para estar en contacto con la clase trabajadora” (ibidem, Pág. 144).
Prácticamente podríamos decir que está implícito en la definición del vocablo anarquista, la imposibilidad de conformar organizaciones partidarias. Cabe aclarar que eso no significa rechazar toda forma de organización, como sostiene el individualismo trasnochado. Más bien, diríamos que la organización es un medio que debe asumir el carácter de los fines por los que se la ha erigido: una organización anarquista es un medio que debe promover fines anarquistas, es decir, debe prefigurar la nueva sociedad revolucionaria. “El revolucionario libertario no puede tener nada que ver con la organización política partidaria. Esta sólo puede ser un lugar estratégico para alcanzar el poder o un monumento recordatorio de pasadas batallas o un ghetto espiritual. Está sujeta a los peligros implícitos de la burocracia o del copamiento. El control democrático no es ninguna salvaguardia, pues aunque la decisión mayoritaria se acepte como una manera adecuada de hacer las cosas, en la práctica se controla lo que entra, de manera que la mayoría pueda estar de acuerdo con las decisiones a tomar” (ibidem, Pág. 145). Cuando examinemos más detenidamente la práctica real de ciertos nucleamientos anarco-partidistas y neo-plataformistas probaremos como en nombre de la unidad ideológica y de los mecanismos de autocontrol, se hace prácticamente imposible cualquier tipo de disidencia al interior de estas organizaciones.

En el comienzo, La Plataforma.


Se puede afirmar que prácticamente todas las variantes de anarco-leninismo, anarco-bolchevismo y anarco-partidismo tienen su origen en la Plataforma Organizacional de los Comunistas Libertarios que publicaran en 1926 los anarquistas ucranianos y rusos exiliados en París, y que se agrupaban alrededor del periódico bimestral Dielo Truda (La Causa de los Trabajadores). Los dos integrantes más notorios del grupo eran Piotr Archinov y Néstor Machno, el célebre comandante guerrillero ucraniano.
Si bien el documento fue firmado por el colectivo editorial de Dielo Truda, fue redactado prácticamente en su totalidad por Piotr Archinov, lo cual se deduce de cotejar la redacción del texto de La Plataforma con otros de sus artículos. Igualmente el programa redactado por Archinov reflejaba sinceramente la posición de todo el colectivo editorial de Dielo Truda, que solía firmar también como Grupo de Anarquistas Rusos en el Extranjero. En verdad la publicación del panfleto fue la presentación oficial de una serie de artículos y discusiones previas donde se analizaban las causas de la derrota del movimiento anarquista ruso por los bolcheviques y se criticaba con rudeza la propuesta de conformar organizaciones mixtas y de síntesis, es decir, que agruparan en su interior las tres corrientes principales del pensamiento anarquista, y que había sido patrocinada por Volin, Sebastián Faure y otros anarquistas de renombre. Esta situación llevó a una agria disputa entre Volin, Fleshin y otros anarquistas rusos con Archinov, Machno y el grupo Dielo Truda, que no estaría exenta de difamaciones e injurias entre sus protagonistas. Las críticas hacia la Plataforma fueron contundentes e involucraron a las figuras más prominentes del anarquismo internacional, baste mencionar a Errico Malatesta, Luigi Fabbri, Camilo Berneri, Sebastián Faure, Max Nettlau, Alexander Berkman y Emma Goldman. Veamos entonces qué era lo que proponía la Plataforma Organizacional que provocó una reacción tan encendida.

Las propuestas de La Plataforma Organizacional

El documento que publicó Dielo Truda comenzaba afirmando que la debilidad del movimiento anarquista internacional se debía a un número de causas, de las cuales la más importante, la principal, es la ausencia de principios y prácticas organizativas en el movimiento anarquista. En todos los países, el anarquismo está representado por una serie de organizaciones locales que advocan teorías y prácticas contradictorias, sin tener perspectivas de futuro, ni una constancia en el trabajo militante, y habitualmente desapareciendo , dejando difícilmente la más mínima huella tras de sí. Tomado como un todo, tal estado del anarquismo revolucionario sólo puede ser descrito como "desorganización crónica". Como la fiebre amarilla, esta enfermedad de desorganización se introdujo en el organismo del movimiento anarquista y le ha sacudido por docenas de años. (…)

Fue durante la Revolución Rusa de 1917 que la necesidad de una organización general fue sentida más hondamente y más urgentemente. Fue durante esta revolución que el movimiento libertario mostró el más alto grado de seccionalismo y confusión.
Sostenían que este estado caótico se debía a una falsa interpretación del principio de individualidad, confundiéndolo con el egoísmo, la indiferencia política y la ausencia de responsabilidad. Todas estas afirmaciones si bien tenían su parte de verdad, eran generalizaciones que los autores de La Plataforma exageraban rabiosamente con el fin de reforzar su posición. Por otro lado, para hacer esta clase de generalizaciones se basaban en su propia experiencia del fracaso organizativo del movimiento anarquista ruso. No podría en verdad calificarse como un estado de “desorganización crónica” a la situación del movimiento anarquista en los países con fuerte tradición anarcosindicalista, siendo el caso más notable el de el movimiento español.

No solo los anarquistas individualistas eran blanco de las críticas del grupo Dielo Truda. También rechazaban el modelo organizativo propuesto por Volin y Faure, conocido como organizaciones de síntesis, que habían funcionado durante un tiempo en la revolución rusa como la Confederación Nabat y que también existían en países como Francia. Incluso los anarcosindicalistas fueron el blanco de sus críticas.

”Rechazamos como inepta, práctica y teóricamente, la idea de crear una organización con la receta de la “síntesis”, esto es, con reunir los representantes de diferentes tendencias del anarquismo. Tal organización, habiendo incorporado elementos heterogéneos teórica y prácticamente, sólo sería un ensamblaje mecánico de individualidades cada cual teniendo una diferente concepción de todas las cuestiones respecto al movimiento anarquista, un ensamblaje el cual llevaría inevitablemente a la desintegración en el encuentro con la realidad. El método anarcosindicalista no resuelve el problema de la organización anarquista, ya que no le da prioridad a este problema, interesándose solamente en penetrar y ganar fuerzas en el proletariado industrial. “

Proponían en cambio una unión general de anarquistas en base a posiciones precisas en lo táctico, teórico, organizativo y férreamente disciplinada bajo el principio de responsabilidad colectiva, en base un programa definido y homogéneo. El objetivo del documento era establecer una plataforma mínima sobre la cual deliberar para dar forma a dicha organización. Los principales puntos que Archinov, Machno y sus camaradas proponían como ineludibles eran:

1. La noción de lucha de clases como principal de la ideología anarquista. Es en esta afirmación donde la influencia de Archinov –quien había militado en las filas bolcheviques hasta 1906- se manifestaba en todo su peso. Además, se evidenciaban las influencias marxistas que convivían con su pensamiento anarquista, en una suerte de anarco-bolchevismo no declarado.

En el dominio social toda la historia humana representa una cadena ininterrumpida de luchas de las masas laboriosas por sus derechos, libertad y por una mejor vida. En la historia de la sociedad humana esta lucha de clases ha sido siempre el factor primario que determinó la forma y estructura de estas sociedades. El régimen social y político de todos los Estados es por sobre todo el producto de la lucha de clases. La estructura fundamental de toda sociedad nos muestra el estado que alcanzó y en que se encuentra en la lucha de clases. El más mínimo cambio en el curso de la lucha de clases, en la posición relativa de las fuerzas en la lucha de clases, produce modificaciones continuas en el tejido y estructura social. Tal es el alcance y significado universal, general de la lucha de clases en la vida de las sociedades de clases.

Esta postura no se diferencia de la famosa afirmación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels acerca de que la Historia de la humanidad es la Historia de la lucha de clases entre explotadores y oprimidos. Si bien esta es una verdad indiscutible, no es menos cierto que esa no es toda la verdad, sino que más bien es una versión extremadamente estrecha, determinista y reduccionista de la Historia. Esta actitud favorable a un clasismo restringido mayormente a la clase obrera urbana e industrializada, revelaba una cierta estrechez de miras, restando importancia a la situación campesina en un país con población mayoritariamente rural. No obstante, en La Plataforma las alusiones a la clase trabajadora suelen ser confusas y cambiantes, porque a veces parece referirse a la clase obrera específicamente, mientras que en otros casos lo hace en un sentido más amplio, que incluiría a los campesinos y asalariados en general, o como referencia genérica a las masas laboriosas.

2. La idea de las masas como portadoras de una capacidad creativa y anárquica natural. El anarquismo sería una actitud inherente a las masas, que los pensadores anarquistas, es decir, Bakunin, Kropotkin y otros, “habiéndola descubierto en las masas, simplemente ayudaron con la fuerza de su pensamiento y su conocimiento a especificarla y divulgarla”. El documento declara expresamente diferenciarse de los bolcheviques quienes “consideran que las masas poseen sólo instintos revolucionarios destructivos, siendo incapaces de la actividad creativa y constructiva- razón principal por la cual estas actividades deben ser concentradas en manos de los hombres que conforman el Estado y el Comité Central del Partido”. Esta tesis de los editores de Dielo Truda será incongruente con otras proposiciones que sustentarán en el mismo documento, y que no los diferencian de la reprochada visión de los bolcheviques.

3. El Comunismo Libertario como la idea troncal del movimiento. El grupo liderado por Archinov consideraba al individualismo anarquista como refractario a la organización, a la disciplina y al compromiso, por lo cual sus adherentes ni siquiera eran tenidos en cuenta para la conformación de una Unión General de Anarquistas, mientras que el anarco-sindicalismo era considerado como un medio para llegar a un fin (el comunismo anarquista). Por eso creían –y no sin razones de peso- que era imposible llegar a una síntesis como la que proponía Volin, por ser arbitraria esta división del anarquismo en tres ramas (Dielo Truda Nº 10, marzo de 1926). Esta actitud de los plataformistas sería criticada por los propios anarco-comunistas como Luigi Fabbri, por pretender excluir del movimiento anarquista a todas las otras tendencias que no concordaban con la suya. Otro problema que generaba la adhesión excluyente al comunismo libertario era que fracasaba en su intento de unificar al movimiento, precisamente por no incluir a las otras tendencias, y entonces perdía su principal razón de existir. Recordemos que el documento sostenía que “las fuerzas de todos los militantes anarquistas deben estar orientadas hacia la creación de esta organización”, es decir, la Unión General de Anarquistas.

4. Conformar una Unión General de Anarquistas, fundada en la unidad ideológica, la unidad táctica y la responsabilidad colectiva; e implementar un programa de acción a cumplir. Esta era una de las cuestiones que generó mayores rechazos e impugnaciones.

Estos tres puntos tan conflictivos eran definidos escuetamente por los plataformistas, y debieron ser ampliados en posteriores documentos. Los principios fundamentales de la organización de la Unión General de Anarquistas eran:

1- Unidad Teórica: La teoría representa la fuerza que dirige las actividades de las personas y de las organizaciones a lo largo de un sendero definido hacia un determinado fin. Naturalmente, debe ser común a todas las personas y organizaciones adherentes a la Unión General, tanto en lo general como en sus detalles, deben estar en perfecto acuerdo con los principios teóricos profesados por la Unión.

2- Unidad Táctica o Método de Acción Colectivo: Del mismo modo, los métodos tácticos empleados por miembros separados y por las organizaciones en la Unión deben ser unitarios, esto es, estar en riguroso acuerdo tanto entre sí y con las teorías y tácticas generales de la Unión. Una línea táctica común en el movimiento es de decisiva importancia para la existencia de la organización y para el movimiento todo: remueve los desastrosos efectos de muchas tácticas en oposición unas con otras, concentra todas las fuerzas del movimiento, les da una dirección común llevando al objetivo fijado.

3- Responsabilidad Colectiva: La práctica de actuar bajo la única responsabilidad individual debe ser decisivamente condenada y rechazada en las filas del movimiento anarquista. Las áreas de la vida revolucionaria, social y política, son, por sobre todo, profundamente colectivas por naturaleza. La actividad social revolucionaria en estas áreas no puede estar basada en la responsabilidad personal de los militantes individuales. El órgano ejecutivo del movimiento anarquista general, la Unión Anarquista, tomando una línea firme en contra de la táctica del individualismo irresponsable, introduce en sus filas el principio de la responsabilidad colectiva: La Unión entera será responsable de la actividad política y revolucionaria de cada uno de sus miembros; del mismo modo, cada miembro será responsable de la actividad política y revolucionaria de la Unión como un todo.

4- Un cuarto punto sostenía la necesidad del Federalismo, la independencia de los individuos y la descentralización, pero a continuación argumentaba que “con frecuencia el principio federativo se ha deformado en las filas anarquistas: ha sido reiteradamente entendido como el derecho, por sobre todo, a manifestar el "ego" individual, sin la obligación a los deberes de los cuales requiere la organización. Esta falsa interpretación, desorganizó a nuestro movimiento en el pasado. Es tiempo de ponerle fin en forma irreversible y firme. Federación significa el libre acuerdo de los individuos y organizaciones para trabajar colectivamente hacia un objetivo común.” Esta exagerada salvedad que hacían los plataformistas los habilitaba para afirmar que el único federalismo bien entendido era suyo.

5- Instauración de un Comité Ejecutivo; guía ideológica, vanguardismo, dirigismo y toma de decisiones con preponderancia de las mayorías. Aunque en La Plataforma se declara expresamente que no se aspira al poder político ni al gobierno, sino que la principal aspiración del anarquismo debe ser ayudar a las masas a lograr su emancipación para la construcción del socialismo, en seguida se contradice con esta afirmación y con la noción expresada anteriormente acerca de la capacidad natural creativa las masas:

Pese a que las masas se expresan profundamente en los movimientos sociales en términos de las tendencias y principios libertarios, estas tendencias y principios, permanecen dispersos, descoordinados, y consecuentemente, no llevan a la organización del poder conductor de las ideas libertarias, el cual es necesario para preservar la orientación anarquista y los objetivos de la Revolución Social. Esta fuerza conductora teórica, sólo puede ser expresada por una colectividad especialmente creada por las masas para éste propósito. Los elementos anarquistas organizados constituyen exactamente ésta colectividad.

(…)En todas estas cuestiones, y en muchas otras, las masas demandan una clara y precisa respuesta por parte de los anarquistas. Y desde el momento en que los anarquistas declaran una concepción de la revolución y de la estructura de la sociedad, están obligados a dar a éstas cuestiones una clara respuesta, para relacionar la solución de estos problemas con la concepción general del comunismo libertario, y para abocar todas sus fuerzas para la realización de éste.
Sólo en este sentido la Unión General de Anarquistas y el movimiento anarquista completo aseguran su función como fuerza conductora teórica de la Revolución Social (subrayado nuestro).

Son estas pretensiones de convertirse en una organización “creada por las masas” que actúe como guía teórica de las masas dispersas y desorganizadas, las cuales “demandan” una “clara y precisa respuesta” de los anarquistas, las que aproximan los planteos plataformistas con los leninistas. Aquí vemos reaparecer la función de la organización partidaria en toda su dimensión, como conductora del instinto revolucionario de las masas y como única línea teórica admisible. Es decir, la tan ponderada creatividad de las masas y su capacidad innata para el socialismo libertario, no parecen jugar ningún rol de importancia sino es bajo la guía de la organización partidaria anarquista; aquí el anarco-leninismo se manifiesta veladamente dentro de una retórica anarquista artificiosa. Esta idea de conducción y guía que proponían los plataformistas, se manifiesta en el formato organizativo centralizado en un comité ejecutivo de clara vocación jerárquica, en flagrante contradicción con los principios federalistas.

Cada organización adherida a la unión representa una célula vital del organismo común. Toda célula debe tener su secretario, ejecutando y guiando teóricamente el trabajo político y técnico de la organización.

Con vista a la coordinación de las actividades de todas las organizaciones adherentes a la Unión, será creado un órgano especial: el comité ejecutivo de la Unión. El comité tendrá a su cargo las siguientes funciones: la ejecución de las decisiones tomadas por la Unión que se les haya confiado; la orientación teórica y organizacional de las actividades de los grupos aislados de forma consistente con las posiciones teóricas y con la línea táctica general de la Unión; la mantención de los lazos de trabajo y organizativos entre las organizaciones en la Unión y las otras organizaciones.

La Unión General de Anarquistas n se diferenciaba mucho de cualquier partido político, salvo la expresa negativa a formar un gobierno, pero sin renunciar a un rol dirigente sobre las masas, sobre los sindicatos y consejos de trabajadores, mediante un comité ejecutivo centralizado.

6. El rol del sindicalismo.
Para los plataformistas el sindicalismo era el principal medio de lucha, pero al no tener una teoría revolucionaria propia, era indispensable inclinarlo en una dirección libertaria. El anarcosindicalismo se presentaba a ojos de los plataformistas como incompleto e incapaz de anarquizar al movimiento obrero. La táctica de La Plataforma para los sindicatos no se diferenciaba de la aplicada por los partidos leninistas.

La tarea de los anarquistas en las filas del movimiento de trabajadores revolucionarios puede sólo ser cumplida en condiciones tales que su trabajo se vea íntimamente ligado y asociado con la actividad de la organización anarquista por fuera del sindicato. En otras palabras, debemos ingresar al movimiento sindical revolucionario como una fuerza organizada, responsable de cumplir su trabajo en el sindicato ante la organización general de los anarquistas, y orientada por ésta última.

Sin restringirnos a la creación de sindicatos anarquistas, debemos buscar ejercer nuestra influencia teórica en todos los sindicatos, en todas sus formas (los IWW, las TU rusas). Sólo podemos alcanzar éste fin trabajando en grupos anarquistas rigurosamente organizados; pero nunca en pequeños grupos empíricos, sin ligazón organizativa ni acuerdo teórico entre ellos (subrayado nuestro).
Esta propuesta no se diferencia del dirigismo que aplicaron los bolcheviques sobre los soviets, convirtiéndolos en apéndices del Partido Comunista. En otras palabras, los trabajadores no son quienes deciden libremente en condición de tales, sino que la línea es inducida, infiltrada o impuesta desde una organización exterior al gremio o al consejo obrero.

7. La cuestión de la Defensa de la Revolución. Basados en su experiencia durante la revolución rusa y su participación en la guerra revolucionaria en Ucrania, el grupo de Machno y Archinov proponía la creación de un ejército para la defensa de la revolución contra la inevitable reacción de la burguesía (no como estrategia excluyente para lograr la revolución, como han pretendido algunos).
Como en todas las guerras, la guerra civil no puede ser emprendida por los trabajadores con éxito a menos que apliquen los dos principios fundamentales de toda acción militar: unidad en el plan de operaciones y unidad del mando común. El momento más crítico de la Revolución vendrá cuando la burguesía marche en contra de la revolución como fuerza organizada. Este momento crítico obliga a los trabajadores a adoptar éstos principios de la estrategia militar.

De tal modo, en vista de las necesidades impuestas por la estrategia militar, además de la estrategia de la contrarrevolución, las fuerzas armadas de la revolución deben estar inevitablemente basadas en un ejército general revolucionario con un mando común y con un plan de operaciones.

En teoría, este ejército estaría sometido a la jurisdicción de las organizaciones productivas de obreros y campesinos, lo que no deja de sonar como un formalismo inaplicable. Según advertían los firmantes del documento, la creación de un ejército debería ser tomada no como una cuestión de principio sino más bien de tipo estratégica, a la que los trabajadores se verían “fatalmente forzados” a recurrir en defensa de revolución.

Hasta aquí hemos repasado sucintamente los argumentos básicos que proponía la Plataforma Organizacional de los Comunistas Libertarios. Las respuestas no se hicieron esperar, no solo dentro del círculo de los exiliados rusos sino también entre camaradas de otros países.

Las reacciones contra la Plataforma.


El documento de Dielo Truda provocó una catarata de respuestas críticas, algunas destempladas y otras mesuradas. Entre los anarquistas rusos exiliados el alboroto tomó ribetes escandalosos cuando comenzaron las acusaciones cruzadas entre antiguos camaradas de lucha.

Desde el grupo de Volin se explicitó que la Plataforma era tributaria de la ideología bolchevique y se hacía referencia al pasado de Archinov, que antes de integrarse al anarquismo en 1906 había militado en las filas bolcheviques; según ellos, su autor nunca se había distanciado de las ideas de Lenin. Como contrapartida, Makhno sugirió que Volin se había pasado a los comunistas en 1919, en ocasión de ser tomado prisionero por el Ejército Rojo. Alexander Berkman salió en defensa de Volin acusando a Makhno de poseer un temperamento militarista y que estaba moralmente dominado por Archinov. De éste opinaba que “su carácter es enteramente bolchevique”; “tiene un carácter dominante, arbitrario y tiránico. Todo ello arroja alguna nueva luz también sobre la Plataforma Organizativa” (P. Avrich; Los anarquistas rusos: 247). La Plataforma era vista como una desviación anarco-bolchevique y que pregonaba un anarquismo de corte partidario.

La derrota, el penoso exilio y la certeza de un futuro ominoso carcomían por dentro al grupo de exiliados rusos: las rivalidades personales estallaban entre los viejos revolucionarios; la discordia había ocupado el espacio de la camaradería, dando un penoso golpe de telón al accionar del anarquismo ruso.

La crítica de Volin, Fleshin y otros exiliados rusos.

En abril de 1927 se publicó en ruso y en francés la Respuesta al documento de Dielo Truda, primera intervención en una larga serie de debates acerca del rol de la organización anarquista. La Respuesta se inauguraba con la siguiente frase: “No estamos de acuerdo con las afirmaciones de la Plataforma…” revelando el tenor crítico que tendría el documento de allí en más. Continuaba con un rechazo explícito de las motivaciones sobre las que el grupo Dielo Truda se basaba para fundamentar su propuesta: que la debilidad del movimiento anarquista se debía a la ausencia de principios organizativos. Sin rechazar la necesidad de organizarse, el grupo de Volin consideraba que la Plataforma “sobre enfatizaba la importancia del rol de la organización”, estableciendo una partido centralizado que insertaría una línea política y táctica para el movimiento anarquista.

Además de rechazar la idea de anarquismo de síntesis según estaba explicitada en la Plataforma, el grupo de Volin sostenía que proponer a la idea de lucha de clases como la única válida para el anarquismo, rechazando los principios humanistas e individualistas implicaba constreñir la idea, limitarla a un solo punto de vista.
“El anarquismo es más complejo, sintético y diverso, como lo es la vida misma. Su componente de clase consiste principalmente en la lucha por la liberación; su carácter humanitario constituye su aspecto ético y la base de la sociedad humana; su individualismo, el ser humano como finalidad”.

Con respecto al rol de las masas, la Respuesta sostenía que la tesis de la Plataforma podía resumirse en: las masas deben ser dirigidas. Por el contrario, sostenía Volin y compañía que los anarquistas no debían dirigir a las masas sino actuar desde las masas. La perspectiva plataformista no se diferenciaba de la de los partidos políticos en este punto de vista, porque compartía con ellos presupuestos similares: a) las masas deben ser dirigidas, b) la minoría conciente separada de las masas debe llevar la iniciativa, c) este colectivo debe organizarse en un partido que debe tomar la iniciativa en todas las áreas de la revolución.

“Los anarquistas y las organizaciones específicas (grupos, federaciones, confederaciones) solo pueden ofrecer asistencia ideológica, sin asumir el rol de líderes.” La más leve insinuación de caudillaje, superioridad o liderazgo sobre las masas, conduciría a una aceptación y sometimiento a una dirección separada de las bases.

Otro de los puntos de la Plataforma que rechazaba la Respuesta era la obligatoriedad de la aceptación de ciertas decisiones, cuyo rechazo conllevaba la aplicación de sanciones; esto significaría “el comienzo de la coerción, la violencia y los castigos”.

Consecuentemente, el grupo de Volin rechazaba la idea de controlar “en momentos específicos” la libertad de expresión y de prensa en defensa de la revolución, como proponían los plataformistas. ¿Quienes impondría estos límites, quienes determinarían los momentos específicos cuando llegase el caso, quiénes tendrían esa capacidad de decisión?: la autoridad y el poder se rehabilitarían, aunque se los calificase con otros nombres.

Con respecto a la defensa de la revolución, el grupo de Volin sostenía que en la propuesta de la Plataforma acerca de un ejército dirigido por un comando centralizado, se evidenciaba un error técnico y un error político. El error técnico consistía en creer que un ejército de esas características es idóneo para la defensa de la revolución, por el simple hecho de su centralización. El despliegue de un plan general de acción ideado por un comando centralizado no está a exceptuado de llevar la revolución a la derrota. Un ejército centralizado podría ser tan nefasto e ineficaz como unidades descoordinadas aisladas y desperdigadas. El error político consistiría en que un comando centralizado desalentaría las iniciativas regionales e individuales; además, engendraría un aparato militar aplastante y una tendencia a considerar al centro de mando especializado como infalible. Como consecuencia, el ejército centralizado tendría muchas probabilidades de dejar de ser “revolucionario”, para convertirse en una herramienta de la reacción, tal cual había ocurrido con el Ejército Rojo. Si las masas pierden la iniciativa de su accionar, nada puede reemplazarlas. Ningún ejército, aparato o Cheka –como es la concepción bolchevique- salvarán a la revolución de los complots de la burguesía, si el pueblo en armas autoorganizado fracasa.

Finalmente las críticas se enfocaron sobre las formas y el rol que debía asumir la organización anarquista. La Plataforma proponía acabar con las contradicciones teórico-prácticas, con la incoherencia ideológica y la dispersión organizativa que percibía en el movimiento anarquista abrazando la unidad teórica y la unidad táctica. Esta se lograría acordando aquello que se debía conservar y abandonar de la variedad de ideas anarquistas, reduciendo las “contradicciones teóricas”, para conformar una ideología homogénea y coherente. Así se lograría una organización única que excluiría a aquellos que no acordaran con su programa. Pero el plan plataformista de lograr la unidad ideológica y táctica de los anarquistas fracasaría precisamente porque lejos de lograr la unidad, más bien generaría relaciones hostiles con aquellas organizaciones anarquistas que estuviesen en discrepancia. En lugar de producirse la unidad y el entendimiento, prevalecerían la discordia y el enfrentamiento. Y entonces fracasaría el propósito principal de la Plataforma, que consistía en conformar una organización que agrupara a todos los anarquistas sobre una misma base: continuarían existiendo no una sino varias organizaciones.

Una organización que pretendiera ser tomada seriamente debería prestar atención a definir su rol y sus objetivos con claridad. Según la Plataforma, el rol de la organización específica es el de dirigir a las masas. “Yuxtaponer el término dirigir con el adverbio ideológicamente no cambia sustancialmente la posición de los autores de la Plataforma, porque conciben a la organización como un partido disciplinado. Rechazamos cualquier pensamiento de que los anarquistas deban dirigir a las masas”.

Los autores de la Respuesta señalaban además una contradicción flagrante. Si bien las concepciones de la Plataforma se asemejan a las de cualquier partido político, es decir, la presencia de un comité ejecutivo centralizado que asume la dirección ideológica y táctica, “al mismo tiempo afirma su fe en el principio federativo, lo cual está en absoluta contradicción con las ideas citadas previamente” ya que el federalismo significa autonomía en las bases, los grupos locales y regionales. Mientras se exalta la necesidad del centralismo, la disciplina partidaria, el rol directivo sobre las masas, la unidad teórica y táctica delineada por un comité y la necesidad de un ejército centralizado, se invoca al federalismo para conjurar el fantasma de la centralización. Como señalaron Volin y compañía, los autores de la Plataforma “están apenas a un paso del bolchevismo, un paso que no se atrevieron a dar”.

Otras réplicas a la Plataforma.

El debate sobre el rol y naturaleza de la organización anarquista que propuso la Plataforma involucró a militantes ácratas de renombre, quienes asumieron en su amplia mayoría una posición de reprobación sobre el documento de Dielo Truda. Paralelamente a la Respuesta firmada por Volin, Fleshin, Sobol y otros exiliados rusos, también editaron sus críticas en diversas revistas y periódicos Sebastián Faure y Jean Grave, mientras que Max Nettlau publicó El proyecto de constitución de un partido anarquista, el 30 de mayo de 1927.

Los anarquistas italianos debatieron a fondo la Plataforma y redactaron varios artículos, en la gran mayoría impugnando sus presupuestos, como fue el caso de L. Galleani con su artículo El Principio de la organización a la luz del anarquismo, de E. Malatesta con un escrito en Le Reveil de Ginebra en octubre de 1927 e intervenciones del grupo Pensiero e Volontá, que integraban personalidades como Luiggi Fabbri, Ugo Fedeli y Camillo Berneri.

El artículo de Fabbri –originalmente publicado en italiano por Il Martello de New York en septiembre de 1927 y reproducido en Buenos Aires por La Protesta- se titulaba Acerca de un Proyecto de Organización Anarquista. Fabbri sostenía que la Plataforma era demasiado ideológica, poco práctica y realista, que además establecía puntos de vista axiomáticos sobre ciertas problemáticas sobre las que difícilmente se podría llegar a conseguir una unidad de criterios. Si bien la necesidad de una organización anarquista estaba completamente justificada, decía Fabbri, “no obstante, desde la introducción se advierte que el espíritu de la Plataforma, contiene efectivamente un exclusivismo excesivo, tendiente a dejar fuera del movimiento anarquista a todas las corrientes que no concuerdan con ella, no solo en cuestiones prácticas sino también ideológicas.” Excluir a otras variedades de pensamiento anarquista como el anarcosindicalismo a favor de “una unidad rigurosa de partido, una unidad ideológica y estratégica”, sería un grave error, transformando una corriente interna en algo extraño y adverso.

También en referencia a la unidad y variedad dentro del movimiento anarquista, concluía Fabbri que la pretensión de constituir una Unión General de Anarquistas “que representase a la generalidad de los anarquistas, y excluyera de esa generalidad a aquellos que no pertenezcan a ella, en realidad siempre sería una organización particular y nunca general.” Esto equivaldría a confundir a una parte con el todo, a tomar a las razones particulares como la razón excluyente, no viendo ningún movimiento anarquista más allá de la propia organización.

Otro punto desafortunado de la Plataforma consistía en hacer de la lucha de clases la característica principal del anarquismo, “reduciendo a su mínima expresión su significación y objetivo humanitarios.” La lucha de clases es un hecho innegable pero que solo corresponde al método y a la acción revolucionaria del anarquismo, cuyo carácter fundamental consistente en afirmar la libertad social e individual negando toda autoridad impuesta y de todo gobierno. La socialización que proponen los anarquistas será “en beneficio de todos los hombres, de modo que unos dejen de ser los explotadores de otros”.

Tampoco coincide Fabbri con la idea de que las masas posean una capacidad innata anárquica creadora. La condición de clase de las masas no es la que las convierte en revolucionarias, sino que lo son en la medida de su accionar anárquico. De todos modos, aclara, sobre este punto pueden existir diferencias de opinión entre los anarquistas, y sería perfectamente inútil dogmatizarlo en cualquier sentido. Se puede acordar que los anarquistas participan de la lucha de las clases explotadas para acabar con el capitalismo. “sobre eso estamos todos de acuerdo, sin distinción: sobre el resto podemos discutir, pero no haremos de esto el argumento de una verdadera y propia división de partido”.

El punto de la Plataforma que Fabbri considera más desviacionista de la ideología anarquista es la pretensión dirigente de la organización anarquista específica sobre el movimiento obrero, la cual podría llevar a establecer una casta dirigente o -en el peor de los casos- una dictadura anarquista sobre el proletariado, una verdadera contradicción en los términos. Aunque los autores de la Plataforma pretendieran que la función dirigente se restringiría a una guía ideológica, esta situación evolucionaría en una conducción de hecho de una minoría anarquista -una especie de “estado mayor”- sobre las masas. “De otra manera no podría explicarse la diferencia que la Plataforma establece entre organizaciones de masas impregnadas de ideología anarquista y organización anarquista propiamente dicha. Una diferencia que en la práctica no podría ser precisada, ya que no se puede establecer el grado de anarquismo de la primera en comparación con la segunda, ni sancionar la legitimidad de la dirección o superioridad de la segunda sobre la primera.”

También Berneri publicaría un artículo crítico a la posición de Dielo Truda, en el periódico parisino Lotta Umana, en diciembre del mismo año. Su posición queda expresa desde el comienzo: “No estoy en absoluto de acuerdo con la Plataforma”. Al igual que para Fabbri, las masas no son portadoras de una capacidad revolucionaria innata, “en la acción popular insurreccional veo más "efectos" anarquistas que "instintos" anárquicos; no creo que la función de los anarquistas en la revolución deba limitarse a "suprimir los obstáculos" que se oponen a la manifestación de las voluntades de las masas; veo graves peligros y no pocas dificultades en los egoísmos municipales y corporativos.”

A lo que apunta Berneri es a las complejidades de la vida social y a los particularismos regionales o culturales de naturaleza conservadora que se encuentran en todas las sociedades humanas, y cuyo comportamiento la Plataforma simplifica excesivamente universalizando un supuesto proceder de las masas.

“Si el movimiento anarquista no adquiere el coraje de considerarse aislado espiritualmente, no aprenderá a actuar como iniciador y propulsor. Si no alcanza la inteligencia política que nace de un racional y sereno pesimismo (que de hecho es el sentido de la realidad) y de un atento y claro examen de los problemas, no sabrá multiplicar sus fuerzas encontrando consensos y cooperaciones en las masas.

Es necesario salir del romanticismo. Ver a las masas, diría, en perspectiva. No existe el pueblo homogéneo, sino gentes diversas, categorías. No existe la voluntad revolucionaria de las masas, sino momentos revolucionarios, en los cuales las masas son enormes palancas.

Estar con el pueblo es fácil si se trata de gritar: !Viva! !Abajo! !Adelante! !Viva la Revolución!, o si se trata simplemente de luchar. Pero llega el momento en el que todos preguntan: ?Qué hacemos? Es necesario dar una respuesta. No para hacer de jefe, sino para que la gente no los cree.

"Táctica única" quiere decir uniforme y continua. La Plataforma ha llegado a la "táctica única" por la simplificación del problema de la acción anarquista en el seno de la revolución.”

La posición de Berneri está tan lejos de los tintes demagógicos que se evidencian en la idealización de las masas de la Plataforma, como del leninismo larvado que le atribuye en un ponzoñoso artículo el neo-plataformista José Antonio Gutiérrez, idea que en realidad es una proyección de su propio pensamiento. Tampoco es verosímil la versión sobre la supuesta pésima calidad de la traducción de la Plataforma, volcada por Volin del ruso al francés que dispusieron los camaradas italianos, para desautorizar la interpretación de Berneri, ya que Volin era un idóneo traductor. Además, es ridícula su imputación de “hacer una traducción tan tendenciosa como fuera posible”, además de insultar la inteligencia de quienes pretende defender o justificar.

Hasta en Buenos Aires se sintieron las sacudidas del debate que lanzó Dielo Truda. En el suplemento quincenal de La Protesta se publicó de forma episódica el texto de la Plataforma (cuya autoría se atribuye directamente a Archinov). Mediante notas al pie sobre la narración, el grupo editor manifestaba sus desacuerdos sobre las tesis plataformistas. En el Suplemento 257 del 15 de febrero de 1927, se relativiza la supuesta situación caótica del movimiento anarquista internacional por no corresponder con la realidad de los hechos, se alerta sobre la exageración del “peligro individualista”, se desmiente el fetichismo organizativo que se le atribuye a Bakunin, se impugna la afirmación de que el movimiento anarquista haya bregado siempre por una unidad táctica sino más bien todo lo contrario y se previene contra la “pretensión un tanto desmesurada” de la unidad táctica.

“¿Es que una “dirección” única, una línea general única sería más eficiente que la libre y espontánea conjugación de los esfuerzos diversos de los anarquistas? Creemos que no, y lejos de ello, nuestra opinión es que lo único que debe preocuparnos es el fomento de una mayor actividad, dejando a los individuos mismos plena autonomía.”

En la edición 260 se continuó con la publicación del texto de la Plataforma. Con respecto a la afirmación de que no existe una humanidad única sino que está dividida en dos sectores sociales, el proletariado y la burguesía, enfrascados en una lucha de clases desde el inicio de la historia humana, el grupo editor manifestó su posición.

“Este punto de vista puramente marxista, que tiene por substratum el determinismo económico, ha sido combatido siempre por nosotros (…) Es evidentemente arbitrario querer explicar la historia de esa manera, cuando la realidad no nos ha demostrado nunca esa división de clases. Al contrario, actualmente vemos que grandes masas obreras tienen o suponen tener más intereses con la burguesía que con el resto del proletariado. En el pasado, la separación de burgueses y proletarios ha existido en un grado mucho menor y hasta podría decirse que la parte revolucionaria de la humanidad se expresó más en la burguesía que en las filas de los asalariados. Recién después de la conquista del poder político por la burguesía, en 1789, comenzó el proceso de la distanciación entre burgueses y obreros. Hoy mismo ese proceso, deseable en grado extremo, ciertamente, no se ha terminado, no ha dividido a la humanidad en burgueses y proletarios. Y esa es la gran tragedia de las fuerzas de la revolución.”

También observaba el grupo La Protesta que el desarrollo lógico de los pensamientos contenidos en la Plataforma conducirían a una nueva dominación de clase. En el número siguiente, también se expresaban ciertas reticencias hacia la Plataforma, expresadas en la interrogación de si sus autores se proponían en verdad la transformación social o más bien la aniquilación de aquellos que no pertenecieran a la clase proletaria.

Una de las contestaciones más brillantes al grupo Dielo Truda fue la de la militante rusa Maria Isidine (seudónimo de Maria Goldsmitt-Korn). Previamente en 1926 había enviado por carta un cuestionario al grupo editorial –del que también formaba parte- con algunas de las inquietudes y dudas que generaba la lectura de la Plataforma, cuyas respuestas fueron incluidas como Suplemento aclaratorio. Ya en ese cuestionario de Maria Isidine se manifestaban los puntos más controvertidos del documento de Archinov: la primacía de las mayorías sobre las minorías; la naturaleza del vínculo federativo entre los integrantes, el cual podía ser moral/individual o coercitivo/organizativo; la intervención en el movimiento obrero de carácter entrista y dirigista; la naturaleza del Comité Ejecutivo; las restricciones a la libertad de expresión, la defensa de la revolución y otras cuestiones relativas a la reconstrucción social.

Entre marzo y abril de 1928 se publicó una concienzuda contestación a la Plataforma en el periódico francés Plus Loin, números 36 y 37. Allí planteaba la controversia que generaba la palabra partido en las entrañas del movimiento. Todo dependía del significado que se otorgase ya que “se puede aplicar simplemente a una comunidad de personas con ideas semejantes, de acuerdo entre sí sobre los objetivos a alcanzar y los medios a ser empleados, incluso sin estar delimitados por lazos formales o aunque no se conozcan entre sí. (…) En su anhelo de estrechar los lazos entre los militantes, los autores de la Plataforma proponen poner en marcha un modelo nuevo de partido anarquista a lo largo de las líneas contraídas por otros partidos, con toma de decisiones vinculantes por mayoría de votos, un comité central de dirección, etc.”

Para la autora el principio de preeminencia de las mayorías ocasionaría en vez de un fortalecimiento de la las organizaciones, su debilitamiento por luchas intestinas, desviando energías para intentar prevalecer en votaciones de congresos y comités, haciendo la convivencia incómoda para los integrantes de la minoría, incubando el germen de la escisión y el revanchismo.

También consideraba que el error fundamental de la Plataforma consistía en concentrarse en la estructura de la unión de grupos y la conformación de un centro directivo, a fin de salvar al movimiento anarquista, en lugar de enfocarse sobre los grupos en sí. “No es a la federación sino a los grupos que la integran a quienes debemos exigirles tales líneas de acción: el centro de gravedad del movimiento reside allí, y la federación será aquello que sean los grupos que la integran.” El principio de la responsabilidad moral debía primar sobre la responsabilidad colectiva de la organización, o disciplina partidaria, porque sus bases eran voluntarias, libres y por lo tanto, más fuertes. Para María Isidine, la responsabilidad colectiva solo tendría sentido como principio cuando dentro de un grupo se actuase por consenso y acuerdo de todos sus miembros sin excepción, nunca por obediencia orgánica al precepto sancionado por la mayoría.

La polémica con Malatesta

En la misma línea que las críticas precedentes, las objeciones de Errico Malatesta proporcionaron un golpe muy duro a la postura de los plataformistas, tanto por lo categórico de sus argumentos como por el prestigio de su autor. Malatesta basó sus críticas en la traducción francesa de Volin y sus puntos de vista son coincidentes con los de Maria Isidine, que leyó la versión original rusa e integraba el grupo editorial de Dielo Truda; razón suficiente para desechar la afirmación de Alexandre Skirda sobre la supuesta traducción tendenciosa al francés obrada por Volin.

Malatesta creía que era necesaria la conformación de agrupaciones puramente anarquistas para superar las tendencias reformistas características al movimiento obrero, pero debían estar en armonía con los principios del anarquismo, tener una conformación basada en la libre cooperación de los individuos, fortalecedora de la conciencia revolucionaria y estimuladora de la iniciativa de sus miembros. Pero la Plataforma no cumplía estos requisitos, sostenía Malatesta.

“En mi opinión, en vez de crear entre los anarquistas un mayor deseo de organización, pareciera haber sido formulada para el designio expreso de reforzar el prejuicio en aquellos camaradas que creen que la organización significa la sumisión a lideres y pertenencia a una institución centralizada, autoritaria, que ahoga toda libre iniciativa. Y de hecho, expresa aquellas mismas intenciones que algunos persisten en atribuir a todos los anarquistas descritos como organizadores, contrariamente a la verdad evidente, y pese a nuestras protestas.”

También consideraba erróneo e impracticable intentar unir a todos los anarquistas en una única organización. En este punto su argumentación coincidía con la de María Isidine: “Nosotros los anarquistas, podemos decir que somos todos del mismo partido, si por la palabra partido entendemos todos aquellos que están del mismo lado, es decir, que comparten las mismas aspiraciones generales y que, de una u otra manera, luchan por el mismo objetivo en contra de los enemigos comunes. Pero esto no significa que sea posible -ni, quizás, siquiera deseable- unirnos todos juntos en una misma asociación específica.” Es indiscutible que Malatesta nunca apoyó la creación de un partido político anarquista ni un partido de cuadros, como algunos habladores insisten.

La “verdad” de la idea anarquista no puede ser, por consiguiente, monopolio de un comité ejecutivo, una organización determinada u obtenida por una mayoría de votos. Tampoco existen criterios incontestables para separar de antemano los elementos saludables de los perniciosos al movimiento.

Para Malatesta la forma organizativa planteada en la Plataforma no se conforma a los principios y métodos anarquistas. Y como los medios (autoritarios) no se adecuan a los fines (libertarios), la organización plataformista por ser típicamente autoritaria distorsiona el espíritu del anarquismo y conducirá a un resultado no anarquista. Malatesta impugna en especial la dirección político-ideológica por un comité ejecutivo, encargado de apuntar la táctica general de la Unión.

“¿Es esto anarquista? En mi opinión, esto es un gobierno y una iglesia. Es cierto que no hay policía ni bayonetas, como tampoco hay discípulos fieles listos a aceptar la ideología dictada, pero esto sólo significa que su gobierno sería impotente e imposible, y que su iglesia sería un criadero de divisiones y herejías. Su espíritu, su tendencia, sigue siendo autoritaria y sus efectos educativos serán siempre anti-anarquistas.”

Uno de los puntos de mayor diferencia de criterio fue la cuestión de la responsabilidad colectiva, que será tomado por Malatesta desde un enfoque diferente al de M. Isidine. Este principio de responsabilidad colectiva constituye el fundamento del espíritu disciplinado que la Plataforma requería de sus militantes, y había sido esbozado germinalmente por Makhno en 1925 en el artículo Sobre la disciplina revolucionaria. Según este principio toda la organización es responsable por aquello que cada miembro hace. La única forma de aplicar este principio es atenerse a una estricta disciplina y que todos los individuos y grupos integrantes se sometan a la voluntad general de la organización, determinada por la mayoría. ¿Cómo conjugar esta coerción con el principio de independencia de criterio y la libertad de crítica? Para obrar sin coerción organizativa sobre la minoría, se haría necesario que todos sus miembros tuvieran la misma opinión en todo momento, lo cual es irrealizable como la experiencia práctica lo demuestra. Además, el principio de mayorías podría significar, en el caso de que no fuesen solamente dos sino más las propuestas en disputa, la posición preponderante de la primera minoría (es decir, la mayor de las minorías). Sobre bases tan frágiles la “autodisciplina libremente aceptada” de Makhno carecería de sentido práctico. ¿Y sobre qué argumentos los anarquistas pueden negar el gobierno de las mayorías en las sociedades humanas, cuando lo aplican hacia el interior de sus propias organizaciones?

A Malatesta no se le escapan las motivaciones que impulsaron a los autores de la Plataforma a ensalzar ideas repelentes por naturaleza al anarquismo (tanto organizacionista como individualista): disciplina, principio de mayorías, responsabilidad colectiva, comités ejecutivos, dirección ideológica, unidad táctica, etc., privilegiando la eficacia y la efectividad.

“Estos compañeros están obsesionados por el éxito que los Bolcheviques han tenido en su propio país, y quisieran, a la manera de los Bolcheviques, unir a los anarquistas en una especie de ejército disciplinado, el cual, bajo la dirección ideológica y práctica de unos pocos lideres, marche compacta al asalto del presente régimen y, entonces, alcanzada la victoria material, presida la constitución de la nueva sociedad. Y quizás sea cierto que bajo este sistema, siempre que los anarquistas lo acepten, y que los lideres sean hombres de genio, nuestra eficiencia material sería enorme. ¿Pero con qué resultado? ¿No ocurriría con el anarquismo lo que ha ocurrido en Rusia con el socialismo y el comunismo? “

El escrito de Malatesta suscitó una crispada respuesta de Archinov en Dielo Truda, por mayo de 1928, Lo viejo y lo nuevo en el anarquismo. Allí defendió y ratificó las posiciones de la Plataforma, sin hacer nuevos aportes argumentativos. En cambio, quedó evidenciado que aquello que se les criticaba a los plataformistas no era producto de la confusión originada por la lectura de una versión malograda del texto original. Al igual que en su virulenta respuesta a Volin, no hizo Archinov ningún esfuerzo convincente por refutar las posiciones de su interlocutor, cayendo en descalificaciones y prejuicios que pronto se convertirán en clichés plataformistas: acusación de dogmatismo, de intelectualismo enajenado de las masas, de negligencia e irresponsabilidad. Archinov insiste en que la Plataforma es fruto de la experiencia concreta, para descalificar a las posiciones de sus contrincantes como “abstracciones dogmáticas”. Pero torpemente olvida que ese mismo argumento podría ser esgrimido por sus detractores rusos como Volin, Fleshin, Maximov, Berkman, Goldman o Shapiro, copartícipes de la misma experiencia. Sin el más mínimo dejo de autocrítica -coincidiendo con los marxistas-leninistas- considera superado al anarquismo del pasado, y proclama jactancioso:

“El comunismo libertario no puede permanecer en los obstáculos del pasado, debe ir más allá, combatiendo y superando sus defectos. El aspecto original de la Plataforma y del grupo Dielo Truda, consiste precisamente en ser extraños a dogmas anacrónicos, a ideas prefabricadas, y que, por el contrario, se esfuerzan en llevar adelante su actividad partiendo de los hechos reales y presentes. Esta aproximación, constituye el primer intento de fusionar al anarquismo con la vida real y de crear una actividad anarquista sobre esta base. Es sólo así que el comunismo libertario puede liberarse de un dogma obsoleto y promover al movimiento vivo de las masas.”

Poco después, un entristecido Néstor Makhno le hacía llegar por carta a Malatesta una dolida respuesta. Luego de manifestar desacuerdo con su refutación de la Plataforma, Makhno le hace una pregunta referida a la actuación constructiva de los anarquistas en la sociedad, que es en sí misma toda una declaración: “¿Deberían los anarquistas asumir una función directiva, y consecuentemente responsable, o deberían limitarse a ser auxiliares irresponsables?”. Responde Malatesta:

“Su pregunta me deja perplejo, porque carece de precisión. Es posible dirigir mediante el consejo y el ejemplo, dejando al pueblo -proveídos de las oportunidades y los medios para suplir por sí mismos sus necesidades- adoptar nuestros métodos y soluciones si estos son, o parecieran ser, mejores que aquellos sugeridos y ejecutados por otros. Pero es también posible dirigir tomando el mando, esto es, convirtiéndose en gobierno e imponiendo las ideas e intereses propios mediante métodos policiales. ¿De qué manera quisiera dirigir?

Somos anarquistas, porque creemos que el gobierno (cualquier gobierno) es un mal, y que no es posible ganar la libertad, solidaridad y justicia si no es con libertad. No podemos, entonces, aspirar al gobierno y debemos hacer todo cuanto sea posible para evitar que otros -clases, partidos o individualidades- tomen el poder, convirtiéndose en gobiernos. (…)

Pero cuando veo que en la Unión que ustedes apoyan, hay un Comité Ejecutivo que da dirección ideológica y organizativa a la asociación, me asalta la duda de que ustedes también quisieran ver, en el movimiento general, un cuerpo central que dictaría, de manera autoritaria, el programa teórico y práctico de la revolución. De ser esto así, somos polos opuestos. Su organización, o sus órganos administrativos, podrían estar compuestos por anarquistas, pero no serían otra cosa sino un gobierno.”

Finalmente, la última intervención de Malatesta en el debate sobre la Plataforma fue el breve artículo A propósito de la “Responsabilidad Colectiva”, y fue publicada en Studi Sociali, el 10 de julio de 1930, cuando ya la tormenta había escampado.

La primera muerte de la Plataforma

El interés por la Plataforma fue disminuyendo progresivamente a causa de las fuertes críticas que suscitó, y porque casi no logró ninguna adhesión significativa fuera del círculo de exiliados rusos. Los padecimientos del exilio, las enemistades personales, la miseria que debían soportar junto a sus familias desintegraron al movimiento anarquista ruso en el exilio. Mientras algunos como Volin o Makhno permanecieron en Francia resistiendo hambre y achaques, otros como Gorelik y Maximov optaron por emigrar de Francia, tomando como destino tierras americanas luego de peregrinar por Europa. Finalmente, un pequeño grupo decidió retornar a Rusia, entre los que se encontraba Archinov, a quien aguardaba un desenlace orwelliano.

Aún más que la decepción que le causó el rechazo de la Plataforma por el conjunto del movimiento anarquista internacional, a Archinov le desesperaba la depresión nostálgica fruto del exilio en que había caído su amada compañera. Habiendo sido expulsado de Francia, estableció contacto con el líder comunista Ordzhonidze -un ex compañero de detención- que le prometió ayudarlo a volver si se retractaba de todas sus críticas al bolchevismo y rompía definitivamente con el anarquismo. Hasta el propio Volin le pidió que no retornase a Rusia, porque nunca le perdonarían su pasado anarquista. El publicó en París dos panfletos contra el anarquismo: El Anarquismo y la dictadura del proletariado (1931) y El anarquismo en nuestros tiempos (1933); posteriormente publicó en el periódico comunista Izvestia el 30 de junio de 1935 El Fiasco del Anarquismo. Una vez en Rusia, trabajó como corrector de pruebas en Moscú por un tiempo, hasta que durante las purgas estalinistas de 1937 fue encarcelado bajo la acusación de anarquista y fusilado poco después.

Camillo Berneri y Max Nettlau lo criticaron ferozmente mientras que Alexander Berkman lo trató de traidor y cobarde. Makhno rompió públicamente con Archinov y le tachó de vanaglorioso y ambicioso de poder. Prácticamente rompió con la posición de la Plataforma cuando expresó que Archinov “comenzó a verse a sí mismo como líder del anarquismo, para lo cual buscó y encontró los fundamentos teóricos. Era un paso fácil de dar, un paso hacia el bolchevismo.”

La traición de Archinov y su orientación filo-bolchevique, arrastró consigo a la Plataforma Organizacional en su desprestigio. Pero luego de algunas décadas de olvido resurgiría a partir de la década del cincuenta en Francia e Italia, y en los sesenta y setenta en las islas británicas, cuando el movimiento anarquista internacional estaba en franco retroceso.

Francia: un retorno turbulento

Si bien la propuesta del grupo Dielo Truda fue prácticamente rechazada de plano por la totalidad del movimiento anarquista internacional, en Francia su semilla logró brotar con fuerza. La Union Anarchiste había sido fundada en 1919 y editaba diariamente Le Libertaire. En 1926 cambió su denominación por Union Anarchiste Communiste (UAC) y en 1927 la influencia del grupo de exiliados rusos en el congreso de Orleáns condujo a la adopción programática de la Plataforma, ensanchándose las diferencias con la tendencia sintetista de Volin, quienes finalmente se escindieron conformando la Association des Fédéralistes Anarchistes (AFA). Para esta época María Goldsmitt-Korn (Isidine) escribe su artículo crítico al plataformismo, Organización y Partido, a propósito del congreso de Orleáns. En 1930 algunos militantes de la UAC se acercan a posiciones sintetistas y se hacen empeños por la unión del movimiento lo cual se logra finalmente reintegrándose en la AFA en 1934, frente a la amenaza del ascendente fascismo. La nueva organización retoma el nombre de la UA, pero poco después se provoca una fracción que se denominará Fédération Anarchiste de langue Française (FAF) –que editarán Terre libre con colaboración de Volin y Prudhommeaux-, con una posición crítica a la cooperación de la UA con el Frente Popular y la participación de la CNT española en el gobierno republicano. El movimiento pasaría a la clandestinidad durante la Segunda Guerra Mundial.

Finalizada la ocupación alemana los anarquistas franceses se reorganizan en la Federación Anarquista (FA) –de corte sintetista y composición heterogénea- a fines de 1945; Georges Fontenis fue elegido su primer secretario general. Este siniestro personaje creará alrededor de 1950 una fracción secreta denominada Organisation Pensée Bataille (OPB), de tendencia plataformista, desarrollando una práctica autoritaria y jesuítica con el objeto de excluir a las otras tendencias de la FA y desarrollar finalmente una estructura centralizada y homogénea, que se denominará. Fédération Communiste Libertaire (FCL) a partir del congreso de París de 1953. Para esos años Fontenis publicó su Manifiesto Comunista Libertario -una versión actualizada de la Plataforma de Archinov- que resumiría el programa de la FCL. Como era de esperar, el Manifiesto celebraba las consabidas consignas: unidad táctica, unidad teórica, principio de mayorías, responsabilidad colectiva, disciplina partidaria, vanguardismo proletario y lucha de clases. La similitud de este documento con la Plataforma de Archinov es tan grande que casi podría considerarse un plagio.

La actuación de la OPB en el seno de la FCL fue catastrófica según la descripción que hicieron de ella quienes tuvieron que padecerla: “ellos intentan el imposible maridaje entre el marxismo y el anarquismo, están obnubilados por el orden y la disciplina, exigen la eficacia revolucionaria a toda costa, aunque sea renegando de nuestros principios”… “actuando en el oscurantismo, impone a sus miembros un silencio absoluto sobre su naturaleza y sus objetivos (sus estatutos llegan a prever la eliminación física de sus agentes si faltan a la disciplina de hierro que pone en peligro su organización). ¿La finalidad? Miembros de la Federación Anarquista, los agentes de la OPB tienen por consigna controlar la estructura para mejor poder hacer el cambio marxista libertario” (publicado en Tierra y Libertad, Nº 196, noviembre de 2004). La publicación del Memorándum del grupo Kronstadt, salido del propio FCL, denunció la orientación bolchevique de la FCL y la existencia de su organismo secreto OPB.

En 1956 la FCL presentó diez candidatos en las elecciones legislativas de enero, entre los cuales figuraba André Marty -expulsado del Partido Comunista y apodado “el carnicero de Albacete” por masacrar anarquistas durante la Revolución Española- para atraer los votos de los comunistas disidentes; los resultados fueron irrisorios. La represión gubernamental intensificada por su apoyo crítico a la lucha anticolonialista de Argelia, su fracasada aventura electoralista y la indiferencia general del resto de los anarquistas llevaron a la desaparición de la FCL en 1958.

Paralelamente, hacia 1953 los anarquistas que habían sido excluidos de la FCL reconstituyeron la FA de orientación sintetista y plural, editando Le Monde Libertaire. Durante los años sesenta, los intentos plataformistas por cambiar la orientación de la Federación tendrán una nueva expresión en la Unión de Grupos Anarquistas Comunistas, reproduciendo las tácticas conspirativas de Fontenis y sus secuaces, aunque sin obtener resultados. En 1966 la UGAC difunde una Carta al movimiento anarquista internacional, donde afirma que el anarquismo no puede asumir el liderazgo del movimiento revolucionario mundial y debe resignarse a actuar como integrante de un movimiento más extenso, propiciando una política frentista de alianzas con maoístas y trotskistas.

En 1927 con la UAC (en vida de Makhno y Archinov) y en 1953 con la FCL, fueron las únicas oportunidades históricas que dispusieron los plataformistas de liderar una organización sólida de gran tamaño. Ni el sintetismo de Volin ni el plataformismo de Archinov resultaron viables o eficaces para conformar un movimiento sobre bases comunes.

El neo-plataformismo desde 1968


A pesar de su fracaso germinal, el plataformismo – o quizás más correctamente expresado, el neo-plataformismo- consiguió ganar terreno después del verano libertario de 1968. No es casual que en un contexto de esplendor de la izquierda revolucionaria –cuya expresión característica serán las organizaciones guerrilleras- remisa al papel conciliador de los Partidos Comunistas bajo la órbita soviética, la Plataforma fuera recuperada con el fin de renovar al anarquismo. Pero esta actualización en realidad procuraba poner al anarquismo a tono con las propuestas izquierdistas de moda, en vez de responder a un proceso de maduración ideológica y un análisis de la evolución del capitalismo y el Estado. El plataformismo iba a caer como anillo al dedo a quienes consideraban al anarquismo “atrasado” y alejado de las masas, en una torre de cristal. El plataformismo se mimetizaba perfectamente con la izquierda compartiendo sus consignas y proporcionaba muchas de las respuestas a las cuestiones que preocupaban a jóvenes militantes libertarios que se sentían avasallados por un mundo que giraba a la izquierda: el potencial revolucionario de una organización anarquista era entendido como directamente proporcional a la semejanza con los partidos de izquierda.

En Francia a partir de 1968, luego de los sucesos de mayo, el anarquismo se encuentra totalmente fragmentado como movimiento: la Federación Anarquista, el Mouvement Communiste Libertaire (creado por partidarios de Fontenis, la UGAC y otros grupos plataformistas), la Union fédérale des anarchistes, la Alliance ouvrière anarchiste, la Union des groupes anarchistes communistes, el grupo editor de Noir et Rouge, la CNT, la Union anarcho-syndicaliste, la Organización Revolucionaria Anarquista (ORA) y otros grupos diversos, entre autonomistas, situacionistas, consejistas e individualistas.

La ORA, el MCL y otros plataformistas se integran en una Organización Comunista Libertaria en un congreso en Marsella durante 1971. Luego de idas y vueltas, defecciones y adhesiones reconstituyen una segunda OCL en 1975, pero incorporando elementos autonomistas, y la ORA plataformista se recompone aparte, aunque algunos de sus cuadros se incorporan a la Unión de los Comunistas de Francia, maoísta-estalinista. En esta caótica macedonia de organizaciones libertarias –de la que solo ofrecemos una muestra- también surge la plataformista Union des travailleurs communistes libertaires (UTCL), a la que adhieren Fontenis y Guerin en 1979. Luego de un proceso de intenso debate devienen en Alternative Libertaire en 1991, que conserva bastante del espíritu de sus predecesoras.

Una pléyade de organizaciones pobló el espacio libertario francés de los últimos cuarenta años, siendo una buena parte de ellas de tendencia plataformista, pero incorporando idas de diverso origen, que abarcan desde el marxismo libertario de Guerin y el izquierdismo revolucionario hasta el consejismo y el autonomismo. Paradójicamente, desde 1953 ha sido la Federación Anarquista -que interpreta el pensamiento sintetista de Volin y Faure, opositores a la Plataforma desde su creación- la única organización que logró continuidad como colectivo, lo cual constituye un tácito fracaso del platafomismo, en su pretensión de conformar la Unión General de Anarquistas propuesta por Archinov. Las alardeadas nociones de disciplina partidaria, responsabilidad colectiva, unidad táctica y unidad teórica demostraron su ineficacia en la práctica concreta de los grupos plataformistas franceses.

En Italia surge durante los años 70 la Organizzazione Rivoluzionario Anarchica que luego de fusionarse con otros grupos conformará la Federazione dei Comunisti Anarchici en 1986. A pesar de sus escasos militantes, persiste hasta la actualidad con secciones en Toscana, Lombardia, Friuli, Liguria, Puglia y Emilia.

En Irlanda el plataformismo se ha establecido como la tendencia anarquista de mayor influencia. El Workers Solidarity Movement fue fundado en 1984 por ex-miembros del trotskista Socialist Workers Party y anarquistas de Dublin y Cork. A pesar de ser un grupo reducido en tamaño han demostrado un gran despliegue militante y han tomado participación en campañas contra la aplicación de impuestos, campañas pro-aborto y en conflictos sindicales. Además han tenido participación activa en los movimientos anti-globalización, en campañas antibélicas contra la intervención norteamericana, así como una importante presencia en la Web. Ha sido duramente criticado por su participación en la campaña electoral del candidato Des Derwin en el sindicato SIPTU, por sus acercamientos al republicanismo irlandés y por dirigir su discurso exclusivamente a los sectores católicos de obreros y omitiendo al sector protestante. El WSM se ha convertido en el paradigma organizativo del plataformismo internacional.

En España los plataformistas actuaron al interior de CNT en 1978, generando algunos escándalos de proporciones. Liderados por Mikel Orrantía, socavaron las prácticas tradicionales de CNT y lanzaron todo tipo de acusaciones contra muchos de sus militantes más notorios. Según refiere Juan Gómez Casas (Relanzamiento de la CNT, ediciones CNT, 1984. Págs. 138-140), “Orrantía no desechaba el anarcosindicalismo ni a la CNT. Esta le interesa como campo de experimentación y como fuerza de maniobra. Anunciaba su deseo de permanecer en la CNT siempre que se permitiera libertad de tendencia dentro de la misma y la máxima libertad de expresión. Aquí había aún autonomía obrera y asambleísmo, claro que todavía se trataba de un nivel organizativo inferior. Pero por encima y exteriormente a la CNT aparecía la plataforma archinoviana, es decir, un nivel organizativo más perfecto y el grupo de los revolucionarios seguros, homogéneamente orientados a un fin, destinado a impulsar a las masas y a ordenar los repliegues tácticos en los momentos delicados. Dentro de este grupo, nos decía Orrantía, ya no cabía la libertad de expresión. Los discrepantes de la orientación general deberían entonces abandonar el grupo, porque no podía haber disenso. Se trataba en este caso de la vanguardia dirigente y monolítica.” Luego de abandonar CNT estos utilitarios personajes apoyaron electoralmente primero al PSOE y luego al brazo político de ETA, el partido vasco Herri Batasuna. Hoy en día el plataformismo sigue siendo una tendencia insignificante dentro del movimiento libertario español.

Existen grupos plataformistas en Grecia, Turquía, Brasil, Argentina, Portugal, Venezuela, Sudáfrica, Perú, México, etc. Su relevancia es mínima no solo dentro de sus países sin también como tendencia dentro de los movimientos anarquistas locales. En América del Norte la NEFAC agrupa a los plataformistas de EEUU y Canadá desde 1999.

En Chile la OCL es el principal grupo plataformista; sus posiciones y retórica no se diferencian del resto de la izquierda, además de designarse a sí mismos como un partido. Su principal referente organizativo es el WSM de Irlanda. Su principal antecedente es el difunto Congreso de Unificación Anarco Comunista de noviembre de 1999, autores de un curioso documento que describía sin desparpajo su concepción sectaria de la organización revolucionaria. Establecían 3 categorías: simpatizante, pre-militante (aspirantes) y militantes con participación plena. Estos últimos trabajaban en la estructura de la organización, tenían que estar al día con sus cotizaciones y debían participar regularmente de sus asambleas generales. Como muestra del espíritu vigilante de la organización, el documento declaraba que era deber del militante asistir “regularmente a los talleres de formación teórica, avisando al encargado de la Comisión de Educación sus inasistencias, con antelación, de modo que pueda repasar sus lecciones en otra ocasión.” Cada una de estas categorías tenía los derechos y obligaciones correspondientes, todo debidamente estipulado en un escalafón del militante libertario. Para ser militante los aspirantes debían estar de acuerdo por completo con la política de la organización. Según estos estatutos, solo los militantes podían participar activamente en la generación de políticas por parte de la organización u “ocupar espacios en los órganos de difusión de la Organización”. Es inimaginable una implementación más rigurosa de los principios de unidad teórica, unidad táctica y disciplina.

Una vez presentado y aceptado el nuevo militante a la asamblea, se le prodigaba una ceremonia de recibimiento, como un rito de pasaje hacia su nuevo estado. Para evitar suspicacias, aquí está una trascripción textual del evento:

“La ceremonia consistirá en la lectura que hará el nuevo compañero, al inicio de la asamblea, de un acta de compromiso que selle su fidelidad ante sus nuevos compañeros y la causa revolucionaria, luego de lo cual se entonarán los himnos “Hijo del Pueblo” y “A las Barricadas”. Una vez efectuado esto, se procederá a hacerle entrega de su cartilla de militante y de su distintivo (pañuelo y/o brazalete) Para la ocasión, todos los compañeros deberán asistir con su distintivo puesto. Posteriormente, todos los compañeros procederán a hacer un saludo personalizado cordialmente al compañero. Está pensada para durar menos de diez minutos.”

Todo esta bufonada podría generar hilaridad si no hubiera sido acompañada de un código de faltas y sanciones, establecidas de antemano que iban desde la amonestación verbal a la expulsión (si bien considerando el funcionamiento de una organización por el estilo, el castigo equivaldría más bien a una recompensa). Para mitigar las sanciones los autores del documento declaraban que “no nos mueve el interés puramente punitivo, sino que debemos velar por el correcto funcionamiento, la seguridad y la cohesión interna de la organización. En ese sentido, la sanción tendrá por objetivo impedir un funcionamiento anómalo.” Es decir, una exaltación del control de los individuos, el conformismo y la anulación de la autonomía individual, eliminando toda discrepancia posible.

Los estatutos del CUAC no fueron precisamente trascendentes en la historia del movimiento anarquista chileno, mucho menos internacionalmente. Los hemos incluido en este resumen porque constituyen una buena muestra del autoritarismo al que tienden las organizaciones plataformistas. El CUAC fue una recreación en parodia de la experiencia de la OPB de Fontenis, no tan espectacular aunque no menos funesta.

Anarquismo partidario y especifismo


Paralelamente a la tendencia neo-plataformista, se desarrolló en América del Sur una tendencia denominada especifismo, que defiende postulados parecidos al plataformismo, aunque desde una fundamentación diferente y desde una genealogía diferente. Postula que los anarquistas deben agruparse en organizaciones de carácter ideológico específicamente anarquista y desde allí trabajar en los movimientos sociales. También se hace hincapié en la unidad teórica, la unidad táctica y el desarrollo de políticas desde la organización específica hacia los movimientos sociales en los que participan sus militantes. A este accionar lo denominan inserción social y –según Felipe Correia, teórico de la Federación Anarquista de Río de Janeiro - “está ligado, solamente, a la idea de retorno organizado de los anarquistas a la lucha de clases y a los movimientos sociales.” Si bien sus impulsores diferencian su práctica de inserción social del “entrismo” de los partidos de izquierda, su praxis termina siendo similar.

El especifismo o “anarquismo organizado”-como prefieren denominarse con los plataformistas, lo cual es también un índice de desconsideración hacia otras formas organizativas anarquistas- es crítico al sintetismo de Volin-Faure, y podría considerarse una especie de plataformismo sin Plataforma. No debe confundirse el especifismo –que constituye una tendencia ideológica- con las organizaciones específicas anarquistas, que pueden pertenecer a las más variadas tendencias (insurreccionalismo, individualismo, comunismo, primitivismo, colectivismo, etc.) El sintetismo promueve organizaciones de carácter abiertamente anarquista, es decir, agrupaciones específicas, lo cual es muy diferente al especifismo. Esta forma organizativa sintetista acompañó siempre a las organizaciones no específicas, o sea, al movimiento anarcosindicalista, siendo la trabazón CNT-FAI la más célebre. Las organizaciones específicas constituyen federaciones locales heterogéneas que priorizan la unidad estratégica –es decir, los fines anarquistas- y la diversidad táctica, y se nuclean en la Internacional de Federaciones Anarquistas (IFA). En cambio, las organizaciones de tendencia especifista se agrupan internacionalmente junto con las organizaciones plataformistas y el sindicalismo “alternativo” pseudo-anarquista en la SIL, la internacional paralela reformista.

Hecha esta aclaración, el especifismo solo se diferencia del plataformismo por su origen histórico, alcanzando a las mismas conclusiones. Para evitar confusiones utilizaremos un término más adecuado a la práctica y la teoría del especifismo: anarquismo partidario. El paradigma organizativo de esta tendencia anarco partidaria es la Federación Anarquista Uruguaya, fundada en 1956.

La revolución cubana de 1959 significó un impacto inédito en el movimiento anarquista uruguayo, que luego de una profunda discusión interna en el seno de la F.A.U. –que era un acabado ejemplo de sintetismo donde convivían diversas tendencias libertarias- se llegó finalmente a una escisión en 1963. La F.A.U. –como bien sostiene Daniel Barret – “inaugura un proceso de búsquedas de final abierto que la llevaría a una pérdida gradual de identidad anarquista en el sentido fuerte e intransigente del término” (1). Según este autor, la definición anarquista irá siendo cada vez más relativizada, incorporando contribuciones del marxismo, hasta llegar a hablarse de “Fau sin puntos”, es decir, una denominación que respondía a un “pasado anarquista” pero no a una “sigla anarquista”. Las características de esta mutación anarco-marxista de la FAU podrían resumirse en: una redefinición de la concepción de poder como un motor de cambio social, centralización organizativa, disciplina interna y política de alianzas con la izquierda revolucionaria.

Según relata Pablo Anzalone, ex-integrante de la FAU (actual integrante del Partido por la Victoria del Pueblo o PVP, que integra el Frente Amplio, hoy en el poder),
“la organización ya no se definía como ‘anarquista’, se pensaba en la necesidad de una ‘síntesis’ entre marxismo y anarquismo. Se manejaba el pensamiento de exponentes de la corriente estructuralista del marxismo, como Poulantzas y Althusser, y luego de Gramsci. La organización tenía una propuesta teórica consistente en incorporar los elementos del marxismo revolucionario, manteniendo los valores ideológicos libertarios que venían del anarquismo pero con una clara distancia del anarcosindicalismo. Hay Cartas de FAU (una de las publicaciones de la organización en aquel tiempo) que hablan de la importancia del partido y discuten cómo sería el mismo. Era una organización que claramente jerarquizaba la política” (publicado en Brecha, 17 de Noviembre de 2006).

No profundizaremos sobre la historia de la FAU, ya que escapa a nuestros objetivos, aunque señalaremos que tras su reconstitución luego del retorno de la democracia, la FAU retomó gran parte de su ideario anarquista, aunque despojado de muchos de los “aportes” marxistas. No obstante, es el arquetipo del anarquismo partidario o tendencia especifista que hoy prosiguen organizaciones brasileñas como la Federación Anarquista Gaúcha, la FARJ, la Federación Anarquista Cabocla, junto a otras organizaciones uruguayas y argentinas.

Conclusiones: entre el extravío teórico y el fraude ideológico


Es imposible hacer un análisis objetivo de un pensamiento con el que se está en desacuerdo prácticamente en todo. Sin embargo, hasta ahora hemos tratado de mantenernos dentro de los carriles de la objetividad, reservándonos hasta este último título para dar rienda suelta a la parcialidad de nuestras conclusiones y evaluaciones.
En primer lugar, todas las tendencias plataformistas y anarco-partidarias especifistas declaman una renovación teórica que, cuando no brilla por su ausencia, tan sólo se reduce a la incorporación acrítica de elementos ideológicos del marxismo-leninismo. La pobreza teórica de la Plataforma de Archinov es tal que sus análisis del contexto político, económico y social de la Rusia de 1921 ni siquiera eran satisfactorios para los estándares de la época. Ningún estudioso con un conocimiento mínimo de la historia rusa o ucraniana tomaría en serio los análisis de Archinov, más deficientes aún que los bolcheviques.

Esto no sería un problema siquiera a considerar, si los autores de la Plataforma no hubieran dado validez universal a sus teorías. Arguyen que su anarquismo es el fruto de “la experiencia en la revolución rusa”, que suponen les ha abierto de par en par las puertas del esclarecimiento teórico-ideológico. La Plataforma de Archinov está fundamentada en una generalización de la interpretación de un acontecimiento histórico particular e irrepetible –la participación anarquista durante la revolución rusa-, residiendo allí gran parte de su anemia y caducidad. Además de ser subjetiva, como toda experiencia, y no dar prerrogativas de ninguna especie a quienes la vivenciaron, los autores de la Plataforma (Archinov, Makhno, Mett) fueron tan partícipes de la “experiencia rusa” como sus detractores (Volin, Fleshin, Berkman). Y no debe pensarse que los neo-plataformistas en la actualidad no repiten semejante sandez; sino que más bien se encargan de pregonarla a los cuatro vientos.

La exagerada valoración de la experiencia propia no es en lo único en que los seguidores de la Plataforma van contra el sentido común. Existe una marcada contradicción entre la necesidad de una teoría definida y única, como guía de la acción, y un marcado anti-intelectualismo que suele ser esgrimido para denostar a los críticos de su proyecto. Las críticas a la Plataforma suelen ser calificadas como divagues teóricos, catecismo de intelectuales, ausencia de contacto con la realidad, aunque provengan de militantes comprometidos y teóricos brillantes como Malatesta, Volin o Berneri. Como acierta Bob Black, “el plataformismo es un triunfo de la ideología sobre la experiencia”.

La pretensión de invulnerabilidad teórica de la Plataforma es por completo inconsistente con su supuesto carácter provisorio. Este carácter transitorio que le dieron sus autores, en verdad nunca fue superado, sino a lo sumo plagiado por sus seguidores. Aquí se evidencia la incapacidad para producir teoría, la ineptitud para pensar análisis novedosos, la repetición de clichés y frases vacías de contenido. Ni el plataformismo ni el especifismo partidario han hecho un solo aporte teórico de valor en los últimos 80 años, aunque nunca dejaron de reclamar al resto de los “desorientados” anarquistas la necesidad de implementar la unidad teórica.

No menos importante es el rol que juegan las otras dos divisas del neo-plataformismo: la unidad táctica y la aspiración a la unidad organizativa. Si la unidad táctica era criticable en sus primeras formulaciones de 1926, es completamente ridículo perseverarla en un mundo mucho más complejo. No hay ninguna garantía de que la unidad táctica y la unidad organizativa puedan llevar a la victoria de una causa cualquiera. Y a esta verdad de Perogrullo los neo plataformistas la han sustituido por la dudosa obviedad de que la unidad táctica, teórica y organizativa, son el único y principal camino para lograr un cambio revolucionario. Si así fuera, los partidos leninistas, trotskistas, maoístas, estalinistas, que responden fielmente al paradigma de la unidad táctica y al unitarismo partidario, tendrían grandes facilidades para lograr sus objetivos, cuando la realidad indica lo contrario. En cambio, la pluralidad táctica y la autonomía organizativa siempre han sido el marco propicio para el desarrollo del accionar anarquista, frente a la rigidez organizativa de los partidos políticos (y de los plataformistas).

La supuesta eficacia de los modelos plataformistas y especifistas frente al caos organizativo que le atribuyen al anarquismo nunca se tradujo en los hechos, en ningún contexto histórico ni región geográfica. Y cuando organizaciones de estas corrientes obtuvieron cierta preponderancia dentro del movimiento o en la sociedad, los resultados fueron el talón de Aquiles de sus apologistas. Cuanto mayor es el éxito de la organización plataformista o anarquista partidaria especifista, más lejos se ubican del anarquismo, pareciera ser la función inversamente proporcional que describe su accionar, a tono con “la obsesión aritmética que les caracteriza”, en palabras del compañero cubano Gustavo Rodríguez (3). Basta recordar las experiencias “exitosas” de la OPB francesa, la FAU uruguaya y Auca en Argentina, teñidas de centralismo organizativo, electoralismo, leninismo, populismo, afinidad izquierdista y colaboracionismo con gobiernos populares, en diversas proporciones y contenidos. Y sin desdeñar la adopción del obsoleto materialismo dialéctico –doctrina oficial del PCUS concebida por el anti-anarquista Plekhanov, que refunde lo más desechable del pensamiento marxista- como componente superior de su método analítico.

Toda la jerga plataformista/especifista es un índice de su pobreza teórico-analítica: inserción social (desde fuera), disciplina, lucha de clases, responsabilidad colectiva, programa de acción, unidad táctica y teórica, anarquismo organizado, son conceptos que se contraponen a un par antagónico que representa en su imaginario a las otras tendencias anarquistas: desconexión social, falta de compromiso, indisciplina, anarco-liberalismo burgués, irresponsabilidad individual, desorientación táctica, desorganización, ineficacia, dispersión teórica y sectarismo. Esta visión maniqueísta que nunca se ha correspondido con la realidad, es el único sostén de esta corriente de pensamiento, si es que se la puede calificar de tal. Las mismas consignas son repetidas desde la primera redacción de Archinov hasta hoy en día, como verdades inmutables y ubicuas. Toda crítica a sus puntos de vista es condenada como expresión de una actitud no revolucionaria.

El plataformismo se convierte así en aquello que endosa falazmente al resto de los anarquistas: una iglesia dogmática de pretendida validez universal. Como bien señala Daniel Barret (4), el plataformismo se presenta como “renovador”, pero se justifica sobre un marco doctrinario basado en un escenario histórico que ya no existe:
“el grueso de los elementos detonantes de su reflexión no se sitúa a nivel de las demandas y exigencias reales de un cierto contexto social concreto y de su correspondiente historicidad sino que se articula básicamente con polémicas internas al movimiento anarquista; fundamentalmente como una impugnación o puesta en tela de juicio de su muy dudosa eficacia política en circunstancias históricas concretas. Ese tema, por supuesto, no es un invento de medianoche ni una circunstancia episódica y, como tal, debe prestársele la atención que se merece. En cambio, lo que no parece acertado es desligar las soluciones al dilema del contexto histórico en el cual éste se inscribe actualmente y, en su lugar, vincularlas a algunos principios abstractos extraídos de la evaluación crítica de una derrota revolucionaria ocurrida en Rusia y en 1921.”

Ninguna expresión plataformista o anarco-partidaria ha tenido una destacada influencia en los movimientos sociales con excepción de la FAU en el sindicalismo uruguayo. ¿Por qué esta contradicción entre la supuesta raíz social del plataformismo/especifismo, su aparente contenido social, la tan cacareada inserción social y una realidad social que siempre se les presenta esquiva, evidenciada en su magra o nula participación en los movimientos sociales de cualquier tipo, particularmente dentro del movimiento obrero? La respuesta es que en la práctica los plataformistas no se diferencian en absoluto del resto de los partidos políticos por sus formas de acción, presentación y representación. Compiten en el mismo terreno. La inserción social plataformista no puede ser otra cosa que entrismo cuando quienes actúan dentro de los movimientos sociales autónomos responden a programas concebidos externamente.

“En ese contexto, la unidad táctica no puede ni podrá resolver jamás los variados y arrítmicos problemas que se plantean en la base de los movimientos sociales y deviene necesariamente, en lo que a la organización “específica” respecta, en una práctica regulada desde comités que pasan a constituirse en la administración cotidiana e institucionalizada de los acuerdos generales de trabajo político en el mismo momento en que sus militantes en el seno de esos movimientos tienen o deberían tener una vida de relaciones e intercambios abiertos y signada por una pluralidad, una diversidad y una singularidad intransferibles e innegociables que sólo pueden transcurrir libremente y expandirse en el vértigo caótico y sublime de las asambleas” (Daniel Barret).

¿Cómo conjugar la unidad táctica, la disciplina partidaria y la ejecución de un programa ideado por la organización político-revolucionaria, con los intereses de un colectivo social autónomo y con la autogestión? Si la unidad táctica y la disciplina colectiva no son aplicables fuera del marco de la organización ¿qué sentido tiene hablar entonces en estos términos?

Es aquí donde se evidencia el significado de la afirmación que el comunismo anárquico es una expresión teórica ideada por las masas. Siendo así, la organización anarquista plataformista –no los militantes anarquistas en particular- sería la legítima vanguardia de las masas, al igual que el partido bolchevique, diferenciándose de éstos por la aplicación de la democracia directa y por no propugnar la toma del poder. Pero en ambos casos actúan dentro de la clase trabajadora o el movimiento social como miembros de una organización y respondiendo a sus intereses (no a los del movimiento obrero): tienen una praxis similar. Esta ficción solo puede ser sostenida si hacemos a un lado la contradicción entre unas masas con supuestos instintos libertarios y la necesidad de una organización que actúe como dirigente, u orientadora en el mejor de los casos. Así, se erigen en el partido que expresa la voluntad de las masas, de la misma forma inconsulta en que los bolcheviques se refieren a la clase obrera.

Por supuesto, desde la óptica plataformista/especifista la inserción social estaría en la vereda opuesta del entrismo y el dirigismo hacia los movimientos sociales. Pero no se apartan de una concepción “política”, entendida como gestión mediadora y orientadora de las masas. En este aspecto, es donde el plataformismo evoluciona hacia una relación simbiótica con los partidos de la izquierda revolucionaria y con aparatos e instituciones del “poder popular”. Los apoyos críticos a políticas de izquierda y la tarea de construir un poder popular se constituyen en los ejes de aproximación con la izquierda autoritaria, a la que consideran como un aliado táctico.

A pesar de toda su retórica izquierdista, los plataformistas y especifistas han sido siempre poco serios con sus categorizaciones. Así, las masas son tomadas como sujeto revolucionario, mientras se habla de lucha de clases y materialismo dialéctico sin reparar en que una clase social es solo una parte de las masas. Los campesinos, los obreros, la clase media y los pequeño-burgueses según su punto de vista parecerían actuar siempre igual, defendiendo intereses comunes, en cualquier contexto histórico y geográfico. Y más sorprendente aún tratándose de anarquistas, el Estado como institución histórica casi no ha merecido ninguna consideración especial en sus análisis. En este sentido el plataformismo es más rudimentario aún que las expresiones más burdas del bolchevismo.

Hacia el interior de la organización plataformista, se supone que la democracia directa y el federalismo son los mecanismos horizontales por los cuales todos los miembros de la organización arriban al acuerdo político. Las decisiones se obtienen por mayoría, mientras la minoría acepta disciplinadamente la posición predominante o tiene la libertad de escindirse si considera que la posición mayoritaria lesiona sus derechos. El resultado es siempre la unidad táctica e ideológica en ambos casos, aunque se quebrante el principio de unidad organizativa. Es decir, si la minoría acata la voluntad mayoritaria, la unidad táctico-teórica se sostiene mediante la disciplina partidaria; si se escinde, existen dos organizaciones –una conformada por la mayoría y otra por la minoría- con unidad táctico-teórica. Es complicado imaginar cómo una posición minoritaria pueda ir ganando voluntades en una organización anarco-partidaria, si la minoría se ve obligada a obedecer o a escindirse.

Esta imposibilidad de debate interno se vería agravada en caso de instituir un Comité Ejecutivo -como proponía Archinov en el texto original de la Plataforma- que actúe como guía teórica de la organización. El comité guía a la organización, la organización guía a los movimientos sociales y sindicales, que a su vez guían a las masas. Así se construye el Poder Popular, bajo la orientación de la Organización Política Revolucionaria. Por suerte las masas no sienten esta urgencia de construir poder popular que le atribuyen los plataformistas. La exigencia de acordar programas de acción se debe más a una fobia plataformista a la espontaneidad y la incertidumbre, que a una verdadera necesidad de las masas.

Finalmente, argumentaremos un poco sobre el asunto de la traducción de Volin. Según sostiene el plataformista A. Skirda:

“La primera traducción realizada por Volin fue criticada como "mala y torpe", por no cuidar el traductor "adaptar la terminología y las frases al espíritu del movimiento francés." (Le Libertaire, Nº 106, 15-4-1927). Buscamos a qué podían aplicarse dichos reproches y encontramos, en efecto, varios términos expresamente deformados: "napravlenie", que significa a la vez "dirección" y "orientación", fue sistemáticamente empleado en el primer sentido. Pasó igual con el nombre "rukovodstvo", que es la "conducta", y el verbo correspondiente "guiar, llevar, dirigir, administrar", que se tradujeron siempre por "dirigir". El caso más evidente está en la última frase de la Plataforma: "zastrelshchik", "el incitador", se tradujo como "vanguardia". Es así como con toques leves se pudo alterar el sentido profundo del texto. Resulta una molestia porque el traductor Volin fue luego un acérrimo detractor de la Plataforma.” (A. Skirda; Autonomie individuelle et force collective (les anarchistes et l'organisation de Proudhon à nos jours, 1987, p.246).

En primer lugar, debemos decir que Skirda es un ensayista rematadamente tendencioso y exagerado, todo esto diluido con una buena dosis de ineptitud profesional como historiador. Y esta marcada ineptitud intelectual se manifiesta en la cita anterior, ya que considera malintencionado el hecho de que Volin hubiera traducido al francés ciertos vocablos rusos que presentan ambigüedad semántica, pero se le escapa que precisamente en esa indeterminación del vocablo reside el problema, no en una indemostrable y supuesta mala fe de Volin. Además, el propio Archinov pudo haber utilizado deliberadamente términos ambiguos, pero ¿cómo saberlo o probarlo? Skirda habla de sus conjeturas como si fueran una evidencia irrefutable.
Resulta fantástico que Skirda olvide que Volin era un eximio traductor, que fue precisamente Volin quien salvó los manuscritos originales de Archinov de la “Historia del Movimiento Machnovista” -obra que luego tradujo al francés- y que a pesar de su distanciamiento ideológico, Archinov nunca dudó de la capacidad ni la honestidad de Volin en este sentido.

En realidad todo este cuento de la traducción malintencionada tiene como objetivo justificar el rechazo de Malatesta, que basó sus críticas en la versión de Volin. Ahora bien, reducir el rechazo de la Plataforma por casi la totalidad del movimiento anarquista a un problema de traducción es inédito en la historia de las ideas. Semejante polémica recuerda los esfuerzos de los reformistas cristianos por una correcta traducción de la Biblia que reemplazara a la Vulgata latina. No ocurrió un caso similar en la historia con textos infinitamente más complejos –como los de Hegel o Marx- lo cual se muestra como una solución infantil frente a un rechazo tan argumentado como generalizado. A nadie se le ocurriría asegurar que la “herejía estalinista” se debe a la lectura de una errónea traducción de las obras de Marx y Engels. Pero tampoco una traducción correcta ha hecho de la Plataforma un documento inmune a las críticas, la cual pareciera ser la pretensión de Skirda.

Todas las citas en que nos basamos quienes al presente impugnamos los puntos de vista plataformistas se fundaron en la traducción correcta que hicieron los propios plataformistas. La Plataforma naufraga en cualquiera de sus versiones; eso es lo que se desprende de su lectura.

Notas

(1) El movimiento anarquista uruguayo en los tiempos de cólera; en http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/8156. Una excelente síntesis de la historia del anarquismo uruguayo moderno.
(2) ¿Wooden Shoes or Platform Shoes?; en http://www.inspiracy.com/black/wooden.html
(3) Algunas reflexiones sobre el extravío teórico ideológico en el pensamiento ácrata contemporáneo, Gustavo Rodríguez; en
http://www.nodo50.org/ellibertario/descargas/Algunasreflexionessobreelextravio.doc, una crítica implacable e irreverente al plataformismo y otros “ismos”.
(4) Esta cita y la siguiente en: Los sediciosos despertares de la anarquía, Daniel Barret, en http://www.nodo50.org/ellibertario/descargas/Despertares-Barret[1].rtf